jueves, 6 de agosto de 2015

Párate un momento: Lecturas del día 9 de Agosto Domingo XIX del Tiempo Ordinario




9 de Agosto
Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Primera lectura 1 Reyes 19, 4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: “¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!”. Se echó debajo de la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!”. Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: “¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas”. Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Salmo 33, 2-3. 1~-5. 6-7. 8-9
R// Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles, y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

Segunda lectura Efesios 4, 30-5, 2

Hermanos: No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como ob1ación y victima de suave olor.

Evangelio Juan 6, 41-51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a que había dicho “Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: “¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”. Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios». Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ese ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el
maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

1.- Lo primero que el evangelio de Juan deja claro aquí es que Jesús era un ser humano. La gente lo veía y lo sabía: tenía su padre y su madre, como todos los humanos. Este es uno de los grandes temas del IV Evangelio: dejar firmemente asentada la humanidad de Jesús. Porque cuando escribió este evangelio, ya tenían fuerza algunos de los movimientos gnosticos a los que este evangelio se propone combatir. El peligro de los gnosticos no estaba en que negaran la divinidad. Todo lo contrario: lo que no admitían era la humanidad de Jesús.

2.- El IV Evangelio habla de Jesús y de Dios utilizando el lenguaje de los sentidos: “ver", “oír", “comer”... Dios era tan trascendente para los gnósticos que era incompatible con la materia, con lo carnal, con lo que se puede percibir por los sentidos. El Evangelio ve en esto un peligro fuerte para la fe. Es el peligro de que la divinidad oculte a la humanidad de manera que deformemos a Jesús. Es ese Jesús tan sobrenatural y celeste, que eso no es un ser humano. Ahora bien, lo que entonces ocurre es que, no solo deformamos a Jesús, sino que además e inevitablemente deformamos a Dios.

3.- Todo el que piensa que para acercarse a Dios tiene que alejarse de lo humano, ha deformado a Dios y a Jesús hasta tal extremo, que ya le es imposible creer y relacionarse con el Padre del que nos habla Jesús. El camino para acercarse a Dios es el camino que Dios hizo para acercarse al hombre: humanizarse. No hay otro camino. Ese camino nos da miedo. Porque nuestros instintos de “endiosamiento” son más fuertes que la sencillez propia de lo humano.



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