25 DE JUNIO - SÁBADO
12ª~ Semana del T.-O.-C
San Máximo de Turín, obispo
Evangelio
según san Mateo 8, 5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le
acercó diciéndole:
“Señor, tengo en casa un criado que está en cama postrado y
sufre mucho”.
Él le contestó:
“Voy yo a curarlo”.
Pero el centurión le replicó:
“Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo?
Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis
órdenes: y le digo a
uno “ve”, y va; al otro, “ven”,
y viene; a mi criado, “haz esto” y lo hace”.
Cuando Jesús lo oyó
quedó admirado y dijo a los que le seguían:
“Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.
Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se
sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en cambio a los ciudadanos
del Reino los echarán afuera, a las tinieblas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Y al centurión le dijo:
“Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído”.
Y en aquel momento se
puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama
con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a
servirles.
Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él con su
palabra expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta
Isaías: “Él tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades”.
1. En
cuanto Mateo termina de relatar lo que dijo Jesús en el sermón del monte, lo primero
que hace es recopilar una larga serie de sanaciones de enfermos.
Tal es el contenido de los capítulos 8 y
9 del evangelio de Mateo.
Con el sumario conclusivo final en el que
Mateo lo resume todo diciendo: “Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas...
anunciando la Buena Noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad” (Mt
9, 35).
Al decir esto, ¿pretende afirmar Mateo
que Jesús, como Dios que era, iba haciendo “milagros” y demostrando, con su
abundancia de poder divino, que era Dios caminando por la tierra?
Para responder a eso, tendríamos que
saber con seguridad lo que en aquel tiempo se entendía por “milagro”.
¿Existe realmente el “milagro”?
¿No será, más bien, un “género
literario”, que pretende enaltecer a un personaje extraordinario?
2. Lo
único que está fuera de duda, en tantos y tantos relatos de curaciones de enfermos
en los evangelios, es que, para Jesús, el problema de la salud era el problema
que más le preocupaba.
Lo cual quiere decir que, para Jesús, lo
primero en la vida no es la religión, sino la atención, el cuidado y la ayuda a
los enfermos.
3. Esto
fue tan serio y grave, en la vida de Jesús, que, para él, la preocupación por
la salud del que sufre es más importante que las creencias y las prácticas religiosas.
Es lo que pone en evidencia lo que
ocurrió con el centurión.
Un militar romano tenía que someterse a
la religión romana y aceptar al Emperador como un “dios”.
Y
si embargo, Jesús aseguró que no había visto en nadie tanta fe como la que
tenía aquel “pagano”.
Es evidente que Jesús no entendía la
religión como la entendemos nosotros.
¿En qué está nuestro fallo?
¿Por qué Jesús entendía la fe de manera
distinta a como la entendemos nosotros?
San Máximo de Turín, obispo
Obispo
y escritor de teología. Nació probablemente en Retia, alrededor del año 380.
Murió poco después del 465. Únicamente existen dos fechas comprobadas
históricamente acerca de su vida. En 451 fue enviado al sínodo de Milán en el
que los obispos del norte de Italia aceptaron la famosa carta (epistola
dogmatica) de León I. En ella se definía la doctrina ortodoxa de la Encarnación
en contra de los nestorianos y eutiquianos (Mansi, "SS. Conc. Coll.
Ampl.", VI, 143). Máximo es el octavo de diecinueve firmantes, y como el
orden se determinaba por la edad, Máximo debe haber tenido cerca de setenta
años. La segunda fecha establecida es el 465, cuando él estuvo en el sínodo de
Roma (Mansi, VII, 959, 965 ss.). En este caso la firma de Máximo sigue
inmediatamente después de la del Papa, demostrando con ello que él era el más
anciano de los 48 obispos presentes. La fecha aproximada y el sitio de su
nacimiento pueden ser deducidos de un pasaje del Sermo 81(P.L., LVII, 695), en
el que él mismo se nombra testigo del martirio de tres sacerdotes misioneros en
397, en Anaunia, en los Alpes de Retia. La historia no hace mención alguna de
él después del 465. Es el primer obispo de que se tiene memoria en Turín, que
en ese entonces era diócesis sufragánea de la sede de Milán. Su sucesor fue san
Víctor. Su nombre aparece en el martirologio romano, el día 25 de junio, y la
ciudad de Turín lo honra como su santo patrono. Después del siglo XI se escribió
una biografía suya, de muy poca credibilidad, que está en las “Acta SS.”, de
Junio, VII, 3ª, edición, 44-46. En ella se narra, por ejemplo, que cierto día,
un clérigo lo siguió con aviesas intenciones hasta una capilla desierta a la
que el santo frecuentemente se retiraba a orar. De repente, el clérigo fue
presa de tal sed que debió pedir ayuda a Máximo. Una cierva pasaba ahí en ese
instante y Máximo la detuvo para que el clérigo pudiera beber de su leche. Esta
leyenda explica por qué san Máximo siempre es representado señalando hacia un
ciervo.
Fue autor de numerosos discursos,
editados en primera instancia por Bruni, y publicados por órdenes de Pío VI en
Propaganda Fidei en 1784 (reimpresos en P.L., LVII). Esos discursos,
pronunciados por el santo ante el pueblo, consisten de 118 homilías, 116
sermones y seis tratados (tractatus).
Las
homilías 1-16 son de tempore, o sea, siguiendo los tiempos del calendario
litúrgico y en las fiestas de Nuestro Señor; 64-82, de sanctis, o sea,
pronunciadas con ocasión de la fiesta del día; 83-118, de diversis, o sea,
exegéticas, dogmáticas y morales. Los sermones 1-55 son de tempore; 56-93, de
sanctis; 93-116, de diversis. Tres de los tratados se refieren al bautismo, uno
es apologético contra los no creyentes, y uno contra los judíos. De los últimos
dos sólo quedan fragmentos, de cuya genuineidad se duda. El sexto tratado, de
cuya genuineidad también existen dudas, contiene breves discursos sobre 23
temas sacados de los Cuatro Evangelios. Un apéndice recoge escritos de incierta
autoría: 31 sermones, tres homilías y dos epístolas largas, dirigidas a un
amigo enfermo. Muchos de los escritos que Bruni atribuye a Máximo son de dudoso
origen. Los discursos son generalmente muy breves y redactados en un lenguaje
muy fuerte, aunque a veces demasiado florido.
Entre
los muchos temas de liturgia e historia tratados en los discursos están: la
abstinencia de la Cuaresma (homilía 14), la prohibición de ayunar y
arrodillarse para orar durante el tiempo pascual (homilía 61), el ayuna de la vigilia
de Pentecostés (homilía 62), el sínodo de Milán del año 389, en el que fue
condenado Joviniano (homilía 9), la próxima invasión de los bárbaros (homilía
94), la destrucción de la iglesia de Milán a manos de los bárbaros (homilía
94), varias supersticiones paganas que aún sobrevivían en su tiempo (homilías
16, 100-102), la supremacía de san Pedro (homilías 54, 70, 72; sermón 114).
Todos sus discursos manifiestan gran preocupación acerca del bienestar de su
grey. En muchos incluso ataca los resurgimientos del paganismo y defiende la fe
ortodoxa frente a los ataques de la herejía.
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