30
DE JULIO - JUEVES -
17ª
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Mt 13,47-53
En
aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El Reino de los Cielos se
parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de
peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y
reúnen a los buenos en cestos y a los malos los tiran. Lo mismo
sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a
los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien
todo esto?”. Ellos le contestaron: “Sí”. Él les dijo: “Ya
veis, un letrado que entiende del Reino de los Cielos es como un
padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo". Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de alli.
1. Con una
imagen que tenía que resultar familiar para gentes que vivían de la
pesca en el lago, Jesús les asegura que en el Reino de Dios cabemos
todos, sin distinciones de buenos y malos. Esas distinciones se
harán al final de los tiempos. Porque el juicio corresponde a Dios,
no a los hombres. Lo cual es tanto como decir que el proyecto de
Jesús es constitutivamente tolerante, respetuoso y acepta a todos
sin distinciones ni rechazos. Es el proyecto
de la humanidad, el proyecto en el que coincidimos todos los humanos,
sean cuales sean nuestras culturas, creencias, ideologías. El
proyecto de Jesús no es un proyecto de religión, es un proyecto de
humanidad.
2. Toda
“religión monoteísta” es, por su misma naturaleza, un “proyecto
excluyente”. Porque, como bien se ha dicho, “ningún dios que
verdaderamente se precie tolera otro dios junto a él. Su pretensión
es absoluta: pretensión de verdad, de evidencia y de obediencia.
¿Qué dios sería aquel que consintiera la existencia de otros
dioses junto a él?... Los ídolos exigen el reconocimiento de
todos, la sumisión a todo precio” (Wolfgang Sofsky).
Es
evidente que una religión así, no coincide ni encaja con el
Evangelio, que es tolerante y acepta a pecadores, extranjeros,
personas de otras religiones...
3. Jesús
habla de la separación final de buenos y malos. Y de castigo del
“horno encendido” para los malos, con “rechinar de dientes”.
Con eso, Jesús indica que Dios hace justicia para gentes que en este
mundo son causa de
tanto sufrimiento. No podemos acabar todos igual, si es que Dios es
Dios y hace justicia. Pero lo que no sabemos es en qué consistirá
la aplicación de esa justicia para los causantes del sufrimiento
humano. En todo caso, una cosa es segura: el castigo del infierno,
tal como se ha enseñado tradicionalmente, no puede ser como se nos
ha dicho. Ese infierno eterno no existe, ni puede existir. Porque
el castigo nunca puede ser fin, sino que siempre tiene que ser medio
(para corregir, evitar otros males mayores, educar...). Pero un
infierno eterno no puede ser medio para nada. Es el castigo por el castigo, como fin en sí. Ahora bien, eso es
literalmente contradictorio con un Dios que se define como Amor.
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