domingo, 9 de agosto de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 14 de Agosto – Viernes - l9ª Semana del Tiempo Ordinario






14 de Agosto – Viernes -
l9ª Semana del Tiempo Ordinario

Mt 19,3-12

En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?”.   Él les respondió: “¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”?.   De modo que ya no son dos, sino una sola carne.  Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre".   Ellos insistieron “¿Y por qué mandó Moisés darle carta de repudio y divorciarse?".  Él les contestó:
Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero al principio no era así.   Ahora os digo yo que si uno se divorcia de su mujer —no hablo de inmoralida- y se casa con otra comete adulterio”.   Los discípulos le replicaron: “Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse”.   Pero él les dijo: No todos pueden con eso, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los Cielos.  El que pueda entender, que entienda”.

1.- Para entender este pasaje, tantas veces citado para justificar la indisolubilidad del matrimonio, hay que tener en cuenta que Jesús responde a la pregunta que le hacen los fariseos.   Y la pregunta se refería: 1) Al derecho unilateral del marido a repudiar a la mujer;   2) Además, si el hombre tenía ese derecho de tal forma que podía ejercerlo “por cualquier motivo”. Detrás de esta fórmula estaba la disputa teológica, que había en tiempo de Jesús entre dos rabinos famosos, Hillel (liberal) y Shammai (rigorista).   Lo que
le preguntan a Jesús es si estaba de acuerdo con las ideas permisivas de Hillel.


2.- La Iglesia de los primeros siglos aceptó la legislación civil del Imperio sobre el matrimonio.  Y no hizo problema del divorcio cuando se llegaba a esa decisión por una causa seria. El año 726, el papa Gregorio II le escribía a San Bonifacio una carta en la que permitía el divorcio a unos cónyuges que no podían cohabitar por motivos de salud (PL 89, 525). Una decisión que en el siglo XI recogió el Decreto de Graciano (J. Gaudemet).


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