13 DE JUNIO – LUNES –
11ª - SEMANA DEL T.O.-C
San Antonio de Padua, presbítero y doctor.
Evangelio
según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
“Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo
y diente por diente”.
Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la
mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte
la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo
dos; a quien te pida, dale; y al que te pide prestado no lo rehúyas”.
1. La
“ley del talión” o del castigo semejante (del latín talis), limitaba la venganza
a un castigo parecido. Es decir, limitaba el castigo que se debía imponer al
infractor según un criterio de proporcionalidad con el daño recibido (Filón;
cf. H. D. Betz, W.Carter).
Esta ley se encuentra en el A. T. (Ex 21,
23-25; Deut 19, 21). Y fue, en todo caso y en sus orígenes, una ley
humanitaria. Pero una ley pensada con un criterio de humanismo limitado. Jesús
la recuerda. Afirmando, sin embargo, que eso no es suficiente para poner fin a
la violencia. Porque, como bien se ha dicho, “no se puede pagar con un daño
igual al sufrido, si se quiere romper el ciclo de la violencia” (Warren
Carter).
2. Jesús
quiere romper, de forma radical, con este círculo de la violencia (G.Theissen).
Por supuesto, no se trata de renunciar a
los derechos humanos, sino de cortar en seco la fuerza que en sí tiene la
violencia.
¿Es posible eso? ¿Se puede presentar como programa de vida
poner la otra mejilla al que te abofetea, darle al que te pide más de lo que te
pide, no rehuir al que te pide prestado...?
Hay quienes piensan que un sujeto, que
llegase a programar así su vida, por eso mismo se suicidaría como sujeto
social.
Según la “Teoría matemática de juegos y
su simulación por ordenador”, parece estar demostrado que, tal como somos los
humanos, un individuo que programase su vida según la letra del sermón del
monte, perdería siempre en la vida y en la sociedad.
¿Puede querer eso Dios?
La respuesta más razonable consiste en
recordar que el ser humano no está programado por instintos (como ocurre en las
especies animales).
El ser humano es capaz de producir y
mantener convicciones libres. Y sabemos que “una convicción se define por el
hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella” (J. Habermas,
Ch. S. Peirce).
Por tanto, ni los hábitos sociales
establecidos son invariables.
Ningún ordenador puede predecir nuestra
conducta. Porque, además de la
“inteligencia tecnológica”, tenemos la “inteligencia social”, en la que las
relaciones humanas y la libertad son determinantes.
3. Por
eso, la pregunta clave, que hay que hacerse, es esta: las “convicciones” que determinan
nuestras relaciones con los demás, ¿son las convicciones que nos dictan las
costumbres sociales establecidas?
¿O son las convicciones que propone el
Evangelio?
Es verdad que aquello, como sabemos,
terminó en muerte y fracaso.
Pero no es menos cierto que aquel fracaso
sigue adelante en la historia. Y de nosotros depende que aquel proyecto (el
Evangelio) le dé un giro distinto a la sociedad en que vivimos.
De ti, de mí, de nosotros depende.
San Antonio de Padua, presbítero y doctor.
S
|
(Lisboa, hacia 1195 - Arcella, junto
a Padua, 1231)
anto franciscano de origen
portugués, sacerdote y doctor de la Iglesia. Su nombre de nacimiento era
Fernando Martins; era hijo primogénito de Martín de Alfonso, caballero
portugués descendiente de nobles franceses (los Bouillon), y de María Taveira.
Estudió en la escuela catedralicia,
donde un tío suyo era maestrescuela; más tarde, en torno a 1210, ingresó en el
monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca
de Lisboa. Allí tuvo como maestros al propio prior, Pedro, y a un hombre de
amplios conocimientos como Petrus Petri. Pero su familia y amigos no aceptaron
su vocación y trataron de hacerle abandonar.
