23 DE JUNIO – JUEVES –
12ª~ Semana del T.-O.-C
San José de Cafasso, presbítero
Evangelio según san Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“No todo el que me dice: “Señor, Señor” entrará en el Reino de
los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado
en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre
muchos milagros?”
Yo entonces les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se
parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia,
se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero
no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica
se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia,
se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se
hundió totalmente”.
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de
su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los letrados.
1. Aquí
termina el sermón del monte, según el evangelio de Mateo.
En este final, Jesús resume el contenido
central de lo que él ha querido enseñar.
Y lo primero que Jesús deja claro es que
la salvación no depende de la “piedad” o la “devoción”, sino de la “conducta”
que el propio Jesús ha planteado en el sermón del monte. Las plegarias, las devociones, las abundantes
invocaciones, las observancias piadosas…, todo eso es bueno y nos ayuda, pero
se puede convertir en un engaño y una trampa.
Porque nos ciega los ojos del alma hasta
impedirnos ver lo lejos que anda nuestra vida del modo de vida que trazó Jesús.
2. “El
que escucha estas palabras mías y las pone en práctica...”.
¿De qué palabras se trata?
Como es lógico, Jesús está hablando del
largo discurso que supo recopilar Mateo en su evangelio (tres capítulos
completos, el 5, 6 y 7).
¿Qué plantea Jesús en esos capítulos?
En resumen, el problema capital de las
relaciones humanas.
A eso se refiere, como es evidente, el
tema de los pobres, el tema del dinero, el tema del perdón, la “regla de oro”
en cuanto al trato con los demás, la bondad con todos y el amor a todos.
El que hace eso y vive así, ese es el que
vive en una casa sólida y bien construida.
El que no hace eso es un insensato, que
vive sobre un montón de arena.
Así de concreta, y así de práctica es la
ética de Jesús.
Al decir esto, estamos tocando el corazón
mismo del Evangelio.
3. Por
esto es por lo que se puede —y se debe— decir con seguridad y firmeza que
el Evangelio
no es primordialmente un libro de religión, sino que en realidad lo que nos presenta
es un proyecto de vida.
De forma que esa manera de vivir, de
entender y de orientar nuestra conducta, en eso consiste la religión que nos
enseñó Jesús. Los templos, los altares,
los rituales, las leyes y las normas, las imágenes sagradas, los sacerdotes y
los obispos, todo eso es aceptable en la medida, y solo en la medida, en que
nos ayuda, nos impulsa y nos orienta para ser siempre buenas personas y portarnos
con todos siempre con extrema bondad.
San José de Cafasso, presbítero
CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2010
-A la luz del recién clausurado Año Sacerdotal, Benedicto XVI
recordó en la catequesis de la audiencia general de los miércoles la figura del
italiano San José Cafasso (1811-1860), del que hace una semana se celebró el
150 aniversario del fallecimiento. San José estudió filosofía y teología y
cuatro meses después de ser ordenado sacerdote, en 1833 ingresó en el
Convictorio Eclesiástico "San Francisco de Asís" de Turín para
perfeccionarse en la pastoral.
La
figura de sacerdote que contribuyó a reforzar, dijo el Papa, fue "la de
verdadero pastor con una rica vida interior y una profunda entrega en la
atención pastoral, fiel en la oración, comprometido en la predicación, en la
catequesis, atento a la celebración de la Eucaristía y al ministerio de la
Confesión, siguiendo el modelo encarnado por San Carlos Borromeo y San
Francisco de Sales y promovido por el Concilio de Trento".
"San José Cafasso -prosiguió- intentó realizar este modelo en la
formación de los jóvenes sacerdotes para que ellos, a su vez, se convirtieran
en formadores de otros presbíteros, religiosos y laicos, siguiendo una cadena
tan especial como eficaz".
El
santo, que dedicaba muchas horas a la Confesión, "amaba de forma total al
Señor, tenía una fe bien enraizada, sostenida por una oración profunda y
prolongada y vivía una caridad sincera con todos. Conocía la teología moral,
pero también conocía muy bien las situaciones y el corazón de la gente, de cuyo
bien se hacía cargo, como el buen pastor".
Recordando
que San Juan Bosco lo tuvo como director espiritual de 1835 a 1860, Benedicto
XVI precisó que San José Cafasso no quiso nunca hacer de San Juan Bosco "un
discípulo a su imagen y semejanza", y este a su vez no copió nunca a su
maestro. "Lo imitó en las virtudes humanas y sacerdotales, definiéndolo
modelo de vida sacerdotal, pero siguió sus actitudes personales y su vocación
propia. Esta es una enseñanza fundamental para todos los que se dedican a la
formación y a la educación de las generaciones jóvenes".
Otro
elemento que caracterizó el ministerio de San José Cafasso fue "la
atención por los últimos, en particular por los presos que (...) vivían en lugares
inhumanos y deshumanizadores". Si al principio el santo recurría en sus
sermones a los encarcelados a "grandes predicaciones a las que asistía a
menudo toda la población carcelera, con el pasar del tiempo privilegió la
catequesis más directa, llevada a cabo en los encuentros y coloquios
personales. Respetuoso de las vivencias de cada uno, afrontaba los grandes
temas de la vida cristiana, hablando de la confianza en Dios, de la adhesión a
su voluntad, de la utilidad de la oración y de los sacramentos, cuyo punto de
llegada es la Confesión, el encuentro con Dios que se hace misericordia
infinita.
Murió
en 1860. En 1948 el Papa Pío XII lo proclamó patrono de las cárceles italianas
y en 1950 lo propuso como "modelo para los sacerdotes entregados a la
Confesión y a la dirección espiritual".
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