17
de Agosto – Lunes -
XXª
- Semana del Tiempo Ordinario
Mt 19, 16-22
En
aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: “Maestro,
¿qué tengo que hacer de bueno, para obtener la vida eterna?”. Jesús le contestó: "¿Por qué me preguntas qué es bueno?
Uno solo es el Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos. Él le preguntó: "¿Cuáles?”. Jesús le
contestó: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás,
no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu
prójimo como a ti mismo”. El muchacho le dijo: “Todo eso lo he
cumplido. ¿Qué me falta?”. Jesús le contestó: “Si quieres
llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres
—así tendrás un tesoro en el cielo—y luego vente conmigo".
Al oir esto, el joven se puso triste, porque era rico".
1. Jesús no
establece aquí una distinción entre dos clases de cristianos: los
que viven sin dinero (que serían los sacerdotes y religiosos) y los
que se quedan con su dinero (los laicos). Ni Jesús quiso decir eso,
ni eso sucede en la vida. Porque la mayoría de los clérigos tienen
más seguridad económica y mejor nivel de vida que millones de
laicos. Jesús se refiere a dos clases de seres humanos: los que
llegan a lo más, hasta lo último, a lo mejor y los que se quedan a
medias y no llegan hasta donde tendrían
que llegar.
2. Lo que
distingue a unos y otros es asunto de dinero. No se trata de que
unos roben y los otros no. Jesús habla con un hombre que no roba,
y lo que le exige a ese hombre es que, además, se desprenda de sus
bienes y
se los dé a
los pobres. ¿Es esto realista? ¿Se puede hacer semejante cosa? En
el cristianismo primitivo, la aplicación que esto podía tener, sin
duda se refería a los “carismáticos itinerantes", que,
efectivamente, lo dejaban todo y se iban a anunciar el Reino, el
mensaje de Jesús.
3. En
nuestro tiempo, si hablamos de dinero, nos tenemos que referir al
sistema económico dominante: el capitalismo. Un sistema que es
injusto porque crea enormes desigualdades, privilegia a los ricos y
margina a los trabajadores y a los pobres, además favorece “lo
privado” (lo que es para unos cuantos potentados), al tiempo que
dificulta lo público” (lo que igual para todos), y pervierte a
muchas personas erigiendo al capital en el nuevo “dios” que manda
en el mundo. Así las cosas, la aplicación que razonablemente debe
tener hoy la exigencia de Jesús es:
1) Dominar y moderar el consumo
propio;
2) Denunciar las injusticias que cometen los poderes
capitalistas;
3) Favorecer los grupos alternativos que buscan formas
de comercio y consumo más humano y más igualitario;
4) Potenciar
“lo publico” sobre todo en la sanidad y en la educación.
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