30
de Enero – LUNES –
4ª
– Semana T.O.-A
Santa
Martina de Roma
Evangelio según san Marcos 5, 1-20
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región
de los Gerasenos. Apenas desembarcaron,
le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre
poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas
veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y
destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.
Se
pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e
hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante
él y gritó a voz en cuello:
"¿Qué
tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me
atormentes".
Porque
Jesús le estaba diciendo:
"Espíritu
inmundo, sal de este hombre".
Jesús le preguntó:
"¿Cómo
te llamas?".
Él
respondió:
"Me
llamo Legión, porque somos muchos".
Y
le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había
cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le
rogaron:
"Déjanos
ir a meternos en los cerdos".
Él
se lo permitió.
Los espíritus inmundos salieron del hombre y
se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado
abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los
porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. Y
la gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado
que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio.
Se
quedaron espantados.
Los
que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los
cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el
endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió,
sino que le dijo:
"Vete
a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su
misericordia".
El
hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho
con él; todos se admiraban".
1. De las numerosas
enseñanzas que nos deja este extraño relato, parece que las más destacables son
cuatro:
1) La curación del endemoniado.
2) El paso de los demonios del hombre a
los cerdos.
3) El rechazo de Jesús por parte de los
dueños de los cerdos.
4) Jesús no acepta el discipulado del
endemoniado después de ser curado.
¿Qué nos enseñan estos cuatro hechos?
2. 1) La curación
del endemoniado es la victoria de la vida sobre la muerte: Jesús no tolera creencias
religiosas que admiten o toleran la violencia que lleva a la muerte del ser
humano.
2)
El paso de los demonios a la piara de
cerdos
indica la relación de las fuerzas de la muerte con el poder de la riqueza: dos
mil cerdos, en aquel tiempo y en una
región de dominio romano, tenían que
valer una fortuna increíble.
3) El rechazo de Jesús, que expresan los dueños de los
cerdos, nos viene a decir que los ricos prefieren soportar la violencia de la
muerte, en lugar de tener que soportar verse privados de
sus
cerdos. Para los ricos, está antes su riqueza que la curación de los que se encuentran
deambulando por cementerios, entre
cadenas y piedras que hieren. Es la violencia brutal del dinero.
4) El rechazo del hombre curado es el rechazo de
aprovechar las curaciones para hacer proselitismo. Jesús no rechaza al hombre
recién curado. Rechaza el proselitismo interesado.
3. ¿Qué nos enseña esto?
Jesús antepone la vida a la ganancia. Los vecinos de
aquel pueblo toleraban las fuerzas de muerte, lo que no soportaron es que les
privaran de sus "cerdos", es decir, de su riqueza.
Jesús no curaba enfermos para de eso sacar provecho.
Jesús quería siempre el bien de los otros, nunca el propio interés.
Santa Martina de Roma
Era hija de un noble romano y debido a su
profesión de fe, le arrestaron y llevaron ante el emperador Alejandro Severo.
Pero este príncipe fue tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un
periodo de calma para la Iglesia. La historia de la Santa se produjo en 1634,
1400 años después de su martirio. Entonces, al restaurar las famosas iglesias
romanas, se hallaron las reliquias de la mártir y se propuso la devoción a Santa
Martina.
Vida
de Santa Martina de Roma
La historia de esta joven santa comienza por
su tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el
activísimo Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica,
y en lo material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las
reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y
fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el
himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que
era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad
ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más
antigua es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma.
Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron
efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la
fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias
en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una
diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la
arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235).
Este príncipe semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de
incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy
tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de
calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión
misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y
hace más bien una lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó
a la santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la
convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a
los sacerdotes del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el
templo de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores;
pero no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de
los que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una
espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.
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