sábado, 22 de agosto de 2015

Párate un momento: Lecturas del día 23 – AGOSTO - Domingo - XXI del Tiempo Ordinario




23 – AGOSTO - Domingo -
XXI del Tiempo Ordinario

1ª lectura Josué 24, l-2a. 15-17 18b

En aquellos días, Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante Dios. Josué habló al pueblo: “Si no os parece bien servir al Señor, escoged a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor”. El pueblo respondió: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!”.

Salmo 33

R// Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alianza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.

Segunda lectura Efesios 5, 21-32

Hermanos. Sed Sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; Él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos,
amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los
maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán
los dos una sola carne”. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Evangelio Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”. Adivinando Jesús que sus discípulos le criticaban les dijo: “¿Esto
os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen”. Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no
se lo concede”. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces, Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Simón Pedro le
contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.

1. El escándalo que produjeron las palabras de Jesús sobre la eucaristía estuvo motivado por una mala interpretación de lo que Jesús quiso decir. Esa mala interpretación consistió en lo que se ha llamado el “cafarnaísmo” (porque de esto habló Jesús en Cafarnaún), que consiste en la idea de que comulgar es comerse la carne histórica de Jesús. Cuando la eucaristía se explica así, tal explicación puede ser motivo de escándalo y de que haya gente que se aleja para siempre de la Iglesia.

2. Jesús insiste en que para comprender lo que representa la eucaristía es indispensable la fe. Jesús no se refería, lógicamente, a la fe que consiste en creer en unos dogmas. Jesús se refería a la fe que consiste en vivir como vivió el mismo Jesús, con sus mismos criterios, según sus costumbres y los valores que él propuso y defendió. Quien vive eso, entiende lo que es la eucaristía, comer su carne y beber su sangre, que es la expresión simbólica de la unión y hasta la fusión con su vida y su destino.

3. Cuando se vive esta unión con Jesús (tal era el caso de Pedro y de los discípulos que se quedaron con él), las crisis de dudas y oscuridades se superan. La fuerza del Espíritu se hace fuerza en nuestra vida, que sigue una marcha rectilínea, sin desviarse a un lado o a otro, según nos conviene o según nos lo imponen nuestros miedos. Es la vida que se caracteriza por la firmeza en ir por la vida como fue Jesús y por la transparencia que no tiene nada que disimular.



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