martes, 4 de agosto de 2015

Parate un momento: Evangelio del día 5 de Agosto - Miércoles - 18 ª Semana del Tiempo Ordinario






5 de Agosto - Miércoles -
18 ª Semana del Tiempo Ordinario

Mt 15, 2128

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo", Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando”. Él les contestó: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas: “Señor, socórreme”. Él le contestó: “No está bien echar a los perros el pan de los hijos”. Pero ella repuso: “Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. Jesús les respondió: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. En aquel momento quedó curada su hija”.

1. Ante este relato, son muchas las personas que, de entrada, se sienten mal. Porque no es propio de una persona bien educada responder a una mujer que pide ayudas lo que dice este evangelio que respondió Jesús. Por eso cabe preguntarse si efectivamente este episodio sucedió tal y como aquí se cuenta.

2. Para comprender lo que este evangelio quiere enseñar, hay que tener presente que la mujer, que acude a Jesús, era cananea. Es decir, era una mujer pagana. Esto supuesto, la clave de interpretación del relato está en que primero hay un rechazo del paganismo (representado por la mujer), y después se hace un elogio de lo que antes se ha rechazado. Sucediera o no sucediera esto tal como se cuenta, el hecho es que, en Jesús, se produce un cambio: el paso del exclusivismo religioso a la aceptación y el elogio de la fe de quien pertenece a otra religión.

3. Por tanto, Jesús representa el fin del exclusivismo religioso. Que no es solamente la aceptación de la tolerancia y el respeto a quien tiene otras creencias y otras prácticas religiosas. Es, sobre todo, el elogio de quien, tenga las creencias que tenga, tiene una profunda humanidad, que se manifiesta en el cariño a su hija, la preocupación por ella, la bondad del que soporta un rechazo humillante y, sobretodo, la fe-confianza en Jesús, es decir, fiarse de quien puede poner fin al sufrimiento. Jesús no le pidió a la mujer que cambiara de religión. Jesús solo se fijó en la humanidad de
aquella madre.





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