viernes, 10 de junio de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 11 DE JUNIO - SÁBADO 10ª - SEMANA DEL T.O.-C San Bernabé, apóstol.




11 DE JUNIO - SÁBADO
10ª -  SEMANA DEL T.O.-C
San Bernabé, apóstol.

       Evangelio según san Mateo 5, 33-37

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
       “Sabéis que se mandó a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus votos al Señor”.  Pues yo os digo que no juréis en absoluto, ni por el Cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey.  Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro ni un solo pelo.
       A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”.

       1.   Soren Kierkegaard dejó escrito: “El juramento es una contradicción tan grande como dejar que un hombre jure poniendo la mano sobre el Nuevo Testamento donde se dice: no debes jurar” (El Instante, n° 3).
       Hay cargos públicos, que toman posesión del cargo, cometiendo esta contradicción.
       Y luego, cuando la gente ve los disparates que comete el que puso a Dios por testigo para darle validez a su gestión del cargo, ¿qué dirán de Dios y de la religión que cree en el esperpento a que da pie esa forma de entender y vivir la religión?
       Y es que, ya los antiguos pensadores, insistieron en que el hombre debe inspirar confianza por sí mismo y no ha de estar ligado a ninguna otra autoridad.
       El juramento es indigno del hombre libre
(Sófocles, Menandro, Epicteto, Quintiliano).  Y otro tanto en los escritores judíos
(Filón, F. Josefo).

       2.   Jesús exige la veracidad absoluta de la palabra humana. Porque, como ya dijo A. Schlatter,  Jesús “eliminó la distinción entre las palabras que tienen que ser verdaderas y aquellas otras que no necesitan serlo” (cf. U. Luz).
       Jurar es, en el fondo, no aceptar que la palabra humana merece, por sí sola y por sí misma, una credibilidad incuestionable. Se echa mano de “lo divino” porque “lo humano”, por sí solo, no es de fiar. Lo cual es, en definitiva, un profundo menosprecio a la dignidad y credibilidad humana, sin más.
       Por otra parte, el juramento es una utilización de Dios, de su santo nombre y de su autoridad, para dar crédito a la palabra humana.
       Ahora bien, de sobra sabemos que, con frecuencia, la palabra humana es falaz, insegura, engañosa.  Y por eso precisamente echamos mano de la autoridad de Dios, para completar lo que le falta a la sola autoridad del ser humano. Y eso, exactamente eso, es lo que Jesús no tolera.
       Jesús aprecia tanto lo humano, le da tanto valor y le otorga tanto respeto, que no tolera ni ponerse él en lugar del hombre.
       La prohibición del juramento es, en definitiva, la afirmación más fuerte de respeto a la dignidad y a la credibilidad que merece lo humano, lo verdaderamente humano, sin mezcla de inhumanidad.

       3.   Tenemos que “secularizar” la vida, la sociedad, la convivencia, las instituciones.
Meter a Dios en todo, es algo que equivale (sin darnos cuenta) a un acto de menos-precio a la dignidad de la palabra humana y del ser humano.
       En todo caso, siempre nos tendría que bastar la tradicional “Palabra de honor”. Porque el honor humano, bien entendido, es honor divino.

San Bernabé, apóstol.


      A pesar de que San Bernabé no fue uno de los doce elegidos por Jesucristo, es considerado Apóstol por los primeros padres de la Iglesia, aún por San Lucas, a causa de la misión especial que le confió el Espíritu Santo y de su activa tarea apostólica.
Bernabé era un judío de la tribu de Levi, había nacido en Chipre; su nombre original era el de José, pero los Apóstoles lo cambiaron al de Bernabé que significa ‘hombre esforzado’. Se le menciona en las Sagradas Escrituras, en el cuarto capítulo de los Hechos de los Apóstoles; se menciona la venta de sus propiedades.
El Santo fue elegido para llevar el Evangelio a Antioquía, instruir y guiar a los neófitos. Para esta misión obtuvo la cooperación de San Pablo. Los dos predicadores obtuvieron gran éxito; Antioquía se convirtió en el gran centro de evangelización y fue ahí donde, por primera vez, se dio el nombre de Cristianos, a los fieles seguidores de Cristo. Tiempo más tarde, se les encomendó una nueva misión y partieron a cumplirla, acompañados por Juan Marcos. Primero se trasladaron a Seleucia y después a Salamina, en Chipre. Luego llegaron a Pafos, donde convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, navegaron hasta Perga en Pamfilia, donde Juan Marcos los abandonó. En Iconium, en Licaonia, estuvieron a punto de morir apedrados. En Listra, San Pablo curó milagrosamente a un paralítico y los habitantes paganos los confundieron con dioses. De regreso a Antioquía pasaron por todas las ciudades que habían visitado para confirmar y ordenar presbíteros. Surgieron ciertas diferencias entre San Pablo y San Bernabé, por lo que decidieron separarse. San Bernabé partió entonces hacia Chipre, acompañado de Juan Marcos, para visitar las iglesias que ahí se habían fundado.
Alrededor del año 60 ó 61, San Bernabé ya había muerto. Se dice que fue apedrado hasta morir en Salamina.Otra tradición nos lo presenta como predicador en Alejandría y en Roma y además como primer obispo de Milán.


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