martes, 7 de junio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 8 DE JUNIO - MIÉRCOLES 10ª - SEMANA DEL T.O.- C San Maximino, confesor




8 DE JUNIO - MIÉRCOLES
10ª -  SEMANA DEL T.O.- C
San Maximino, confesor

       Evangelio según san Mateo 5, 17-19

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
        “No creáis que he venido a abolirla Ley o los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
       Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
       El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos.  Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos”.

       1.   Este texto es clave para entender y vivir todo lo que Jesús explica en el sermón del monte.
       Toda la importancia radica en la contraposición de los verbos “katalyo” (suprimir) y “pleróo” (cumplir plenamente) (Mt 5, 17).
       Jesús afirma  —y deja establecido como criterio de interpretación—  que todo lo que va a decir no significa suprimir la Ley, sino que represente dar pleno cumplimiento a la Ley.
       Se puede asegurar que en esta fórmula se centra y queda concentrada la clave de comprensión del Evangelio.  Y por eso también la originalidad del cristianismo en su relación con las demás tradiciones religiosas de la humanidad.

       2.   Todo se resume en comprender debidamente estas tres propuestas:
       1) El Evangelio de Jesús no es ni representa la abolición de la Ley (en este caso, la Ley del
A. T.
       2) El Evangelio de Jesús es y representa un comportamiento más exigente que el comportamiento que tenían y al que se atenían los escribas y fariseos: “si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5, 20).
       3) El Evangelio de Jesús es y representa un comportamiento más exigente porque es y entraña un aumento del cumplimiento que no es meramente cuantitativo, sino sobre todo cualitativo de lo que Dios manda y de lo que Dios quiere de los seres humanos (Ulrich Luz).

       3.   Al decir que no se trata de un aumento “cuantitativo”, sino “cualitativo”, lo que afirmamos es que Jesús no nos pide que cumplamos más leyes, sino que cumplamos las leyes desde un planteamiento distinto.
       En otras palabras, no se trata de una “intensificación” de las leyes, sino en un “desplazamiento” de esas leyes.
       ¿Qué significa este desplazamiento?
       En las religiones, la Ley de Dios es un componente más (junto con las creencias, los ritos y la sumisión a lo sagrado).
       En el Evangelio, la Ley de Dios es la mejor relación posible con los demás seres humanos, ya que es en ellos donde tenemos que encontrar a Dios (Mt 25, 31-42).
       Por tanto, en la Religión el centro está en el templo y lo sagrado, mientras que en el Evangelio el centro está en la vida entera y en las relaciones que los demás perciben que tenemos con ellos.
       En esto reside, a juicio de Jesús, la “plenitud de la Ley”.  
       En torno a este eje gira todo el Evangelio. Y el cristianismo entero.

San Maximino, confesor

Maximino nació al comienzo del siglo IV el Poitiers (Aquitania), al sudoeste de la antigua Galia. Provenía de un hogar muy piadoso.
La santidad de Agricio, obispo de Tréveris, llevó a Maximino a dejar el suelo natal e ir en busca de aquel prelado, para recibir lecciones de religión, ciencias y humanidades. El santo reconoció en el recién llegado una lúcida inteligencia y un firme amor a la doctrina católica, razón por la cual le confirió las sagradas órdenes. En el ejercicio de estas funciones hizo en breve tiempo notables progresos.
Al morir Agricio, conocidos por el pueblo los atributos de Maximino, por voluntad unánime éste fue su sucesor, ocupando la cátedra de Tréveris en el año 332.
Perturbaba en aquel tiempo en la Iglesia el arrianismo, doctrina que negaba la unidad y consustancialidad en las tres personas de la santísima Trinidad; según ellos el Verbo habría sido creado de la nada y era muy inferior al Padre. El Verbo encarnado era Hijo de Dios, pero por adopción.
Contra esta interpretación, que disminuía el misterio de la encarnación y el de la redención del hombre, se levantó Atanasio, obispo de Alejandría, que se había de constituir en el campeón de la ortodoxia.
Reinaba entonces el emperador Constantino el Grande, a quien los herejes engañaron acumulando calumnias sobre Atanasio, y así lograron que lo desterraste a Tréveris en el año 336. Allí Maximino lo recibió con evidencias de la veneración que le profesaba y trató por todos los medios de suavizar la situación del desterrado. Lo mismo hizo con Pablo, obispo de Constantinopla, también forzado a ir a Tréveris después de un remedo de sínodo arriano. Al morir Constantino, el hijo mayor, Constantino el Joven, su sucesor en Occidente, devolvió a Atanasio la sede de Alejandría.
En el año 345, Maximino concurrió al concilio de Milán, donde los arrianos, cuyo jefe era Eusebio de Nicomedia, fueron otra vez condenados. Considerado indispensable para cimentar la paz de la Iglesia celebrar un nuevo concilio ecuménico. Maximino lo propuso al emperador Constante; éste, hallándolo conveniente, escribió a su hermano Constantino, concertándose para tal reunión la ciudad de Sárdica (hoy Sofía, capital de Bulgaria).
Los arrianos quisieron atraer al emperador a su secta y justificar la conducta seguida contra Atanasio. Pero Maximino alertó al emperador, defendiendo así al obispo sin culpa; y Atanasio fue nuevamente restablecido.
Vuelto a su Iglesia, Maximino hizo frente a las necesidades, socorriendo a los pobres. Su familia residía en Poitiers y allá fue a visitarlos, pero murió al poco tiempo en esa ciudad, en el año 349. La fecha de hoy recuerda la traslación de sus reliquias a Tréveris.



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