19 de Junio - DOMINGO –
12 – Semana del Tiempo Ordinario
Lectura de la profecía de Zacarías 12,
10-11;13, 1
Así dice el Señor:
«Derramaré sobre la
dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y
de clemencia.
Me mirarán a mí, a
quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como
se llora al primogénito.
Aquel día, será grande el luto en Jerusalén,
como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.»
Aquel día, se
alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén,
contra pecados e impurezas.
SALMO RESPONSORIAL 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
R. Mi alma está
sedienta de ti, Señor,
Dios mío.
·
Oh Dios, tú
eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma esta sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de
ti, como tierra
reseca, agostada, sin
agua. R.
·
¡Cómo te
contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R.
·
Toda mi vida
te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de
enjundia y de
manteca, y mis labios te
alabarán
jubilosos. R.
·
Porque
fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me
sostiene. R.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Gálatas 3, 26-29
Hermanos:
Todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús.
Los que os habéis
incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay
distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres,
porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia
de Abrahán y herederos de la promesa.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús
estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
—«¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron:
—«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías,
otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó:
—«Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo:
— «El Mesías de
Dios.»
Él les prohibió
terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
— «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho,
ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo:
— «El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda
su vida por mi causa la salvará.»
¿Quién es Jesús?
Desde que comienza su vida pública, la actividad de Jesús suscita una mezcla
de desconcierto y curiosidad: ¿quién es este hombre? La pregunta adquiere una
fuerza especial en el evangelio de hoy, donde es el mismo Jesús quien la
plantea.
El relato de Lucas podemos dividirlo en introducción y cuatro partes: 1) lo que piensa la gente; 2) lo que
piensa Pedro; 3) lo que piensa Jesús; 4) consecuencias para los oyentes.
Introducción
A diferencia de Marcos, que sitúa esta escena mientras
Jesús y los discípulos van de camino, Lucas lo presenta orando a solas, aunque
los discípulos están cerca. A Lucas le gusta presentar a Jesús rezando en los
momentos importantes, para inculcar a los cristianos la importancia de la
oración.
Lo que piensa la gente
Para la
gente, Jesús no es un personaje real, sino un muerto que ha vuelto a la vida,
se trate de Juan Bautista (asesinado poco antes), de Elías (muerto en el siglo
IX a.C.) o de otro antiguo profeta. Resulta interesante que el pueblo vea a
Jesús como uno de los antiguos profetas, en lo que pueden influir muchos
aspectos: su poder de realizar milagros (mayor incluso que el de Moisés, Elías
y Eliseo); su actuación pública, muy crítica con la institución oficial; su
lenguaje claro y directo; el hecho de que recorra los pueblos y aldeas
predicando, sin limitarse a hablar en el templo de Jerusalén. Pero hay otro
aspecto: en tiempos de Jesús, el título de "profeta" tenía fuertes
connotaciones políticas, y es muy posible que la gente, igual que los
discípulos de Emáus, viesen a Jesús como un libertador.
Lo que piensa Pedro
Jesús quiere saber si sus discípulos comparten esta
mentalidad o tienen una idea distinta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?”.
Es una pena que Pedro se lance inmediatamente
a dar la respuesta, porque habría sido interesantísimo conocer las opiniones de
los demás.
Según Marcos, la respuesta de Pedro se limita a las palabras "Tú eres el
Mesías". Lucas añade: “El Mesías de Dios”. Quizá quiere
dejar claro a sus lectores que Pedro no ve a Jesús como un simple líder
político, sino como el salvador político mandado por Dios.
“Mesías”, que significa “ungido”, era el título de los reyes de Israel y Judá,
ya que no se los coronaba sino se los “ungía” derramando aceite sobre su
cabeza.
La
monarquía desapareció el siglo VI a.C., pero en los siglos II-I a.C., se
difundió la esperanza de una restauración monárquica, y la imagen de un rey
futuro ideal, de un MESÍAS con mayúscula, fue adquiriendo cada vez más fuerza.
Los Salmos de Salomón, oraciones de origen fariseo, lo describen liberando a
Jerusalén de los romanos, purificándola de pecadores, instaurando un gobierno
justo y extendiendo su dominio a todas las naciones. Un rey que no confía en
caballos, jinetes ni arcos, no atesora oro y plata para la guerra, está limpio
de pecado para gobernar a un gran pueblo. En este contexto, la confesión de
Pedro reviste una importancia y una novedad enormes.
Lo que piensa Jesús
Jesús no comparte el entusiasmo político, nacionalista
y triunfalista que se puede intuir en las palabras de Pedro. No quiere que se
use el título de Mesías, para evitar equívocos (aunque después de su muerte se
convertirá en el título más habitual para designarlo, porque Cristo es la
traducción griega de “mesías”). Él prefiere
hablar de sí mismo como “el Hijo del Hombre”, título muy discutido, porque unos
dicen que significa simplemente “este hombre”, “yo”, y otros le dan un sentido
mucho más profundo, como el de un salvador definitivo.
Lo importante para Jesús no es el título que se le aplique, sino su destino.
Tiene que padecer, ser rechazado y asesinado. El rechazo se da por parte de
ancianos, sumos sacerdotes y escribas. Los “ancianos” detentan el poder
político; los sacerdotes, el poder religioso; los escribas, el intelectual. Es
probablemente el único caso en la historia en que los tres poderes se han
puesto de acuerdo para rechazar y condenar a muerte a una persona. Pero Jesús
sabe que la última palabra no la tienen ellos, sino Dios, que lo resucitará.
Consecuencias para los oyentes
La pregunta sobre quién es Jesús y cuál es su destino
no es una pregunta de examen ni de concurso, que no modifica la vida. Debe
provocar el deseo de seguirlo. Pero Jesús no es un político que intenta ganarse
a la gente con falsas promesas. Deja muy claro que ir con él significa negarse a
sí mismo, cargar con la cruz cada día, como añade Lucas.
Estas palabras se entienden mejor en el contexto del siglo I, cuando los
cristianos están siendo perseguidos y condenados a veces a muerte. Y en
bastantes países actuales de África y Asia, donde no resulta extraño que
estalle una bomba en la iglesia. Entonces adquiere pleno sentido lo que dice
Jesús: “El que pierda su vida por mi causa la salvará”.
¿Habrá alguien dispuesto a seguir a Jesús, a cargar con la cruz cada día?
Veinte siglos demuestran que sí. Y esto no se explica solo por decisión
personal. Según la primera lectura (tomada del profeta Zacarías) es fruto de un
cambio que Dios opera en nosotros al contemplar a Cristo crucificado. Frente a
los tres grupos de poder que rechazan y condenan a Jesús, son muchos más los
que se convierten, hacen duelo, y encuentran un manantial que los limpia de
pecados e impurezas.
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