jueves, 6 de agosto de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 7 de Agosto - Viernes - 18ª Semana del Tiempo Ordinario





7 de Agosto - Viernes -
18ª Semana del Tiempo Ordinario

Mt 16,24-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi, la encontrará. -¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? - ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del Hombre con majestad”.

1. Las gentes de Galilea, que escuchaban a Jesús, sabían muy bien lo que era “cargar con una cruz”. Junto a los caminos de Galilea se veían señales que indicaban dónde habían sido crucificados los galileos revolucionarios que no soportaban la opresión de los legionarios romanos. Por eso, cuando Jesús les dice a los discípulos que “seguirle” es “cargar con la
cruz”, no se refiere a nada religioso, ascético, espiritual. Porque nada de eso era “cargar con la cruz” en los pueblos que Roma dominaba. La cruz era el tormento con el que se ejecutaba a los esclavos y a los subversivos contra el imperio romano (Tácito). Era el suplicio que arrancaba el honor y la dignidad al ciudadano del imperio (Cicerón). Seguir a Jesús es vivir de forma que uno tiene que estar dispuesto a que lo tengan por un subversivo y un indigno de seguir viviendo. Y eso, no por intereses de poder, sino por causa de una bondad que no escurre el hombro ante las injusticias.


2. Las últimas palabras de Jesús son la prueba más clara de que él no lo sabía todo. Le pasaba lo que nos pasa a todos los humanos: nos equivocamos, a veces. Se equivocó porque ninguno de los allí presentes vio al Hijo del Hombre “venir con majestad”. No olvidemos que Jesús fue “probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado” (Heb 4, 15). Ignorar ciertas cosas o equivocarse no es pecado. Es lo propio de la condición humana.  

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