martes, 14 de junio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 15 DE JUNIO - MIÉRCOLES 11ª – Semana del T.O.-C Stª María Micaela del Santísimo Sacramento



15 DE JUNIO - MIÉRCOLES
11ª – Semana del T.O.-C
Stª María Micaela del Santísimo Sacramento

       Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
       “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
        Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
       Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te lo pagará.
       Cuando recéis, no seáis como los hipócritas a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente.
       Os aseguro que ya han recibido su paga.        Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
       Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los farsantes que des figuran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
       Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”.

       1.   La vida cristiana no se puede vivir ni practicar para obtener fama, buen nombre, estima y alabanza, prestigio.
       Ni siquiera para hacer así apostolado.
       Jesús es terminante: todo lo que se hace para que la gente lo vea, el que no lo ve es Dios.
       Porque eso no hace bien a nadie. Ni al que lo hace, ni al que lo ve.

       2.   El que hace el bien por motivos interesados es un mercenario.
       Porque convierte la conducta ética en mercancía.
       Es decir, degrada el proyecto cristiano a la categoría de burdo negocio.
       Por eso, la idea de Jesús es esta: con lo que no se puede hacer negocio es con lo que jamás puede ser negociable, por ejemplo, el amor, la amistad, la generosidad o la fe.
       Al hacer eso, se degradan las cosas más dignas de la vida.

       3.   Pero hay en todo esto algo mucho más profundo.
       Jesús detesta la religiosidad exhibicionista, que se practica para que la vea la gente, incluso cuando eso se hace para que la religión tenga “presencia social”.
       Jesús insiste en que la religión se debe practicar de forma que nadie se entere, ni tu mano izquierda debe saber lo que haces con la derecha.
       El Dios de Jesús no ve nada más que “lo oculto”, lo que, por tanto, nadie puede saber.    Con esto, Jesús plantea, no solo el problema de la humildad y la autenticidad, sino algo más radical: el problema de la laicidad.
       Lo sagrado, para Jesús, es lo que no se ve, lo que no se sabe.
       Esto está en los antípodas del boato, la ostentación y el exhibicionismo religioso de las ceremonias eclesiásticas.
       Dios no ve nada de eso. Ni le interesa eso para nada.

