viernes, 27 de enero de 2017

Parate un momento: El Evangelio del dia 28 DE ENERO - SÁBADO – 3ª SEMANA DEL T.O.-A SANTO TOMÁS DE AQUINO, presbítero y doctor




28 DE ENERO - SÁBADO –
3ª SEMANA DEL T.O.-A
SANTO TOMÁS DE AQUINO, presbítero y doctor

Evangelio según san Marcos 4, 35-40
        Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
"Vamos a la otra orilla'
       Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; y otras barcas lo acompañaban.  Se levantó un fuerte huracán y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. 
Lo despertaron, diciéndole:
"Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?"
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
 "¡Silencio, cállate!'
        El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
"¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?"
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
"Pero, ¿quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!".

1.  No es lo más importante analizar aquí sí, efectivamente, en el pequeño lago de Galilea se producían huracanes. Ni tampoco si resulta verosímil que, en las angustias de quienes sufren un huracán de muerte, un hombre duerma
tranquilamente. Lo que interesa, en este relato, es comprender la experiencia que vivieron los discípulos.
La clave de tal experiencia está en la pregunta que se hacen ellos mismos:
"Pero, ¿quién es este?".
El texto dice literalmente que
"les entró miedo con un gran temor" (ephobéthenan phobon  mégan) (Mc 4,41).
Pero lo curioso es que no sintieron este temor tan enorme cuando estaban a punto de hundirse, sino cuando ya estaba todo en calma.

2.  Por eso se hacían la gran pregunta:
"¿quién es este?".
Lo que allí sucedió es que aquellos hombres tuvieron la experiencia de una auténtica teofanía, que produce el temor ante el "Mysterium tremendum"(R. Otto).
Los discípulos veían ante ellos a un hombre que se cansaba y dormía. Hechos propios que se viven en "lo inmanente", lo terreno, lo humano.  Pero en aquel hombre sentían la presencia de "lo trascendente", lo celestial, lo divino.
Es exactamente lo mismo que les ocurrió cuando la pesca milagrosa, cuando Pedro sintió el "asombro" (thambos) (Lc 5, 9), que equivale al "miedo" (phobos) (Lc 5, 10).
3. En Jesús, un ser humano como los demás, los discípulos veían y sentían la presencia del ser divino.
 ¿Quiere decir esto que Jesús es Dios?
Tal afirmación no está a nuestro alcance. Porque es Dios el que, por ser "trascendente" a nuestro entendimiento, de Él no podemos conocer su ser (lo que es).
Más bien, hay que decir que los discípulos sentían, ante Jesús, la cercanía de Dios, la manifestación de Dios, la revelación de Dios. Dios estaba presente en Jesús. Porque, en Jesús, Dios se había "humanizado".
En Jesús, Dios está cerca de todo ser humano.  Sobre todo, del ser humano amenazado, en peligro, asustado, del que ha perdido toda esperanza y se ve sin futuro. Esto expresa que,
efectivamente, el Dios que se nos reveló en Jesús se ha humanizado y se identifica con todo lo que es verdaderamente humano.

SANTO TOMÁS DE AQUINO, presbítero y doctor

Presbítero y Doctor de la Iglesia
(1226-1274)
Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, es el patrono de los estudiantes. Nacido en Aquino de noble familia, estudió en Montecasino y en Nápoles, donde se hizo fraile dominico. Esto no le hizo gracia a su madre, pues eran otros los planes de la altiva condesa, y lo encerró en el castillo. Allí sucedió la conocida escena. Una noche llevaron a una mujer a su habitación para seducirlo. Tomás venció como se vencen las tentaciones contra la pureza. Cogió rápidamente un tizón encendido y ahuyentó a la mujer. Pronto se durmió, y he aquí que dos ángeles le despertaron y le ciñeron un cordón incandescente. Ya no tuvo más tentaciones de impureza.
No perdía el tiempo en la torre del castillo. Rezaba y leía los libros que le lograba pasar un fraile dominico. Un día con una estratagema le ayudó a evadirse. Poco después Tomás estudiaba en Colonia y en París, como discípulo de San Alberto Magno. Fue un alumno modelo. Embebido en los estudios, no participaba en recreos ni discusiones. Por ello lo llamaban «el buey mudo». Sí, dijo su maestro, pero sus mugidos resonarán en todo el mundo.
Tomás era el primero en cumplir los consejos que un día daría a un estudiante: No entres de golpe en el mar, sino vete a él por los ríos, pues a lo difícil se ha de llegar por lo fácil. Sé tardo para hablar. Ama la celda. Evita la excesiva familiaridad, que distrae del estudio. Aclara las dudas. Cultiva la memoria. No te metas en asuntos ajenos no pierdas tiempo.
El papa le ofreció el arzobispado de Nápoles. Pero era otra la misión de Tomás. Se la mostró un día su maestro: la doctrina cristiana estaba en peligro de contaminarse con el aristotelismo averroísta, importado de España. Era preciso absorberlo, asimilarlo, cristianizarlo. Era la gran hazaña a que estaba llamado Tomás, y que realizaría soberanamente.
San Alberto traspasó la cátedra de París a Tomás. Empezó comentando a Pedro Lombardo, el Maestro de las Sentencias, y asombró a todos por su claridad y profundidad. Sus comentarios sobre Aristóteles, su atrevimiento al «bautizarlo», le atrajo la envidia y enemistad de muchos profesores. Fue una lucha encarnizada, acosado por agustinianos y averroístas. Su método quedó consagrado al canonizarle el papa Juan XXII el año 1324.
Tomás enseñaba, predicaba y escribía. Obras principales: Sobre la Verdad, Suma contra gentiles, comentarios al Cantar de los Cantares. Su obra maestra es la Suma Teológica, síntesis que recoge todo su pensamiento. Armoniza el caudal filosófico y religioso griego y cristiano, conciliación audaz y lograda, una de las mayores hazañas del pensamiento humano.
Su vida de oración era profunda. Nunca se entregaba al estudio sino después de la oración, afirma su amigo fray Reginaldo. Sus escritos sobre el Santísimo Sacramento y sus sermones nos hacen dudar si predominaba en él el teólogo o el místico. Derramaba muchas lágrimas en la Misa y caía frecuentemente en éxtasis. Una vez oyó del Señor: «Bien has escrito de mí, Tomás. ¿Qué recompensa quieres? - Ninguna, sino a Ti, Señor», respondió.
Un día tuvo una «visión» celebrando Misa. Estaba por entonces escribiendo en la Suma sobre los Sacramentos, y ya no escribió más. «No puedo más, repetía cuando le insistían a que acabase. Lo que he escrito, comparado con lo que he visto, me parece ahora como el heno. No insistáis, no puedo más».
Invitado por el papa Gregorio X, se dirigió al concilio de Lyon. Se sintió enfermó en el camino. Le acogieron en el monasterio de Fossanova. Herido en la «visión» parcial, el 7 de marzo marchó a la visión plena.



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