Para evitar estas presiones renunció
a la herencia familiar y se trasladó en 1212 al monasterio de Santa Cruz de
Coimbra, importante centro de enseñanza religiosa que contaba con una gran
biblioteca. En este otro lugar recibió la influencia de la escuela teológica de
San Víctor (París) a través de profesores que habían estudiado allí. Tampoco en
Coimbra encontró tranquilidad, pues el monasterio se vio afectado por el
enfrentamiento entre el rey Alfonso II de Portugal y el papa Inocencio III: su
propio prior, Juan, fue excomulgado por apoyar al primero.
Hacia 1219, fecha en que
probablemente era ya sacerdote, conoció a la pequeña comunidad franciscana de
Coimbra, establecida poco antes en el eremitorio de Olivais, y se sintió
atraído por su modo de vida fraterno, evangélico y en pobreza. Cuando poco
después llegaron a su monasterio restos de los primeros mártires franciscanos,
muertos en Marrakech, decidió ingresar en la nueva orden, que a causa de su
reciente creación aún estaba poco extendida y carecía del prestigio que
alcanzaría más adelante. Fray Juan Parenti, provincial de España, presidió la
sencilla ceremonia de toma de hábito franciscano (verano de 1220), en la que
cambió el nombre de Fernando por el de Antonio (el eremitorio de Olivais estaba
dedicado a San Antonio Abad), símbolo de su cambio de vida.
Tras un breve noviciado, e impulsado
por el ejemplo de los mártires franciscanos, parece que en otoño de ese mismo
año embarcó hacia Marruecos junto con otro hermano de orden, fray Felipe de
Castilla, para alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de
desembarcar contrajo la malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda
la vida; convaleciente todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.
Su intención era ahora llegar a las
costas españolas y desde ellas volver por tierra a Portugal, pero una tempestad
llevó el barco en que viajaba hasta Sicilia. Permaneció algún tiempo en Milazzo
(costa noreste de la isla), donde había una comunidad franciscana, para
completar su recuperación. En junio de 1221 asistió al capítulo de su orden en
Asís ("capítulo de las Esteras", que convocó a 3.000 franciscanos);
allí conoció a San Francisco de Asís y decidió no regresar a Coimbra para ponerse al
servicio de fray Gracián, provincial de la Romaña (circunscripción franciscana
que abarcaba todo el norte de Italia).
Éste lo envió durante un año al
eremitorio de Montepaolo (cerca de Forli) para que se fortaleciese antes de
encomendarle alguna misión de apostolado. A mediados de 1222, ya con buena
salud, predicó en la catedral de Forli (sin haber preparado previamente sus
palabras, pero con gran profundidad) con ocasión de unas ordenaciones de
franciscanos y dominicos.
Su provincial le nombró predicador y
le encargó ejercer su ministerio por todo el norte de Italia, donde se extendía
por muchos lugares el catarismo. Recorrió así, enseñando, numerosos lugares. Su
labor catequética en Rímini en 1223, por ejemplo, fue difícil, pero sus
exhortaciones y discusiones públicas acabaron teniendo éxito, logrando
convertir entre otros a Bononillo, obispo cátaro. A finales de este año o
principios de 1224 estuvo también en Bolonia, enseñando teología a otros
frailes franciscanos en el convento de Santa María de la Pugliola; fue el
primer maestro de la orden, recibiendo para ello el permiso de San Francisco,
que le escribió una carta llamándole "mi obispo".
Hacia 1224 o 1225, sus superiores lo
trasladaron al sur de Francia, donde los albigenses tenían más fuerza que en
Italia. Su método para combatir la herejía consistió en llevar una vida
ejemplar, en charlas con los no creyentes y en catequesis para fortalecer la fe
de los cristianos. Prosiguió su enseñanza teológica en Montpellier (donde se
formaban los franciscanos y dominicos que iban a predicar en la región) y
Tolosa (ciudad con fuerte presencia albigense), además de ser guardián del
convento de Le Puy-en-Velay (al oeste de Valence y Lyon) y, desde el capítulo
de Arlés de 1225, custodio de Limoges. Como tal estableció la residencia de los
franciscanos de la ciudad en una antigua ermita benedictina y fundó un convento
cerca de Brieve.
