23 DE ENERO
- LUNES
3ª
- SEMANA DEL T.O.A
San
Idelfonso, obispo
Evangelio según san Marcos 3, 22-30
En aquel tiempo, unos
letrados de Jerusalén decían:
"Tiene
dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los
demonios”.
El los invitó a acercarse y les puso estas
comparaciones:
"¿Cómo
va a echar Satanás a Satanás?
Un
reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede
subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra no
puede subsistir, está perdido.
Nadie
puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero
no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme,
todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que
digan; pero el que blasfeme contra Espíritu Santo no tendrá perdón jamás,
cargará con su pecado para siempre.
Se
refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
1. Este relato
es uno de los más elocuentes y violentos que nos presentan los evangelios. La
oposición a Jesús, en este caso, viene de unos letrados de Jerusalén. Eran, por
tanto, teólogos de la capital, sin duda, vinculados al Sanedrín y, por tanto,
hombres de la religión y del Templo con notable influencia.
Y ocurre, con frecuencia, que las personas más
identificadas con la "religión establecida" son quienes se enfrentan
a los profetas con más violencia y saña. Porque los profetas de Dios actúan de
forma que desestabilizan a los funcionarios del Templo y sus intereses. De ahí
la acusación que plantean estos letrados contra Jesús. La acusación más fuerte
que se le hizo.
2. Porque, en
el fondo, lo que estos letrados plantearon era la cuestión más fuerte que se le
podía echar en cara a un profeta y, por tanto, a Jesús.
Se trata de saber si Jesús traía la salvación o, por
el contrario, tenía un demonio dentro (E. Schillebeeckx). O sea, si lo que
realmente comunicaba era la perdición. Si era portador del Dios o portador del
demonio.
Esto ha ocurrido siempre. Y sigue pasando ahora. Cuando un profeta resulta molesto, no se
rebaten sus razones y argumentos, sino que se le ofende, se le insulta y se
pone en duda su honestidad.
Cuando no se tienen a mano argumentos teológicos, se
echa mano de insultos groseros.
3. Jesús les
llama, les dice que se acerquen a él, no les tiene miedo. Ni les dice nada
agresivo contra ellos. Simplemente les hace ver la contradicción en que viven.
Lo que Jesús hacía era lo que le defendía. Jesús no
recurre a argumentos doctrinales de tradiciones o normas. Se remite a la vida:
él iba expulsando demonios, o sea liberando a la gente de penas y males.
¿Cómo iba a proceder eso del demonio?
La coherencia
de lo que hacemos con lo que decimos es el argumento definitivo que pone en
evidencia si transmitimos salvación o perdición.
San
Idelfonso, obispo
Nació en Toledo el año
606 o el 607, hijo de Esteban y Lucía, nobles visigodos, parientes del Rey
Atanagildo; educado desde niño al lado de su tío san Eugenio III, pasó, ya
entrado en la pubertad, a Sevilla, confiado a san Isidoro, en cuya Escuela
cursó, con gran aprovechamiento, la Filosofía y las Humanidades, llegando a
tanto el amor que su maestro le profesaba, que cuando quiso volver a Toledo,
aquél se lo impidió por algún tiempo, llegando hasta encerrarle para obligarle
a desistir.
Llegó por fin a
Toledo, y la fama que entonces tenía el monasterio Agaliense le arrastró a
aquel retiro, impulsado además por su fuerte vocación. Sabedor su padre de esta
resolución, reúne algunos amigos e invade en su compañía el convento, teniendo
san Ildefonso que ocultarse para escapar a una violencia. La intercesión de su
madre y de san Eugenio hicieron por fin al padre consentir, y san Ildefonso,
monje, pudo dedicarse a la oración y al estudio, recibiendo las sagradas
ordenanzas mayores de manos de san Eladio, y san Eugenio le nombró después
arcediano de su iglesia.
Los monjes del
monasterio de san Cosme y san Damián le nombraron su abad, dignidad que también
obtuvo a la muerte de Deusdedit en el monasterio donde había profesado,
haciéndose admirar por el celo que desplegó en la reforma de su Orden, por su
fe y su inagotable caridad. Muertos sus padres fundó con su pingüe herencia un
convento de monjas en cierto heredamiento que le pertenecía en el pago llamado
Deibia o Deisla, no conociéndose hoy en qué parte del término de Toledo estaba
situado.
A la muerte de su tío, san
Eugenio III, fue nombrado Arzobispo de Toledo, cuya silla ocupó el 1 de
diciembre del año 659, no sin haberla con insistencia rehusado. Compuso, apenas
elevado a la nueva dignidad, un libro que tituló "De virginitate perpetua
Sanctae Mariae adversus tres infidelis", para combatir los errores de la
secta joviniana. La tradición asegura que la Virgen María se le apareció y le
impuso una casulla.
Su cuerpo fue
sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, por haber nacido en santo en unas
casas pertenecientes a aquella colación, no lejos de la parroquia de san Román,
en lo que fue luego casa de los jesuitas. Cuando la invasión de los árabes, los
toledanos, que con las reliquias de sus santos y los sagrados vasos huyeron
hacia las montañas de Asturias trasladaron el cuerpo del santo a Zamora.
Dejó escritos, además
del tratado "De virginitate", antes mencionado, otro con el título
"De cognitione baptismi, De itinere vel progresso espirituali diserti quo
pergitur post baptismum", la continuación de libro de los "Ilustres
varones", de san Isidoro, y dos cartas, respuestas a otras que le dirigió
Quirico, Obispo de Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario