lunes, 20 de junio de 2016

Párate un momento<. El Evangelio del día 21 DE JUNIO - MARTES - 12ª – Semana del T.-O.-C San Luis Gonzaga, religioso




21 DE JUNIO - MARTES -
12ª – Semana del T.-O.-C
San Luis Gonzaga, religioso

       Evangelio según san Mateo 7,6. 12-14

       Dijo Jesús a sus discípulos:
       “No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros.
       Tratad a los demás como queréis que ellos os traten, en esto consiste la Ley y los Profetas.
       Entrad por la puerta estrecha.
       Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.
       ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos”.

       1.   La sentencia solitaria y suelta, fuera de contexto, sobre los perros y los cerdos, seguramente fue recogida por Mateo, que la tomó de la fuente Q.
       Tanto perros como cerdos eran animales despreciados en aquella cultura (U. Luz).
       Es probable que, en el contexto en el que la sitúa Mateo, nos quiere decir que no es lo mismo “reprochar” que “corregir”.
       El reproche equivale a “desprecio”.
       La corrección es “ayuda”.
       Se puede corregir con cariño.
       El reproche y la mofa representan una humillación.
       Impresiona oír a una persona mayor cuando elogia a otra (con la que ha convivido mucho tiempo): “jamás me echó en cara nada”.    Eso indica un cariño entrañable.
       La corrección se hace desde la bondad, la confianza, el cariño.  Eso no hiere, sino que hace bien y se agradece.  Eso une a las personas y humaniza.

       2.   La segunda cosa, que propone hoy el evangelio de Mateo, es la “regla de oro”.
       Es una regla universal y se encuentra en casi todas las tradiciones religiosas de la
Antigüedad (H. Reiner).
       Se ha expresado en formulación positiva (“haced a otros”) y negativa (“no hagáis a otros”), como se ve en la literatura helenista (Herodoto, Isócrates, Diógenes Laercio...) y en la Biblia (Lev 19, 18; Tob 4, 15, Edo 31, 15) (W. Carter, H. D. Betz).
       Cuando Jesús dice “en esto consiste la Ley y los Profetas”,  lo que Jesús proclama es el resumen o síntesis de lo que Dios quiere.
       Y lo que quiere, por encima de todo, es que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten a nosotros.
       Cada cual quiere para sí mismo lo mejor. Pues lo mejor hemos de querer para los demás.
       La referencia a la “Ley y los Profetas” viene a ser el principio fundamental.
       Que nos indica esto: “Todo lo que el amor y los preceptos de Jesús exigen, todo sin excepción, hay que hacérselo a las demás personas” (U. Luz).
       De ahí que, según P. Hoffmann y. Eid, nos viene a decir que la regla de oro, según el Evangelio, se debe formular y vivir en positivo, cosa que es más exigente y no admite la mera actitud pasiva.

       3.   La alternativa final, que plantea Jesús, entre la puerta estrecha o la puerta ancha, el camino fácil o el camino difícil, son metáforas que remiten a la idea de “persecución” o “sufrimiento” a causa de la misión.
       Así se deduce del sustantivo que utiliza el texto de Mateo: thlipsis denota “opresión”, “tribulación” (Bauer).
       Con lo cual Jesús está afirmando que quien busca de verdad el Reino, tiene que estar dispuesto a superar una de las fuerzas más patéticas y peligrosas de la humanidad: el miedo.
       El que no se traga que el Evangelio comporta peligro, es evidente que no se ha enterado de lo que entraña el Evangelio.

San Luis Gonzaga, religioso


El Patrón de la Juventud Católica, San Luis Gonzaga, nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía. Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su adolescencia, decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar. Durante los años siguintes, el santo dio pruebas de ser un novicio modelo.
Estando en Milán y por revelación divina, San Luis comprendió que no le quedaba mucho tiempo de vida. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de las cosas de este mundo. Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán a Roma para completar sus estudios teológicos, siendo los atributos de Dios los sus temas de meditación favoritos. En 1591 atacó con violencia a Roma una epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital.
San Luis falleció en la octava del corpus Christi, entre el 20 y 21 de junio de 1591, a los 23 años de edad. Fue canonizado en 1726.


No hay comentarios:

Publicar un comentario