4 DE JUNIO - SÁBADO
9ª – Semana del Tiempo Ordinario – C
Inmaculado Corazón de María
Evangelio
según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
“¡Cuidado con los
letrados! Les encanta pasearse con
amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de
honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los
bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.
Esos recibirán una sentencia más rigurosa.
Estando Jesús sentado
enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero:
muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
“Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más
que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa
necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
1. En
este relato, el evangelio de Marcos recoge y resume lo que Jesús pensaba
sobre dos
asuntos de importancia para el correcto funcionamiento de la religión, tal como
Jesús entendía el hecho religioso y cómo se tiene que vivir.
Estos dos asuntos son: 1) El templo.
2) Los letrados (o teólogos) que son los
responsables de la normativa que se debe imponer en el templo y, desde el
templo, para los fieles en general.
Jesús no fue un pensador, que, desde sus
teorías, programaba lo que se tenía que hacer en la práctica diaria de la vida.
Jesús tomaba como punto de partida lo que
veía que sucedía en lo concreto de la vida. Y, desde lo concreto, pensaba y programaba lo
que se tenía que modificar.
2. Jesús
pensaba que ni el templo, ni sus teólogos, debían gestionarse y funcionar como
se organizan la gestión y el funcionamiento de una empresa de producción o de
comercio.
En el templo, lo que importa no es la
cantidad de dinero que entra, sino el buen corazón de las personas que se
acercan al templo.
Por eso Jesús valora más y mejor la
bondad de una pobre viuda, que solo da unos céntimos, que la mayor fortuna que
pueda aportar un rico adinerado.
Y en el caso de los letrados, lo que
Jesús hace es advertir a la gente que tenga cuidado, no con la exactitud de las
doctrinas que enseñan, sino con el lujo, la pomposidad y las distancias con que
se presentan.
3. 0
sea, para Jesús, el templo (con sus sacerdotes, ornamentación, rituales,
ceremonias..., todo eso) interesa en tanto en cuanto es el “punto de encuentro”
de las gentes que solo puede llevar al lugar santo un corazón desprendido del
dinero y una generosidad ejemplar.
Si lo que se lleva al templo es dinero,
mejor es que no te presentes allí.
Eso no le interesa a Jesús.
Y de la misma manera, para Jesús lo que importa no es que la religión tenga maestros
y teólogos de mucha fama, gente de brillo, que puede ostentar lo que llama la
atención o lo que impresiona al público.
Sobre todo, si son hombres ambiciosos y
le sacan el dinero a las personas de buena voluntad con el pretexto de que así
vamos derechos al cielo.
Todo eso es exactamente lo que condena el
Evangelio.
¿Cuándo se acabarán las “tarifas parroquiales”
de misas, bodas, entierros...?
¡Ya está bien de tanto engaño y de tanta
ambición disfrazada de “piedad”!
Inmaculado Corazón de María
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su
Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas
blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita
a vivir el sendero del dolor-alegría.
La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de
manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo
nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente
unidos en el tiempo y la eternidad...
La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de
llegar a Jesús es por medio de su Madre.
Por ello, nos consagramos al Corazón de Jesús por
medio del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar
ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado respectivamente, en la
semana siguiente al domingo del Corpus Christi.
Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos
invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a
su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.
Venerar su Inmaculado Corazón significa, pues, no
sólo reverenciar el corazón físico sino también su persona como fuente y
fundamento de todas sus virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como
símbolo de su amor a Dios y a los demás.
El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente
la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos, por su
profunda pureza, en el auténtico sentido. Al escoger los caminos concretos
entre la variedad de las posibilidades, que como a toda persona se le ofrece,
María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente
a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos
impresa por el Plan de Dios.
Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de
Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón,
es decir la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde
encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.
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