31
DE JULIO - VIERNES -
17ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Ignacio
de Loyola fue
un militar y luego religioso español, fundador de la Compañía de
Jesús, de la que fue el primer general. Ha sido declarado santo por
la Iglesia. Nació
el 23 de octubre de 1491,Azpeitia
Mt 13,54-58
En
aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la
sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca este esa
sabiduría y esos milagros?. ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es
su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?. ¿No
viven aquí todas sus hermanas?. Entonces, ¿de dónde saca todo
eso?". Y desconfiaban de él.
Jesús
les dijo: “Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”.
Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
1. Está
claro en este relato que Jesús hablaba de manera que lo que decía
sorprendía a quienes lo habían conocido desde niño. Les llama la
atención y no se explican cómo, hasta poco antes, era un vecino
más. ¿Qué había ocurrido?. La cosa, humanamente hablando, no
tenía explicación. Sin duda, la clave está en lo que ocurrió en
la experiencia del bautismo
que Jesús
recibió de manos de Juan el Bautista. Allí Jesús tuvo una
experiencia misteriosa y profunda: vio el cielo abierto, oyó la voz
del Padre del Cielo (Mt 3, 16-17), se sintió llamado a dar a conocer
al Padre y su proyecto (Mt 11,25-27). ¿Qué nos viene a decir esto?
2. Jesús no
impresionaba a la gente con lo que decía porque había estudiado
mucho. Jesús había dicho que lo que él enseñaba eran cosas que
quedan ocultas para los “sabios y entendidos” (Mt 11, 25) y cosas
que paradójicamente las saben los “pequeños”, los ignorantes,
los sencillos. Esto, justamente, es lo que le ocurrió a Jesús. La
experiencia religiosa le cambió. Pero no le cambió en “sabio”,
sino en “sencillo”. Y lo que enseñaba era la sabiduría de los
últimos, de los nadies, de los excluidos.
Es el
saber en el que el “ser” y el “deber ser” no se pueden
disociar. El saber que nunca puede ser neutral ante la violencia y
el sufrimiento que genera la tecnología y la llamada “ciencia”
que hay detrás de
esa
tecnología. A esa sabiduría de los sencillos le tenemos miedo los
intelectuales y los clérigos. Porque si de veras la asumiéramos,
cambiarían radicalmente las universidades, las parroquias, los
conventos y las curias episcopales.
3. El relato
termina dejando claro que los “milagros” de Jesús no eran
posibles donde faltaba la fe-confianza. Jesús no era un
“omnipotente”, tal como nosotros nos imaginamos eso. Jesús
tenía una fuerza de espíritu que donde no encontraba acogida y
respuesta dejaba de ser fuerza y nada podía hacer. He aquí el
profundo misterio de la fuerza de espíritu que tenemos los humanos,
cuando somos profundamente humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario