9 DE ENERO
- LUNES –
1ª
SEMANA DEL T.O.-A
San
Eulogio de Córdoba, presbítero
Evangelio según san Macos 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan,
Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
"Se ha cumplido el
plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia".
Pasando junto al lago de
Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban
echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
"Venid conmigo y os
haré pescadores de hombres.”
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano
Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su
padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
1. Lo primero que hizo Jesús, al comenzar su tarea de profeta
de Dios, fue irse a Galilea. Se sabe que Galilea era la región de los pobres,
ignorantes y gentes poco religiosas.
Pues
bien, lo primero que hizo Jesús, al empezar su ministerio público, fue irse a
vivir y transmitir su mensaje en Galilea. Jesús vio que esto era más importante y urgente que irse a la
capital, Jerusalén, donde estaba el Templo. Y estaban también -y sobre todo-
los centros del
poder religioso, las
escuelas de rabinos, los notables de la sociedad, el dinero y el poder
político. Jesús consideró que nada de eso era lo mejor para dar a conocer el
Evangelio.
O
sea, Jesús pensó que el Evangelio se contagia y se transmite mejor en lo
marginal que en lo selecto. Y, de paso también, mejor en lo secular que en lo
religioso (Templo, Sumos Sacerdotes, fiestas religiosas…)
Al
irse a Galilea, hasta casi el final de su vida, Jesús se alejó de todo lo que
es importancia, religiosidad, autoridad, dinero, fama y notoriedad.
2. Si Jesús tomó tal decisión y organizó así la
transmisión de su Evangelio, es porque
vio que el contenido de lo que él
quería comunicar encontraría mejor acogida en lo marginal y en lo secular, que en "lo selecto" y
religioso".
¿Por
qué?
Jesús
no pretendía enseñar una doctrina, imponer unos mandamientos, organizar una
institución de ceremonias religiosas.
Él
quería presentar el proyecto del Reinado
de Dios. Ahora bien, este Reinado – como se verá a lo largo de su vida pública-
consiste esencialmente en la defensa de la integridad de la vida, mediante la
creciente humanización de las personas, de
los grupos humanos y de la
sociedad.
3. Por eso Jesús se fue a lo marginal y vivió en
lo marginal de la sociedad, de la intelectualidad, de toda potestad, de los
centros de influencia. Porque entre selectos, los intereses (de poder, dinero,
dignidades...) tienen más fuerza y son
más determinantes que las necesidades
básicas (de la vida y la dignidad de
las personas).
Los
que no tienen más que su humanidad (o se acercan a eso) tienen una inconsciente
y espontánea coincidencia con el
proyecto del Reino de Dios, aunque no sepan ni hayan oído hablar del
"reinado de Dios".
San
Eulogio de Córdoba, presbítero
Martirologio Romano:
En Córdoba, en la región de Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y
mártir, degollado por su preclara confesión de Cristo. Su memoria litúrgica se
celebra el 9 de enero (859).
Eulogio significa: Aquel que habla bien.
Es uno de los grandes
hombres que han enriquecido la historia de la Iglesia. Era brillante y audaz;
un valeroso defensor de Cristo hasta el final.
Biografía
Vivió en Córdoba en el
siglo IX. Su familia permaneció fiel a la fe católica a pesar del dominio
musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daban
muerte a quien hablase de Cristo fuera de él.
Con estas presiones y el
miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad. Eulogio renovó el
fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en sus aledaños. Su abuelo
le enseñó siendo niño a que cada vez que el reloj señalase las horas, dijera
una pequeña oración y así lo hacía, recitando, por ejemplo: "Dios mío, ven
en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme".
Se formó en el colegio
anexo a la iglesia de San Zoilo. Y también influyó en su educación el abad y
escritor Speraindeo. Recibió una esmerada formación en filosofía y en otras
ciencias. Su biógrafo, amigo y compañero suyo de estudios, Álvaro de Córdoba
(Paulo Álvaro), reflejó su juventud contando en una magnifico párrafo su bella
descripción :
"Era muy
piadoso y muy mortificado. Sobresalía en todas las ciencias, pero especialmente
en el conocimiento de la Sagrada Escritura. Su rostro se conservaba siempre
amable y alegre. Era tan humilde que casi nunca discutía y siempre se mostraba
muy respetuoso con las opiniones de los otros, y lo que no fuera contra la ley
de Dios o la moral, no lo contradecía jamás. Su trato era tan agradable que se
ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él. Su descanso preferido era
ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales. Los monjes le tenían
tan grande estima que lo llamaban como consultor cuando tenían que redactar los
reglamentos de sus conventos. Esto le dio ocasión de visitar y conocer muy bien
un gran número de casas religiosas en España".
Álvaro añade además que
tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de
la luz.
Siendo sacerdote, era un
predicador excelente. Su anhelo fue agradar a Dios y se ejercitaba en el amor
viviendo una rigurosa vida ascética. Confidenció a sus amigos más íntimos:
"Tengo miedo a mis malas
obras. Mis pecados me atormentan. Veo su monstruosidad. Medito frecuentemente
en el juicio que me espera, y me siento merecedor de fuertes castigos. Apenas
me atrevo a mirar el cielo, abrumado por el peso de mi conciencia."
Este sentimiento de
indignidad que acompaña a los santos, le instaba a emprender un camino de
peregrinación para expiación de sus culpas. Roma era su objetivo, pero su idea
de llegar a pie era casi un imposible. De modo que pospuso este proyecto.
Después de ver frustrados
sus intentos de penetrar en el país galo, que estaba sumido en guerras, y donde
se trasladaba con la idea de averiguar el paradero de dos de sus hermanos,
vivió durante un tiempo en Navarra, en Aragón y en Toledo. En Leire tuvo ocasión
de conocer la Vida de Mahoma, así como clásicos de la literatura griega y
latina, y otras obras relevantes entre las que se incluía La ciudad de Dios de
san Agustín. Y después de contribuir a acrecentar el patrimonio espiritual de
los monasterios sembrados por el Pirineo, cuando ya había hecho acopio de una
importante formación intelectual, regresó a Córdoba llevando con él un
importante legado bibliográfico que nutriría los centros académicos de la
capital. Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado
por sacerdotes y religiosos.
Pero en el año 850 los
cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se
desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a
Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a
Mahoma. Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo.
El artífice de
su detención fue otro obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se
puso de parte de los musulmanes.
En la cárcel redactó su
obra Memorial de los mártires. A finales del año 851 fue liberado. Con Muhammad
I, sucesor de Abderramán, la situación de los cristianos se hizo aún más
insostenible. Y Eulogio no estaba seguro en ningún lugar. De modo que durante un
tiempo el santo fue de un lado a otro buscando proteger su vida.
El año 858 fue elegido
arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo.
Una joven llamada Lucrecia,
hija de mahometanos, anhelaba ser católica. Como la obligaban a ser musulmana,
ayudada por Eulogio huyó de su casa y se refugió en la de unos católicos.
Apresados ambos el año 859, fueron condenados a muerte. La notoriedad pública
de Eulogio era altísima. Los ojos de los fieles estaban clavados en él. De modo
que, si los captores lograban que abjurase de la fe, el éxito estaba más que
asegurado. Muchos seguirían sus pasos. No lograron sus propósitos, a pesar de
que astutamente le propusieron simular su retractación. Solo tenía que hacer
creer a todos que abandonaba su fe, pero después podía actuar a conveniencia.
Naturalmente, el santo respondió con el Evangelio en la mano, renovando los
pilares esenciales de su vida. Uno de los fiscales que juzgaba su caso y el de
Lucrecia montó en cólera: "Que el pueblo ignorante se deje matar por
proclamar su fe, lo comprendemos. Pero tú, el más sabio y apreciado de todos
los cristianos de la ciudad, no debes ir así a la muerte. Te aconsejo que te
retractes de tu religión, y así salvarás tu vida". La pena capital era por
decapitación. Pero Eulogio no se inmutó. Respondió:
"Ah, si supieses los inmensos
premios que nos esperan a los que proclamamos nuestra fe en Cristo, no solo no
me dirías que debo dejar mi religión, sino que tu dejarías a Mahoma y
empezarías a creer en Jesús. Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último
momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo",
palabras que coronó derramando su sangre junto a la de Lucrecia el 11 de marzo
del año 859
Oración
Proclamamos, Señor, tu
poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Eulogio de
Córdoba ser fiel imitador dela pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros
que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad.
Por Jesucristo Nuestro
Señor
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