miércoles, 19 de agosto de 2015

Párate un momento: Evangelio del Día 20 de Agosto – Jueves - Semana Xxª del Tiempo Ordinario




Día 20 de Agosto – Jueves -
Semana Xxª del Tiempo Ordinario

Mt 22, 1-14

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: “El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Los convidados no hicieron caso: uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropos, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has
entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojarlo fuera, a las tinieblas". Allí será el llanto y rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

1. Para entender esta parábola, lo primero que se ha de tener en cuenta es que se trata de la última de las “parábolas de denuncia” que pronunció Jesús ante los sumos sacerdotes y senadores (las otras son la de los dos hermanos [Mt 21, 28-31] y la de los viñadores homicidas [Mt 21, 33-46]). No es, pues, una parábola de exhortación, sino de confrontación (J. Jeremias). Esto indica que el final de la parábola, tal como la presenta Mt, la expulsión del que iba sin traje de fiesta, eso no lo pudo decir Jesús, es una añadidura redaccional (W. Harnisch, E. Schweitzer).

2. El sentido, pues, de la parábola es claro: el Reino de Dios representa el cambio más inconcebible, e incluso más “insoportable", para el “orden” que los mortales hemos establecido en esta sociedad. Lo que Dios quiere es que esta vida sea un gran banquete para todos. Pero, ante todo, para los excluidos y marginados de esta sociedad, “malos y buenos”. Que no
son los excluidos por Dios, ya que Dios (tal como lo presenta Jesús) no excluye a nadie. Pero no. La parábola no habla de los excluidos por la religión, sino de los excluidos por el capitalismo, que es, en este momento, el sistema satánico, que divide, separa y excluye a los pobres, a los trabajadores y a la sufrida clase media. Y hay que decir todo esto partiendo de la lectura que se hacía en las culturas antiguas del acto central de aquellas culturas, que era el “simposio", el banquete compartido. Porque se tenía
entonces la idea fija según la cual “el acto de comer juntos crea vínculos entre los comensales”... ya que tales comensales “participan de un mismo acontecimiento", que es central en la vida (Dennis E. Smith).

3. Pero el banquete que nos presenta el Evangelio ofrece una característica propia y singular. Se trata de un banquete en el que no quieren participar los invitados oficiales, los selectos de la sociedad, los que tienen tierras, fincas, propiedades... El banquete es “igualdad” en dignidad y
derechos. Los capitalistas bien situados quieren mantener a toda costa la “desigualdad”. De forma que todo el sistema político, económico, social, educativo, sanitario.., todo eso está pensado para vivir en una sociedad desigual. Los ricos no soportan la igualdad. Ni la soportan en la “sociedad", ni la aguantan en la “religión”. Esto es lo que va más directamente contra el Evangelio.



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