jueves, 30 de julio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 31 DE JULIO - VIERNES - 17ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO SAN IGNACIO DE LOYOLA






31 DE JULIO - VIERNES -
17ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Ignacio de Loyola fue un militar y luego religioso español, fundador de la Compañía de Jesús, de la que fue el primer general. Ha sido declarado santo por la Iglesia. Nació el 23 de octubre de 1491,Azpeitia
Fecha de la muerte: 31 de julio de 1556,Roma, Italia





Mt 13,54-58

En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros?. ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?. ¿No viven aquí todas sus hermanas?. Entonces, ¿de dónde saca todo eso?". Y desconfiaban de él.
Jesús les dijo: “Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”. Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

1. Está claro en este relato que Jesús hablaba de manera que lo que decía sorprendía a quienes lo habían conocido desde niño. Les llama la atención y no se explican cómo, hasta poco antes, era un vecino más. ¿Qué había ocurrido?. La cosa, humanamente hablando, no tenía explicación. Sin duda, la clave está en lo que ocurrió en la experiencia del bautismo
que Jesús recibió de manos de Juan el Bautista. Allí Jesús tuvo una experiencia misteriosa y profunda: vio el cielo abierto, oyó la voz del Padre del Cielo (Mt 3, 16-17), se sintió llamado a dar a conocer al Padre y su proyecto (Mt 11,25-27). ¿Qué nos viene a decir esto?

2. Jesús no impresionaba a la gente con lo que decía porque había estudiado mucho. Jesús había dicho que lo que él enseñaba eran cosas que quedan ocultas para los “sabios y entendidos” (Mt 11, 25) y cosas que paradójicamente las saben los “pequeños”, los ignorantes, los sencillos. Esto, justamente, es lo que le ocurrió a Jesús. La experiencia religiosa le cambió. Pero no le cambió en “sabio”, sino en “sencillo”. Y lo que enseñaba era la sabiduría de los últimos, de los nadies, de los excluidos.
Es el saber en el que el “ser” y el “deber ser” no se pueden disociar. El saber que nunca puede ser neutral ante la violencia y el sufrimiento que genera la tecnología y la llamada “ciencia” que hay detrás de
esa tecnología. A esa sabiduría de los sencillos le tenemos miedo los intelectuales y los clérigos. Porque si de veras la asumiéramos, cambiarían radicalmente las universidades, las parroquias, los conventos y las curias episcopales.

3. El relato termina dejando claro que los “milagros” de Jesús no eran posibles donde faltaba la fe-confianza. Jesús no era un “omnipotente”, tal como nosotros nos imaginamos eso. Jesús tenía una fuerza de espíritu que donde no encontraba acogida y respuesta dejaba de ser fuerza y nada podía hacer. He aquí el profundo misterio de la fuerza de espíritu que tenemos los humanos, cuando somos profundamente humanos.



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