5 DE ENERO
- JUEVES
FERIAS
DE NAVIDAD
San
Deogracias, obispo
Evangelio según san Juan 1, 43-51
En aquel tiempo, determinó Jesús salir para
Galilea; encuentra a Felipe y le dice:
"Sígueme".
Felipe era de Betsaida, ciudad
de Andrés y de Pedro.
Felipe encuentra a Natanael y
le dice:
"Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley
y los Profetas lo hemos encontrado: a Jesús, hijo de José, de Nazaret".
Natanael le replicó:
"¿De Nazaret puede salir
algo bueno?"
Felipe le contestó:
"Ven y verás".
Vio Jesús que se acerca Natanael y dijo de él:
"Ahí tenéis un israelita
de verdad, en quien no hay engaño
Natanael le contesta:
"¿De qué me conoces?"
Jesús le responde:
"Antes de que Felipe te llamara,
cuando
estabas debajo de la higuera, te vi".
Natanael respondió:
"Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres
el Rey de Israel".
Jesús le contestó:
"¿Por haberte dicho que
te vi debajo de la higuera crees? Has de ver cosas mayores".
Y le añadió:
"Yo os aseguro: veréis el
cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del
Hombre".
1. El relato del encuentro de Jesús con sus
primeros discípulos se prolonga. Y sobre todo se traslada: de Judea a Galilea.
Jesús se va, no a la soledad del desierto, para convivir con los monjes y con
los ascetas esenios, sino a la marginada Galilea, para convivir con los pobres.
El
proyecto de Jesús no es alejarse de la gente, sino convivir con los humildes y
sencillos de este mundo.
Sin
duda, esta decisión fue la expresión de una vida programada desde la humildad,
la sencillez, la solidaridad con quienes se ven peor tratados por la sociedad.
Pero lo más importante no es eso. Jesús vio que, para cambiar este mundo y
mejorar la convivencia humana, lo más eficaz no es irse con los poderosos, los
sabios y los influyentes, sino con los últimos y los excluidos. La sociedad se
cambia desde abajo, no desde los selectos.
2. Según los evangelios de Marcos y Mateo, el
ministerio público de Jesús se desarrolló en Galilea, hasta poco antes de su
pasión y muerte, que sucedió en la capital, Jerusalén.
El
evangelio de Lucas sitúa el ministerio también en Galilea, pero como un camino
o viaje hacia Jerusalén. El evangelio de Juan es el que desplaza a Jesús de Galilea
a Judea con más frecuencia. En todo caso, debe recordarse aquí que la Historia
nos enseña cómo la prosperidad de los pueblos, su estabilidad y su crecimiento,
todo eso se ha fundamentado siempre sobre el trabajo de los esclavos.
Donde
no hay una economía sólida, no puede haber prosperidad. Pero la economía sólida se construye y se
mantiene desde la base y el fundamento de los esclavos.
Jesús
vinculó su vida a los últimos. No para dominarlos o aprovecharse de ellos, sino
para hacer de ellos lo que nadie ha hecho: gente con vida, felicidad y
esperanza. Esto es el corazón del Evangelio.
3. Lo genial de este relato es su final: Jesús
recuerda la visión de Jacob en Betel (Gen 28, 11-27). Y así afirma que,
conviviendo con él, van a ver el cielo abierto. Y, sobre todo, van a ver la
constante comunicación (ángeles subiendo y bajando) del cielo con la tierra, de
"lo divino" presente en "lo humano".
Porque,
en Jesús, la "trascendencia" se ha fundido con la
"inmanencia". De forma que a Dios lo encontramos en lo humano, en lo
terreno, entre aquellos con quienes tenemos que convivir.
Con tal que nuestra convivencia se transforme
en contagio de lo que es y representa Jesús para la humanidad.
San
Deogracias, obispo
Cuando
Cartago fue asolada por los vándalos, en el 439, los arrianos expulsaron al
obispo Quodvultdeus y lo abandonaron, junto con la mayor parte de sus clérigos,
en un barco inundado para que muriera. Sin embargo, la nave llegó con bien a
Nápoles. Después de catorce años, durante los cuales Cartago permaneció sin
pastor, Genserico, a instancias de Valentiniano, permitió la consagración de
otro obispo. Fue este un sacerdote llamado Deogracias quien, con su ejemplo y
doctrina, fortaleció la fe de su pueblo y logró ganarse el respeto, tanto de
paganos, como de arrianos.
Dos
años después de la consagración del obispo, Genserico saqueó Roma y volvió al
África con gran cantidad de cautivos. Estos infortunados fueron distribuidos
entre los vándalos y los habitantes de la Mauritania, con absoluta
arbitrariedad; los esposos fueron separados de sus mujeres y los padres, de sus
hijos. Para rescatarlos, Deogracias vendió lo cálices de oro y plata y los
ornamentos del altar, hasta que logró redimir a gran número de familias. Como
no había en Cartago casas suficientes para acomodarlas, el obispo cedió un par
de iglesias grandes, las acondicionó con lechos y organizó un reparto diario de
comida. Algunos de los espíritus más ruines entre los arrianos, resintieron su
actividad y le acechaban para matarle, pero los planes fracasaron.
Consumido
por sus esfuerzos, sin embargo, Deogracias murió después de un episcopado de
poco más de tres años y fue profundamente llorado por sus fieles y por los
exilados, que habían encontrado en él un gran protector. Los cartagineses
cristianos habrían despedazado su cuerpo para guardar reliquias, pero fue
enterrado secretamente mientras se cantaban las oraciones públicas y así se
evitó su profanación.
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