22
de Agosto - Sábado -
Xxª
- Semana del Tiempo Ordinario
Mt
23,1-12
En
aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:
“En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y fariseos:
haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen,
porque
ellos
no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y
se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están
dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen, es
para que los
vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del
manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los
asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la
calle y que la gente los llame “maestro". Vosotros, en
cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro
maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre
vuestro a nadie en la tierra, porque
uno
solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes,
porque uno solo es vuestro señor, Cristo. El primero entre
vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será
humillado y el que se humilla
será
enaltecido".
1. Hay
que tener mucho cuidado con lo que se dice, cuando se trata de
entender y explicar este capítulo 23 del evangelio de Mateo. La
terrible historia de los campos de concentración y del holocausto
del pueblo judío, en la segunda guerra mundial, nos ha dejado a
todos una imagen
falsa
del judaísmo y además hemos quedado consternados (U. Luz). Por
otra parte, no es seguro que Jesús pronunciase este discurso, tal
como ha quedado redactado en el texto que ha llegado hasta nosotros.
Las ideas fundamentales provienen de Jesús, pero la forma de
presentarlas depende de Mateo. Y a todo esto hay que sumar otra
dificultad. Se trata del enfrentamiento entre cristianismo y
judaísmo, que no es la diferencia entre dos religiones, sino la
diferencia entre la religión y otra forma de relacionarse con Dios,
que, se resiste a hacer eso como religión (Daniel Boyarin). Un
fenómeno que se viene produciendo (y se está acentuando) lo mismo
entre judíos que entre cristianos.
2. No
es verosímil que Jesús recomendara a sus discípulos y a la gente
que hiciesen lo que enseñaban los escribas y fariseos. Mt había
prevenido a la gente ante las enseñanzas de los fariseos (16, 12).
Además, del conjunto de enfrentamientos que Jesús tuvo con los
seguidores de este partido, se puede deducir que se trata de una
advertencia inicial que prepara al lector para aceptar la dureza de
lo que viene a continuación.
3. En
cualquier caso, y sean cuales sean los matices que haya que poner a
la historicidad de este evangelio, una cosa es cierta: Jesús rechaza
de forma terminante todo lo que sea vanidad, orgullo, ambición,
deseos de situarse por encima de los demás. Miserias humanas que se
manifiesta en vestimentas, honores públicos, puestos de preferencia
y privilegio, títulos, y distinciones, lo que es más grave en los
hombres que pretenden representar el Evangelio de Jesús. Son los
que asumen esos comportamientos justificándolos porque piensan que
así representan y promueven mejor la fe en Dios. Aunque todo esto
no se pueda aplicar literalmente a los fariseos y letrados (E. P.
Sanders), es indudable que Jesús detesta que quienes pretenden ser
líderes en la comunidad, se aprovechen de semejantes formas de
conducta pública, basados en la idea de que así representan con más
autoridad a Jesús de Nazaret. Es verdad que decir esto no es
agradable. Pero, si no decimos ni esto, entonces borremos este
capítulo del Evangelio.
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