Día 20 de Agosto – Jueves -
Semana
Xxª del Tiempo Ordinario
Mt
22, 1-14
En
aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: “El Reino de los
Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó
criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir.
Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: “Tengo
preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está
a punto. Venid a la boda”. Los convidados no hicieron caso: uno
se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás echaron
mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropos, que acabaron con
aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus
criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la
merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que
encontréis, convidadlos
a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos
los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó
de comensales.
Cuando
el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no
llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has
entrado
aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojarlo fuera, a las tinieblas". Allí será el llanto y
rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los
elegidos”.
1. Para
entender esta parábola, lo primero que se ha de tener en cuenta es
que se trata de la última de las “parábolas de denuncia” que
pronunció Jesús ante los sumos sacerdotes y senadores (las otras
son la de los dos hermanos [Mt 21, 28-31] y la de los viñadores
homicidas [Mt 21, 33-46]). No es, pues, una parábola de exhortación,
sino de confrontación (J. Jeremias). Esto indica que el final de
la parábola, tal como la presenta Mt, la expulsión del que iba sin
traje de fiesta, eso no lo pudo decir Jesús, es una añadidura
redaccional (W. Harnisch, E. Schweitzer).
2. El
sentido, pues, de la parábola es claro: el Reino de Dios representa
el cambio más inconcebible, e incluso más “insoportable",
para el “orden” que los mortales hemos establecido en esta
sociedad. Lo que Dios quiere es que esta vida sea un gran banquete
para todos. Pero, ante todo, para los excluidos y marginados de
esta sociedad, “malos y buenos”. Que no
son
los excluidos por Dios, ya que Dios (tal como lo presenta Jesús) no
excluye a nadie. Pero no. La parábola no habla de los excluidos
por la religión, sino de los excluidos por el capitalismo, que es,
en este momento, el sistema satánico, que divide, separa y excluye a
los pobres, a los trabajadores y a la sufrida clase media. Y hay
que decir todo esto partiendo de la lectura que se hacía en las
culturas antiguas del acto central de aquellas culturas, que era el
“simposio", el banquete compartido. Porque se tenía
entonces
la idea fija según la cual “el acto de comer juntos crea vínculos
entre los comensales”... ya que tales comensales “participan de
un mismo acontecimiento", que es central en la vida (Dennis E.
Smith).
3. Pero
el banquete que nos presenta el Evangelio ofrece una característica
propia y singular. Se trata de un banquete en el que no quieren
participar los invitados oficiales, los selectos de la sociedad, los
que tienen tierras, fincas, propiedades... El banquete es
“igualdad” en dignidad y
derechos.
Los capitalistas bien situados quieren mantener a toda costa la
“desigualdad”. De forma que todo el sistema político,
económico, social, educativo, sanitario.., todo eso está pensado
para vivir en una sociedad desigual. Los ricos no soportan la
igualdad. Ni la soportan en la “sociedad", ni la aguantan
en la “religión”. Esto es lo que va más directamente contra
el Evangelio.
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