miércoles, 1 de junio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 2 DE JUNIO - JUEVES 9ª – Semana del Tiempo Ordinario – C Santos Marcelino y Pedro, mártires.




2 DE JUNIO - JUEVES
9ª – Semana del Tiempo Ordinario – C
Santos Marcelino y Pedro, mártires.

       Evangelio  según san Marcos 12, 29b-34

       En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:
       “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
       Respondió Jesús:
       “El primero es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.
       El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
        No hay mandamiento mayor que estos”.    El letrado replicó:
       “Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
       Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
       “No estás lejos del Reino de Dios”.
        Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

       1.   Es evidente que los evangelios sinópticos, en este relato y en sus paralelos (Mt 22, 34-40; Lc 10, 25-28),  al poner en boca de Jesús esta afirmación tajante a favor del amor a Dios y el amor al prójimo, unidos en un solo mandamiento, que “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”, lo que en realidad presentan es una forma completamente nueva de entender y vivir el hecho religioso.
       Esto también es constitutivo de la originalidad del cristianismo.  Cosa que ni siempre, ni todo el mundo entiende debidamente.  Ni, por supuesto, se pone en práctica como se debería hacer, si es que pretendemos tomar en serio el Evangelio de Jesús en nuestras vidas.
¿En qué está la novedad?

       2.   Según expresó Schleiermacher, la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles.  De forma que a cualquier “dios” se le puede denominar como “Rey de Reyes” y “Señor de los Señores”.  O expresiones semejantes.   De donde se sigue que lo más común en las religiones consiste en todo un conjunto de rituales que expresan sobre todo “sumisión”: inclinarse, arrodillarse, callarse, descalzarse, ponerse muy serio, humillarse...      Jesús, sin embargo, prescinde de todo eso. Y lo centra todo en lo que fue su propia conducta: acoger, curar, dar de comer, compartir la vida con pobres, mendigos, personas despreciadas, niños...

       3.   Por eso, lo más necesario y urgente, que hoy pueden hacer las religiones, es (a ejemplo de Jesús) dejar de preocuparse por sus poderes y mandamientos, por la observancia de sus rituales de sumisión en los fieles y de mando en los jerarcas. Y centrar su interés y su influencia en remediar los problemas éticos que tiene planteados el mundo en este momento.
       De unos a otros, la tolerancia con los que piensan de manera distinta, la sensibilidad ante el sufrimiento sobre todo de los más desamparados, centrar nuestras preocupaciones en hacer felices a los demás.
       Y sobre todo hacer lo que esté a nuestro alcance para dejar a las generaciones futuras un mundo habitable, menos destrozado y esquilmado que el que ahora tenemos.
       Así demostraremos que creemos en lo que dice el Evangelio: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  No hay ningún mandamiento mayor que este”.

Santos Marcelino y Pedro, mártires.
Año 304


             El primero de estos dos santos mártires era un sacerdote muy estimado en Roma, y el segundo era un fervoroso cristiano que tenía el poder especial de expulsar demonios. Fueron llevados a prisión por los enemigos de la religión, pero en la cárcel se dedicaron a predicar con tal entusiasmo que lograron convertir al carcelero y a su mujer y a sus hijos, y a varios prisioneros que antes no eran creyentes. Disgustados por esto los gobernantes les decretaron pena de muerte.
    A Marcelino y Pedro los llevaron a un bosque llamado "la selva negra", y allá los mataron cortándoles la cabeza y los sepultaron en el más profundo secreto, para que nadie supiera dónde estaban enterrados. Pero el verdugo, al ver lo santamente que habían muerto se convirtió al cristianismo y contó dónde estaban sepultados, y los cristianos fueron y sacaron los restos de los dos santos, y les dieron honrosa sepultura. Después el emperador Constantino construyó una basílica sobre la tumba de los dos mártires, y quiso que en ese sitio fuera sepultada su santa madre, Santa Elena.
    Las crónicas antiguas narran que ante los restos de los santos Marcelino y Pedro, se obraron numerosos milagros. Y que las gentes repetían: "Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros clamores".


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