9 DE JUNIO – JUEVES –
10ª - SEMANA DEL T. O.- C
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia
Evangelio
según san Mateo 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis
en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos:
No matarás, y el que mate será
procesado. Pero yo os digo:
Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado. Y si
uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo
llama “renegado”, merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te
acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces
vuelve a presentar tu ofrenda.
Procura arreglarte con el que te pone pleito, enseguida,
mientras vas todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil,
y te metan en la cárcel. Te aseguro que no
saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último cuarto”.
1. Consecuente
con el criterio básico, ya explicado, Jesús desplaza ante todo el amor a los
demás.
Ya no se trata del amor del que se habla
en el templo y se entiende desde el templo.
Se trata del respeto que se vive en la
calle, en el trabajo, en la casa, en el trato diario con los otros, sean
quienes sean.
El trato, por tanto, que tiene que
empezar, no por el mandamiento de no matar, sino por la exigencia del respeto, del
buen trato que elimina hasta la palabra ofensiva. O el trato a los otros que no
resuelve los asuntos acudiendo en seguida a la denuncia en el juzgado de
guardia.
Jesús no quiere ese tipo de persona. Ni soporta ese modelo de conducta.
2. Y
para que no quede duda alguna, Jesús explica el secreto de este asunto echando
mano de un caso muy concreto, pero que resulta tremendo al mismo tiempo: “si
vas a presentar tu ofrenda al altar y recuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte
con tu hermano, y luego ven y presenta tu ofrenda”.
Jesús no suprime ni el altar ni el culto.
Pero el centro del Evangelio no está ni en el altar ni en el culto, sino en la relación
que mantienes con los demás.
Más
en concreto, el centro está en el hecho que, desde lo que es justo, los demás
se sientan bien contigo.
Si alguno tiene (en justicia) algo contra
ti, mira: ¡no te acerques al altar!
Aquí es inevitable pensar en los
políticos, en los banqueros, en los que no rinden en su trabajo, en los que
tratan mal a la mujer, al marido, a los hijos, en los obispos y los curas que
saben que mucha gente está indignada con sus conductas...,
¿cómo podemos acercarnos tan tranquilos
al altar de la misa y la comunión?
¿Cómo nos atrevemos a entrar tan devotos
en la iglesia...?
3. Para
terminar, Jesús no prohíbe que se acuda a los tribunales, cuando sea justo y no
haya más remedio.
Lo que Jesús dice es que lo primero tiene
que ser buscar un arreglo amistoso. Y solo cuando eso es inviable, entonces se
pone el asunto en manos de la justicia.
También las buenas personas tienen que
contar, a veces, con el poder judicial, para defender sus derechos.
San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia
Efrén
significa: "muy fructífero".
San Efrén
logró ya durante su vida gran fama como poeta y compositor de himnos
religiosos, y en la antigüedad fue el más grande poeta cantor de la Santísima
Virgen. La Iglesia Católica lo ha declarado Doctor de la Iglesia y los antiguos
lo llamaban "Arpa del Espíritu Santo". Tenía especialísima cualidad
para escribir poesías, y San Basilio dice que era tal la estimación que los
antiguos tenían por sus escritos, que después de las lecturas de la Sagrada
Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita por este santo.
El mejor
triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran parte la introducción de
los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por medio de la
música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron prontamente
por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos por todas
partes.
Efrén
nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma de sí mismo que de
joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron
las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta de que necesitaba de
Dios.
El santo
narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se
extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy agradables y
provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y cantos) se
iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y agradabilidad.
El obispo
lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó
muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas
religiosas de diversas parroquias.
Los persas
de Irán invadieron la ciudad de Nisibe, tratando de acabar con la religión
católica, y entonces Efrén junto con gran número de católicos, huyeron a la
ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años de su vida, dedicado a
componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y enseñar religión a
cuantos más podía. Dicen que la idea de dedicarse a componer himnos religiosos
le llegó al ver que los herejes llevaban mucha gente a sus reuniones por medio
de los cantos que allí recitaban. Y entonces Efrén dispuso hacer también muy
simpáticas las reuniones de los católicos, por medio de himnos y cánticos
religiosos, y en verdad que logró conseguirlo.
Para mejor
inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y en los
sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo silencio.
Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la inspiración de
lo alto.
Pero el
obispo de Edesa al darse cuenta de las cualidades artísticas del santo lo
nombró director de la escuela de canto de la ciudad y allí estuvo durante 13
años (del 350 al 363) formando maestros de canto para las parroquias. Y sus
himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina cristiana, alejar las
herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los creyentes. Y aun hoy sus
composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo provecho para los lectores.
El expone las enseñanzas de la religión católica demostrando gran admiración
por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
Dicen los
historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de Cristo y el día del
juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el pueblo estallaba en
gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones consideraba como deber suyo
principalísimo prevenir y preparar al pueblo para que nadie se dejara engañar
por los errores de las sectas.
Los
herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de Efrén en los templos
católicos atraían tantos devotos, que los templos de las sectas se quedaban
vacíos.
La
humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser
sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de
un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de simple diácono.
La última
vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año 370 cuando hubo una
gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los ricos habían acaparado
los alimentos y se negaban a repartirlos entre los pobres por temor a que se
aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se ofreció de mediador y como a
él si le tenían total confianza, organizó un equipo de entrenados
distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las gentes más
necesitadas. En una grandísima epidemia organizó un grupo de 300 camilleros y
con ellos recogía a los enfermos y los llevaba a sitios especiales para tratar
de conseguir su curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas dos labores
fueron dos ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo, para que se
ganara dos bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar el hambre de
los más pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más
abandonados". Seguramente al llegar al cielo, habrá oído de labios de
Jesús aquella bellísima frase que El prometió que dirá un día a los que ayudan
a los pobres y enfermos: "Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve
hambre y me diste de comer. Ven al banquete preparado desde el comienzo de los
siglos". (Mt. 25,40).
De San
Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y de
los temas más sagrados de la religión católica. Sus admiraciones inmensas hacia
los sufrimientos son verdaderamente admirables y conmovedoras. Con razón las
gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían sus emocionantes escritos.
Por Jesús y por María tenía los más profundos sentimientos de simpatía y
admiración. A María la llama siempre "Madre de Dios".
Su muerte
sucedió probablemente en junio del año 373.
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