lunes, 30 de enero de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 31 DE ENERO - MARTES – 4º - SEMANA DEL T.O.-A SAN JUAN BOSCO, PRESBÍTERO




31 DE ENERO - MARTES –
4º - SEMANA DEL T.O.-A
SAN JUAN BOSCO, PRESBÍTERO

Evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
"Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva".
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, se había puesto peor.
Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que, con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
        Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente, preguntando: 
"¿Quién me ha tocado el manto?"
Los discípulos le contestaron:
"Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: "¿quién me ha tocado?"
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido.
La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo:
 "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y
   con salud".
Todavía estaba hablando cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
"Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?"
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
"No temas; basta que tengas fe".
No permitió que le acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
"¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida”.
Se reían de él, pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña, la cogió de la mano y le dijo:
"Thalita qumi" (que significa: contigo hablo, niña, levántate").
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar -tenía doce años-. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

1. Lo primero que queda patente, en este relato, es que Jesús era reconocido por la gente como una persona a la que se podía acudir cuando alguien tenía una situación de sufrimiento, de enfermedad, de   injusticia, de humillación. Porque todo el mundo sabía que en Jesús se encontraba solución al sufrimiento humano. 
Además, a Jesús acudía toda clase de gente, fuera cual fuera religiosidad, su mentalidad, su categoría social, su nacionalidad. Jesús acogía a todos, escuchaba a todos, se interesaba por todos, ayudaba a todos. 
¿No tendríamos que ser así todos?
¿No debería ser así la Iglesia?

2. Jesús cura a una mujer que padecía hemorragias menstruales, una enfermedad   que, según la religión de Israel, causaba impureza legal (Lev 17, 10-14; Deut 12, 23). Incluso había quien pensaba que acercarse a una mujer así, eso era causa de muerte (b. Pesah 111) (M. Joel), además de sufrimiento y ruina económica (los gastos en médico). Y a continuación, Jesús devuelve la vida a
la hija del jefe de la sinagoga.
Por tanto, Jesús es, siempre y para todos, fuente de vida. Lo es igualmente para una mujer "impura" religiosamente que para el representante oficial de la religión en una aldea. Jesús, pues, estaba por encima de las diferencias religiosas. Remedia el sufrimiento de todos por igual.

3. Lo único que Jesús les pide, lo mismo a la mujer que al jefe religioso, es que tengan fe.
Para tener esa fe, Jesús no pide que se conviertan, que recobren la pureza religiosa, que cambien de religión.
¿Cómo entendía Jesús la fe?
Como confianza de que él era fuerza y fuente de vida, en "esta" vida y para "esta vida", sin excluir la "otra" (por supuesto). Pero a la "otra" iremos, si tenemos una fe en Jesús fundido con esta vida, superando todas las diferencias y divisiones.

SAN JUAN BOSCO, PRESBÍTERO

San Juan Bosco Presbítero (1815-1888)

Es el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte (Italia) de padres humildes pero muy buenos cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre, la mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su santa madre recibió una profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas en su alma.
Ya desde niño demostró estar en posesión de cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos de no cortas cualidades.
Cuando llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo y algún titiritero atraía a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él pero con una condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tornar parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles a la vez que limpiaba el pueblo de personas poco recomendables...
Ya dijimos que mamá Margarita admiraba a los sacerdotes. El los veía demasiado arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo de los niños y decía: "Si yo llego a ser sacerdote, como espero, jugaré con los niños y los querré, les haré cantar y con alegría a todos querré salvar"...
Cuando vistió el hábito clerical le amonestó aquella santa mujer que fue su madre: "Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia Ella; ahora te encarezco que seas todo de Ella... Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción..."
Tenía muchos sueños y todos ellos muy "famosos y se cumplían". Se ordenó sacerdote el 1841 y desde entonces no paró hasta dar cobijo y digna educación a tantos niños que veía abandonados por las calles. El rezo de un Ave María hizo el milagro y fue el primer eslabón de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS. Centenares, millares de niños abandonados encontraron calor, educación, comida, vestido y cobijo cariñoso como en su propia casa. Mamá Margarita y su hijo se desvivían por ayudar a aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos padres cristianos.
Dos eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles: La eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia - se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863 - es una gracia de la Virgen María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su espíritu.




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