A finales de 1225 participó en el
sínodo de Bourges, que examinó la situación de la región. San Antonio de Padua
señaló a los prelados la necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo; el
obispo de Bourges, Simón de Sully, respondió a sus palabras y aplicó en lo
sucesivo la reforma de costumbres, ayudándose de franciscanos y dominicos para
la evangelización de su diócesis.
La muerte de San Francisco el 3 de
octubre de 1226 le obligó a viajar a Asís, como custodio de Limoges, para
asistir al capítulo general que debía elegir nuevo ministro general; éste tuvo
lugar el 30 de mayo de 1227, siendo elegido fray Juan Parenti. Buen conocedor
de la valía de Antonio, le nombró provincial de Romaña. Muy querido por sus
frailes, recorrió los lugares de su provincia donde había conventos
franciscanos; uno de ellos fue Vercelli, donde predicó en la catedral con gran
impacto y conoció al teólogo y canónigo regular Tomás Galo.
También por entonces debió estar
durante estancias largas en Padua, donde fundó una escuela de franciscanos y
comenzó a escribir una serie de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de
las misiones de predicación y la fundación de numerosos conventos. En el
capítulo general de 1230, reunido con ocasión del traslado de los restos de San
Francisco a su basílica de Asís, pidió a Parenti que le retirase el cargo, a
causa de su mala salud.
El general aceptó su renuncia a
cambio de formar parte de una comisión que debía presentar al papa Gregorio IX varias
cuestiones sobre la regla franciscana que el pontífice debía estudiar y
aprobar. Ante él y la curia romana predicó por entonces Antonio, siendo
escuchado con entusiasmo: el papa lo llamó "Arca del Testamento". Es
posible que colaborase en la redacción de la bula Quo elongati,
respuesta a los problemas planteados por la orden al pontífice.
Después marchó al que sería su
último destino, Padua, en la que se entregó con tal ardor que en lo sucesivo a
su nombre quedaría asociado el de la ciudad: Antonio de Padua. Se instaló
primero en la capilla de la Arcella, junto al convento de clarisas, pero solía
predicar en el convento franciscano de Santa María, extramuros de la ciudad.
Escribió, por petición del cardenal
Reinaldo dei Segni (el futuro Alejandro IV), una serie de sermones según las
fiestas del año litúrgico y predicó hasta el agotamiento la Cuaresma de 1231; a
sus sermones diarios asistió gran parte de la ciudad y consiguió del Consejo
Mayor de la ciudad la liberación de los deudores presos por no tener medios con
qué pagar sus deudas (origen del "Estatuto de San Antonio"). Poco
después, el podestá Esteban Badoer le rogó que solicitase al poderoso Ezzelino
IV da Romano la liberación de varios nobles paduanos que tenia prisioneros; de
este modo, viajó a Verona y se entrevistó con Ezzelino, aparentemente sin
éxito, si bien unos meses después de la muerte de Antonio acabaría por ceder.
En mayo, habiendo empeorado su salud
por el viaje, se retiró al cercano lugar de Camposampiero para descansar y
terminar de escribir los Sermones. Pero la gente tuvo conocimiento
del lugar en que estaba y acudió en masa a oírle y pedirle consejo. El viernes
13 de junio sufrió un colapso y, ante el próximo fin, pidió que le trasladasen
a Padua. Así se hizo, aunque para evitar las multitudes se detuvieron en la
Arcella, donde murió Antonio esa misma tarde tras recibir la extremaunción y
recitar los salmos penitenciales. No tenía aún cuarenta años, y había ejercido
su intensa predicación poco más de diez.
Orador sagrado, fundador de
hermandades y de cofradías, teólogo y hombre de gobierno, dejó varios tratados
de mística y de ascética y se publicaron todos sus sermones. Un año después de
su muerte fue beatificado. Su culto, muy popular, se generalizó a partir del
siglo XV. Su representación más valiosa se debe a Goya, quien lo plasmó en San
Antonio de la Florida. Fue proclamado doctor de la Iglesia en el año 1946. Su
fiesta se celebra el 13 de junio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario