martes, 28 de julio de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 30 DE JULIO - JUEVES - 17ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO








30 DE JULIO - JUEVES -
17ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 13,47-53

    En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen a los buenos en cestos y a los malos los tiran.  Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?”.    Ellos le contestaron: “Sí”.   Él les dijo: “Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo".  Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de alli.

1. Con una imagen que tenía que resultar familiar para gentes que vivían de la pesca en el lago, Jesús les asegura que en el Reino de Dios cabemos todos, sin distinciones de buenos y malos. Esas distinciones se harán al final de los tiempos. Porque el juicio corresponde a Dios, no a los hombres. Lo cual es tanto como decir que el proyecto de Jesús es constitutivamente tolerante, respetuoso y acepta a todos sin distinciones ni rechazos. Es el proyecto de la humanidad, el proyecto en el que coincidimos todos los humanos, sean cuales sean nuestras culturas, creencias, ideologías. El proyecto de Jesús no es un proyecto de religión, es un proyecto de humanidad.

2. Toda “religión monoteísta” es, por su misma naturaleza, un “proyecto excluyente”. Porque, como bien se ha dicho, “ningún dios que verdaderamente se precie tolera otro dios junto a él. Su pretensión es absoluta: pretensión de verdad, de evidencia y de obediencia. ¿Qué dios sería aquel que consintiera la existencia de otros dioses junto a él?... Los ídolos exigen el reconocimiento de todos, la sumisión a todo precio” (Wolfgang Sofsky).
   Es evidente que una religión así, no coincide ni encaja con el Evangelio, que es tolerante y acepta a pecadores, extranjeros, personas de otras religiones...

3. Jesús habla de la separación final de buenos y malos.  Y de castigo del “horno encendido” para los malos, con “rechinar de dientes”. Con eso, Jesús indica que Dios hace justicia para gentes que en este mundo son causa de tanto sufrimiento.   No podemos acabar todos igual, si es que Dios es Dios y hace justicia.   Pero lo que no sabemos es en qué consistirá la aplicación de esa justicia para los causantes del sufrimiento humano.  En todo caso, una cosa es segura: el castigo del infierno, tal como se ha enseñado tradicionalmente, no puede ser como se nos ha dicho.  Ese infierno eterno no existe, ni puede existir. Porque el castigo nunca puede ser fin, sino que siempre tiene que ser medio (para corregir, evitar otros males mayores, educar...).  Pero un infierno eterno no puede ser medio para nada.  Es el castigo por el castigo, como fin en sí.   Ahora bien, eso es literalmente contradictorio con un Dios que se define como Amor.


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