25
de Agosto - MARTES -
21ª
Semana del Tiempo Ordinario
Mt
23,23-26
En
aquel tiempo, habló Jesús diciendo: “¡Ay de vosotros letrados y
fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y
del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la
compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar,
aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el
mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de
vosotros
letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el
plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará
limpia también por fuera".
1. El
evangelista pone en boca de Jesús un tercer “Ay’ de denuncia y
amenaza, que se refiere al problema del diezmo, la décima parte de
los ingresos, que los israelitas debían pagar al templo. Se
trataba, por tanto, de un impuesto religioso. En la Biblia, se
prescribía un impuesto por los frutos del campo (Lev 27, 30) y de
algunos productos de la siembra (Dt 14, 22 s). El dinero que se
recolectaba con estos diezmos iba destinado al Templo, concretamente
a los sacerdotes y empleados. Pero, además de esto, la Misná
había establecido otro segundo diezmo por toda clase de frutos secos
y legumbres. El hecho es que con estos impuestos se oprimía a la
pobre gente trabajadora, en provecho del clero judío.
2. Así
las cosas, lo que Jesús denuncia es la exigencia escrupulosa que
ponían los letrados y fariseos a la hora de exigir el pago de estos
impuestos, mientras que las exigencias éticas básicas, el derecho,
la misericordia y la fidelidad, se descuidaban y hasta se
atropellaban de forma escandalosa. Es impresionante la actualidad
que tienen estas denuncias del
evangelio
de Mateo. En los tiempos actuales, cuando tantos millones de
criaturas humanas se mueren de hambre, por la explotación que sufren
de los países ricos y de las grandes empresas multinacionales, los
obispos y el clero ayudan a los pobres con la caridad, pero se callan
cuando la defensa de la justicia y de los derechos humanos ponen en
peligro la
seguridad
y los privilegios que suele tener la Iglesia.
3. El
cuarto ¡Ay! habla directamente de la hipocresía que cuida con
esmero la imagen externa, la apariencia pública, al tiempo que “por
dentro las cosas están impresentables. La distinción entre el
interior y el exterior de los vasos era cosa frecuente en tiempos de
Jesús. Los rabinos distinguían incluso entre la cara interna y
la cara externa de los vasos. Lo
que
les importaba es que por fuera estuvieran limpios. Son conocidas
las controversias que había entre los seguidores de Hillel y los de
Schammai sobre este asunto (J. Neusner), tan ridículo y de tan mala
educación. En las religiones que conocemos es algo que, por
desgracia, se vive a diario, a veces hasta extremos difíciles de
explicar. Y no terminamos de aceptar que lo que importa en la vida
es la sinceridad, la claridad y la autenticidad de nuestras vidas.
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