7
DE JULIO - MARTES -
14ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt
9, 32-38
En
aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al
demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: “Nunca se ha
visto en Israel cosa igual”. En cambio, los fariseos decían:
“Este echa a los demonios con el poder del jefe de los demonios".
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus
sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las
enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se
compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, “como
ovejas que no tienen pastor”. Entonces dijo a sus discípulos: “La
mies es abundante, pero los trabajadores son pocos rogad,
pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies".
1. Jesús
fue un hombre controvertido. Mientras que unos se quedaban admirados
de lo que hacía, otros veían en eso la presencia del demonio.
Pero
lo llamativo es que quienes admiran a Jesús son las “gentes
sencillas, (óchloi), mientras que quienes ven en Jesús a un
endemoniado son los fariseos, de los que la mayoría pertenecían
también a estratos populares, pero su observancia de leyes y ritos,
su religiosidad hipócrita, les hacía ver como obra del demonio lo
que era obra de la bondad de Jesús.
2. Jesús
era un profeta itinerante, que pasaba por pueblos y aldeas, curando
enfermos y aliviando penas. No está a nuestro alcance hacer
milagros.
Ni
siquiera sabemos si lo que Jesús hacía era curar milagrosamente a
los enfermos. Lo que sabemos con seguridad es que aliviaba las
dolencias. Y eso sí que entra en nuestras posibilidades: hacer más
llevadera la vida de quienes nos rodean y, si es posible, lograr que
se sientan felices. Lo que ocurre es que eso es muy duro.
Sobretodo, cuando uno es el primero que necesita ser aliviado de
cargas pesadas.
3. ¿Por
qué Jesús era así y actuaba así? Los evangelios no dicen que esos
debía a que en Jesús actuaba Dios. Lo que dicen es que, al ver las
gente
del
pueblo tan abandonadas, tan mal tratadas por la vida, “se le
conmovían las entrañas", es decir, sintió misericordia. No
es que “le dio lástima “Dar lástima” es una cosa vergonzosa.
Lo que sí conmueve a cualquiera es dar con alguien, que es tan buena
persona, que sintoniza y comparte las penas
y la alegría que uno vive. Así era Jesús. Tan profundamente
humano. Y eso es el secreto de todo lo demás.
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