Stª María Micaela del Santísimo Sacramento


Escritora y religiosa española, vizcondesa de Jorbalán, nacida en Madrid el 1 de enero de 1809, y fallecida en Valencia (donde se veneran sus restos mortales) el 24 de agosto de 1865. Declarada santa por la Iglesia Católica, fue beatificada el 7 de junio de 1927 y canonizada el 4 de marzo de 1934.
Quinta hija de los diez vástagos que tuvo el matrimonio aristocrático formado por don Miguel Demaisières Flores y doña Bernarda López de Dicastillo, condes de la Vega del Pozo, la joven María Micaela recibió una esmerada educación que habría de permitirle, andando el tiempo, plasmar sus virtuosas doctrinas en diferentes obras espirituales y salir adelante en la fundación de su propia orden religiosa, el Instituto de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad. Pero antes de que se hiciera patente en su vida la manifestación de su firme vocación religiosa, María Micaela ya se había interesado por la educación de la juventud desamparada.
Muerto su padre en 1822, a causa de un largo proceso tuberculoso que se le había declarado cuando combatía a las órdenes del general Castaños contra la invasión napoleónica, la joven María Micaela continuó perfeccionando su formación intelectual, sin desatender otras obligaciones sociales propias de su edad y condición. Así, entre 1836 y 1839 mantuvo relaciones amorosas con don Francisco Javier Fernández de Henestrosa, pero el compromiso se deshizo ante el nacimiento de la vocación religiosa de María (quien, aquel mismo año de 1839, había heredado el título de vizcondesa de Jorbalán).
Tras el fallecimiento de su madre, acaecido en 1841, una serie de circunstancias precipitaron su decisión de orientar su vida al servicio de los más necesitados. Entre ellas, la más determinante fue la visita que María Micaela realizó al hospital madrileño de San Juan de Dios, tras la cual se propuso consagrarse plenamente a la educación de los jóvenes inadaptados. Así, el día 21 de abril de 1845 fundó en la capital de España el Colegio de María Santísima de los Desamparados (sito en la calle Dos Amigos, 8), desde el cual comenzó a difundir su doctrina y a prepararse para empresas mayores.
Al cabo de dos años al frente de esta institución, la vizcondesa de Jorbalán emprendió un viaje a Francia para encontrarse, en París, con un hermano suyo y con la esposa de éste. La tenaz educadora arribó a la capital gala en mayo de 1847, y, antes de que concluyera dicho año, ya había fundado la Adoración en la parroquia parisina de St. Louis-en-l'Ille. Al año siguiente viajó por Francia y llegó hasta Bélgica, siempre ganando adeptos para su causa.
De regreso a España, en 1850 intentó en vano crear una fundación de Adoratrices. Cada vez más desprendida de los bienes mundanos, el día 12 de octubre de aquel mismo año abandonó su cómoda residencia madrileña para instalarse en un colegio de señoritas sito en la calle de Atocha. Allí redactó, al año siguiente, los primeros borradores de las Constituciones de su colegio. Ya por aquel entonces se había granjeado un predicamento de santidad que la convirtió en una de las personas más célebres de todo el Reino, por lo que su presencia era requerida de contino en muchos lugares, incluida la Corte. Llegó, en afecto, a gozar de gran predicamento al lado de la propia reina Isabel II, quien, para desesperación de liberales y librepensadores, solicitó su consejo en numerosas ocasiones.
Así las cosas, en 1856 logró fundar en Zaragoza otra congregación, y el primer día del año 1857, con autorización verbal del Arzobispo de Toledo, comenzaron a profesar las primeras hermanas Adoratrices. Pero, no contenta con haber logrado este objetivo, María Micaela siguió atendiendo sus desvelos pedagógicos hasta alcanzar la fundación de la Escuela Dominical de Madrid.
En 1858, el mencionado Arzobispo de Toledo la nombró Superiora General de la Congregación de Adoratrices, cargo que renovó sus bríos fundadores. Tres años después, de nuevo en la capital maña, estableció las conferencias de San Vicente Paúl; allí recibió la noticia, un 23 de septiembre de 1861, de que la Santa Sede había aprobado definitivamente las Constituciones de las RR. Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, lo que la lanzó a un frenético proceso de fundaciones por diferentes provincias españolas.
Pero su incesante actividad no se limitaba a los meros trámites administrativos de la Orden, puesto que aprovechaba la menor ocasión para ejercer su vocación de entrega en los más humildes menesteres. Así, en 1865 resultó contagiada por el cólera cuando atendía a unos enfermos, de resultas de lo cual le sobrevino la muerte durante el verano de aquel mismo año.
En el momento de su muerte, María Micaela del Santísimo Sacramento había dejado escritos numerosos testimonios de su quehacer al frente de la Orden que ella misma fundara, así como otros muchos documentos de gran utilidad para el conocimiento de la época que le había tocado vivir. Las epístolas que había enviado a diferentes corresponsales entre septiembre de 1845 y agosto de 1863 fueron recopiladas en el siglo XX por el P. Constancio Eguía Ruiz, quien, tras haberlas seleccionado y prologado, las dio a la imprenta bajo el título de Cartas espirituales (Madrid: Apostolado de la Prensa, 1945). Posteriormente, apareció el Epistolario general de la Vizcondesa de Jorbalán, editado por don Tomás Monzoncillo y del Pozo, al que siguió un libro de María Milena Toffoli titulado Estoy contigo. Pensamientos de Santa María Micaela del Santísimo Sacramento (Madrid: Ediciones Paulinas, 1984).
El susodicho Tomás Monzoncillo había dado a la imprenta también un Florilegio de pensamientos (Madrid: Imprenta Hidalgo, 1942) de la autora madrileña, basado en una serie de textos que había ido espigando de sus escritos. Por su parte, la mencionada María Milena Toffoli publicó también una selección de textos de María Micaela, que publicó bajo el título de Vida llena. La Eucaristía en la vida y obras de Santa María Micaela (Madrid: Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento, 1986).
Respecto a los hechos de su vida que corrieron de boca en boca durante muchos decenios después de su muerte, conviene recordar su afortunada recolección en un libro de García Rodrigo de Valencia, titulado Ramillete de flores o Episodios de la vida de Santa María Micaela del Smo. Sacramento, en el siglo Vizcondesa de Jorbalán (Valencia: Imprenta de J. Domenech, 1965).



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