jueves, 6 de agosto de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 8 de Agosto – Sábado - 18ª Semana del Tiempo Ordinario






8 de Agosto – Sábado -
18ª Semana del Tiempo Ordinario

Mt 17, 14-20

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que le dijo de rodillas: “Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo". Jesús contestó: “¡Gente sin fe y perversa! -¿Hasta cuándo os tendré que soportar?” Traédmelo. Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: "¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?”. Les contestó: “Por vuestra poca fe. Os aseguro que, si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aqui, y vendría. Nada os sería imposible”.

1. En este relato se ve claramente que, en aquella cultura, la epilepsia era interpretada como tener un demonio. La curación del niño se realiza mediante la expulsión del demonio. La ignorancia de los fenómenos o causas naturales busca explicación en fenómenos o causas sobrenaturales. En esos casos, Dios se convierte en un “tapa-agujeros” con el que
pretendemos resolver nuestras ignorancias. Las creencias no deben ser eso. Deben ser fuerza de transformación que nos impulse a superar la deshumanización que todos llevamos dentro de nosotros.

2. Jesús entiende la fe como una fuerza que traslada montañas, cosa que el evangelio repite dos veces (Mt 17, 20; 21, 21), lo que indica que es algo importante para comprender lo que es la fe. No se trata de que la fe consista en la capacidad de hacer lo imposible. En Mt 21, 21, Jesús dijo esta misma sentencia cuando estaba llegando a Jerusalén. -¿De qué monte hablaba entonces? Las palabras de Jesús indican “este monte’. Ahora bien, allí no podía señalar nada más que al “monte santo” sobre el que estaba edificado el grandioso templo de Jerusalén, centro de la religión establecida. Por tanto, lo que Jesús afirma es que la fe, que él presenta, acaba con la religión, sus ceremonias y sus funcionarios. Cuando la fe en Jesús es verdadera y fuerte, derriba la montaña de creencias raras, seguridades supersticiosas y sentimientos de culpa enfermizos que llevamos dentro. Y, en su lugar, pone la fuerza que da vida y hace felices a los humanos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario