domingo, 8 de enero de 2017

Párate un momento: El Evangelio del día 9 DE ENERO - LUNES – 1ª SEMANA DEL T.O.-A San Eulogio de Córdoba, presbítero



9  DE ENERO  -  LUNES –
1ª SEMANA DEL T.O.-A
San Eulogio de Córdoba, presbítero

Evangelio según san Macos  1, 14-20
      Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
"Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
"Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.”
       Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

1.  Lo primero que   hizo Jesús, al comenzar su tarea de profeta de Dios, fue irse a Galilea. Se sabe que Galilea era la región de los pobres, ignorantes y gentes poco religiosas.
Pues bien, lo primero que hizo Jesús, al empezar su ministerio público, fue irse a vivir y transmitir su mensaje en Galilea. Jesús vio que esto  era más importante y urgente que irse a la capital, Jerusalén, donde  estaba  el Templo. Y estaban también -y sobre todo- los centros del
poder religioso, las escuelas de rabinos, los notables de la sociedad, el dinero y el poder político. Jesús consideró que nada de eso era lo mejor para dar a conocer el Evangelio.
O sea, Jesús pensó que el Evangelio se contagia y se transmite mejor en lo marginal que en lo selecto. Y, de paso también, mejor en lo secular que en lo religioso (Templo, Sumos Sacerdotes, fiestas religiosas…)
Al irse a Galilea, hasta casi el final de su vida, Jesús se alejó de todo lo que es importancia, religiosidad, autoridad, dinero, fama y notoriedad.

2.  Si Jesús tomó tal decisión y organizó así la transmisión de su Evangelio, es  porque vio que el contenido  de lo que él quería  comunicar  encontraría mejor acogida  en lo marginal  y en lo secular,  que en "lo selecto" y religioso".
¿Por qué?
Jesús no pretendía enseñar una doctrina, imponer unos mandamientos, organizar una institución de ceremonias religiosas.
Él quería presentar el proyecto del  Reinado de Dios. Ahora bien, este Reinado – como se verá a lo largo de su vida pública- consiste esencialmente en la defensa de la integridad de la vida, mediante la creciente humanización de las personas, de  los grupos  humanos y de la sociedad.

3.  Por eso Jesús se fue a lo marginal y vivió en lo marginal de la sociedad, de la intelectualidad, de toda potestad, de los centros de influencia. Porque entre selectos, los intereses (de poder, dinero, dignidades...) tienen más fuerza y  son más determinantes que las necesidades  básicas (de la vida y la dignidad de  las personas).
Los que no tienen más que su humanidad (o se acercan a eso) tienen una inconsciente y   espontánea coincidencia con el proyecto del Reino de Dios, aunque no sepan ni hayan oído hablar del "reinado de Dios".

San Eulogio de Córdoba, presbítero

Martirologio Romano: En Córdoba, en la región de Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y mártir, degollado por su preclara confesión de Cristo. Su memoria litúrgica se celebra el 9 de enero (859).

Eulogio significa: Aquel que habla bien.
Es uno de los grandes hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz; un valeroso defensor de Cristo hasta el final.

Biografía
Vivió en Córdoba en el siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban muerte a quien hablase de Cristo fuera de él.
Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad. Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme".
Se formó en el colegio anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba (Paulo Álvaro), reflejó su juventud contando en una magnifico párrafo su bella descripción :
"Era muy piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien un gran número de casas religiosas en España".
Álvaro añade además que tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz.
Siendo sacerdote, era un predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus amigos más íntimos:
"Tengo miedo a mis malas obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia."
Este sentimiento de indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea de llegar a pie era casi un imposible. De modo que pospuso este proyecto.
Después de ver frustrados sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos, vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión de conocer la Vida de Mahoma, así como clásicos de la literatura griega y latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de los monasterios sembrados por el Pirineo, cuando ya había hecho acopio de una importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un importante legado bibliográfico que nutriría los centros académicos de la capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos.
Pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo.
El artífice de su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes.
En la cárcel redactó su obra Memorial de los mártires. A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.
El año 858 fue elegido arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo.
Una joven llamada Lucrecia, hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana, ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos. Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo que, si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia. Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de Lucrecia montó en cólera: "Que el pueblo ignorante se deje matar por proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te retractes de tu religión, y así salvarás tu vida". La pena capital era por decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió:
"Ah, si supieses los inmensos premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo", palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo del año 859
Oración
Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Eulogio de Córdoba ser fiel imitador dela pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad.
Por Jesucristo Nuestro Señor



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