domingo, 29 de enero de 2017

PARATE UN MOMENTO: EL EVANGELIO DEL DIA 30 de Enero – LUNES – 4ª – Semana T.O.-A Santa Martina de Roma




30 de Enero – LUNES –
4ª – Semana T.O.-A
Santa Martina de Roma

       Evangelio según san Marcos 5, 1-20
       En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos. Apenas   desembarcaron, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.
Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
"¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes".
Porque Jesús le estaba diciendo:
"Espíritu inmundo, sal de este hombre".
 Jesús le preguntó: 
"¿Cómo te llamas?".
Él respondió:
"Me llamo Legión, porque somos muchos".
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron:
"Déjanos ir a meternos en los cerdos".
Él se lo permitió.
       Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo. Y la gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio.
      Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo:
"Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia".
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban".

1.  De las numerosas enseñanzas que nos deja este extraño relato, parece que las más destacables son cuatro:
1) La curación del endemoniado.
2) El paso de los demonios del hombre a los cerdos.
3) El rechazo de Jesús por parte de los dueños de los cerdos.
4) Jesús no acepta el discipulado del endemoniado después de ser curado.
¿Qué nos enseñan estos cuatro hechos?

2.  1) La curación del endemoniado es la victoria de la vida sobre la muerte: Jesús no tolera creencias religiosas que admiten o toleran la violencia que lleva a la muerte del ser humano.
2)  El paso de los demonios a la piara de
cerdos indica la relación de las fuerzas de la muerte con el poder de la riqueza: dos mil cerdos, en aquel tiempo y en   una región de dominio   romano, tenían que valer una fortuna increíble.
3) El rechazo de Jesús, que expresan los dueños de los cerdos, nos viene a decir que los ricos prefieren soportar la violencia de la muerte, en lugar de tener que soportar verse privados de
sus cerdos. Para los ricos, está antes su riqueza que la curación de los que se encuentran deambulando   por cementerios, entre cadenas y piedras que hieren. Es la violencia brutal del dinero.
4) El rechazo del hombre curado es el rechazo de aprovechar las curaciones para hacer proselitismo. Jesús no rechaza al hombre recién curado. Rechaza el proselitismo interesado.

3. ¿Qué nos enseña esto?
Jesús antepone la vida a la ganancia. Los vecinos de aquel pueblo toleraban las fuerzas de muerte, lo que no soportaron es que les privaran de sus "cerdos", es decir, de su riqueza.
Jesús no curaba enfermos para de eso sacar provecho. Jesús quería siempre el bien de los otros, nunca el propio interés.
Santa Martina de Roma
Era hija de un noble romano y debido a su profesión de fe, le arrestaron y llevaron ante el emperador Alejandro Severo. Pero este príncipe fue tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un periodo de calma para la Iglesia. La historia de la Santa se produjo en 1634, 1400 años después de su martirio. Entonces, al restaurar las famosas iglesias romanas, se hallaron las reliquias de la mártir y se propuso la devoción a Santa Martina.

Vida de Santa Martina de Roma
La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrareforma católica, y en lo material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulei, plandite gloriae”, que era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.
Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión misionera.
El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una lista de las atroces tortures con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el temple y mató a los sacerdotes del dios.
El prodigio se repitió con la estatua y el templo de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario