3 DE JUNIO - VIERNES
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS DE JESÚS
Evangelio
según san Lucas 15, 3-7
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y letrados esta parábola:
“Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le
pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada
hasta que la encuentra?
Y
cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros muy contento;
“¡Felicitadme!,
he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os
digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.
1. La
fiesta del “Corazón de Jesús”, tal como se ha celebrado durante mucho tiempo (y
se sigue celebrando en algunos ambientes), evoca una espiritualidad de piedad y
devoción que nos lleva a pensar en un Dios, que se nos da a conocer en Jesús, y
que, en su forma de vivir, en sus costumbres, relaciones y amistades, es un
Dios al que hoy no dejarían entrar en determinadas iglesias, conventos, seminarios,
casas de espiritualidad...
El Jesús del Evangelio, según los
criterios dominantes hoy en no pocos ambientes eclesiásticos, no tendría
vocación, no podría entrar en más de un noviciado. Ni podría pertenecer a ciertos grupos muy
estrictos y tradicionales.
¿Será que no sabemos leer el Evangelio?
¿O no será, más bien, que (sin darnos
cuenta) andamos, en no pocas cosas, lejos del Jesús histórico?
2. Siempre
se ha dicho que lo central, en la fiesta del Corazón de Jesús, es el amor de
Dios tal como se nos reveló en Jesús.
Es, por tanto, una fiesta que apunta
derechamente el centro mismo del Evangelio. Y es verdad que el centro del
Evangelio se encuentra en el amor de Jesús a todos los seres humanos.
Lo que pasa es que eso se puede entender
y vivir de muchas formas y en expresiones muy diferentes.
En todo caso, una cosa es cierta: el
Jesús terreno (o histórico), que nos presentan los evangelios, no es el amante
devoto al que se corresponde con devoción, piedad o sentimientos similares.
El amor de Jesús resultó desconcertante
precisamente para los grupos más religiosos de su tiempo. Y el desconcierto se produjo porque Jesús —si
nos atenemos a lo que relatan los evangelios— no se distinguió por su “devoción” hacia las
personas “religiosas”, sino por su “sensibilidad” hacia las personas “marginadas”
(pecadores, publicanos, extranjeros, enfermos, pobres y mendigos, mujeres de
mala fama, y gentes necesitadas de toda índole).
3. La
fiesta del Corazón de Jesús nos tiene que recordar dónde, en qué y con quienes
se expresó el amor de Dios, en Jesús, al mundo, a todos los seres humanos. Y nos obliga a preguntarnos en la Iglesia:
¿acertamos con lo que realmente significa
y representa, para la humanidad, el amor del Corazón de Jesús?
Por más que esta pregunta nos resulte
molesta o inquietante, no podemos dejarla de lado en este día tan importante,
tan serio y tan entrañable.
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