11 de NOVIEMBRE – LUNES –
32ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Comienzo
del libro de la Sabiduría (1,1-7):
Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente
del Señor y buscadlo con corazón entero. Lo encuentran los que no exigen
pruebas, y se revela a los que no desconfían.
Los
razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en
evidencia a los necios.
La
sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado.
El espíritu educador y santo rehuye la estratagema, levanta el campo ante los
razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia.
La
sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al
deslenguado; Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y
escucha lo que dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra y,
como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.
Palabra
de Dios
Salmo:
138,1-3a.3b-6.7-8.9-10
R/.
Guíame, Señor, por el camino eterno
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me
siento o me levanto,
de lejos penetras mis
pensamientos;
distingues mi camino y
mi descanso. R/.
Todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra
a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes
toda.
Me estrechas detrás y
delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me
sobrepasa,
es sublime, y no lo
abarco. R/.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu
mirada?
Si escalo el cielo, allí
estás tú;
sí me acuesto en el
abismo, allí te encuentro. R/.
Si vuelo hasta el margen de la aurora,
sí emigro hasta el
confín del mar,
allí me alcanzará tu
izquierda,
me agarrará tu derecha. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (17,1-6):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Es
inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca!
Al
que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el
cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
Tened
cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si
te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: "Lo
siento", lo perdonarás.»
Los
apóstoles le pidieron al Señor:
«Auméntanos
la fe.»
El
Señor contestó:
«Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate
de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería.»
Palabra
del Señor
1.
Este relato recoge tres temas de gran actualidad.
El primero, el
tema del escándalo. Jesús
censura con severidad a los que escandalizan. El verbo griego
skandalizein, cuya raíz significa (en
Aristóteles) "el resorte de una ratonera",
pasó a tener el sentido de "causa de
ruina para alguien" (G. Stáhlin). Pero Jesús
concreta más. Y ve la máxima gravedad en
quienes escandalizan a los "pequeños".
En el Reino de Dios y en la Iglesia,
los privilegiados son los más
pequeños, los ínfimos, a los que Dios prefiere
mucho más que a los "grandes",
los importantes, los poderosos (Nt 11, 11 par;
Lc 7, 28; 9, 48).
Con frecuencia, precisamente los
"grandes" son los responsables de la pérdida de la fe para los
"pequeños", los insignificantes.
Como es lógico, Jesús no tolera tal
cosa. Eso es lo que escandaliza, "hace tropezar".
2.
El segundo tema es el perdón. Concretamente el perdón
mutuo.
Jesús les pide a sus discípulos que
siempre, absolutamente siempre y pase lo que pase, tienen que estar dispuestos
a perdonar.
Perdonar no es hacerse insensible ante
las ofensas de los demás. Perdonar es no
desear mal alguno a nadie. Y no hacer daño a nadie.
Ahora es frecuente oír, a quienes han
sufrido alguna agresión, que hay que exigir justicia, porque el ofendido no
olvida ni perdona la ofensa recibida.
Escuchar palabras de generoso perdón es, más bien, cosa poco frecuente. Y
es que los criterios del Evangelio ya no impregnan el tejido social. Ni el Evangelio
suele ser el distintivo de quienes, por otra parte, decimos que somos creyentes en Jesucristo.
Por más extraño que esto suene. Se puede
creer en "Nuestro Señor Jesucristo", pero no creer en Jesús, hasta el
extremo de que hay personas muy religiosas que no soportan, ni quieren oír el
nombre del inquietante Jesús del Evangelio.
3.
El tercer tema es la fe. Para Jesús, la fe no consiste en
aceptar las ideas de
un "credo". La fe de los evangelios
es la "seguridad-confianza" en la fuerza que
tiene el Evangelio. - ¿Para qué?
Los textos paralelos de Marcos y Mateo
hablan de la fe para trasladar a "esa colina" (Mc 11, 22-23; Mt 21,
21).
Jesús se refería a una colina concreta
("esa"). - ¿De qué colina hablaba Jesús? Si, como parece lo más
seguro, Jesús dijo estas palabras al pie de la colina donde estaba el Templo de
Jerusalén, la afirmación de Jesús es terrible. Porque viene a decir: "si
tuvierais fe de verdad, la fe acabaría con todo este solemne tinglado del
Templo, sus ceremonias, rituales y funcionarios".
O sea, la fe que enseña Jesús,
cuando es auténtica, derriba el gran
tinglado que utiliza la religión, no para lograr que la gente sea más buena y
honrada, sino más sumisa a los oscuros intereses de este tipo de religión.
SAN MARTÍN DE
TOUR
San
Martín nació en Panonia, Hungría, el 316. Sus padres eran paganos. Estudia en
Pavía, donde conoce el Cristianismo. Su padre, que era tribuno militar, para
desviarle del cristianismo, le obliga a ingresar en el ejército. Martín
concilia sus deberes militares con sus aspiraciones cristianas. Vida ejemplar
de monje y soldado: valentía y vida santa y caritativa.
Siendo
militar sucedió el hecho tan tratado en la iconografía. Era invierno, y al
entrar en Amiens, encuentra un mendigo casi helado, sin ropa. Divide su clámide
en dos partes y entrega una al pobre. Cristo se le aparece vestido con la media
capa: "Martín, catecúmeno, me ha cubierto con este vestido".
Pronto
recibe el bautismo. Deja la milicia para seguir a Cristo. San Hilario de
Poitiers quiere ordenarle de diácono. Él se queda de exorcista. Vuelve a su
patria, convierte a su madre. De nuevo en Poitiers, funda Ligugé, auténtico
monasterio misional. Allí pasa once años, feliz en su ambiente. Preguntado más
adelante por qué profesiones había ejercido respondía: "fui soldado por
obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma".
Por eso hay quien resume la vida de Martín así: "soldado por fuera, obispo
a la fuerza, monje por gusto".
Sulpicio
Severo escribió Cartas y Diálogos y sobre todo la Vida de San Martin. Pocos
libros habrán sido más leídos que éste, que ha servido de fuente para llevar
por todas partes a través de cantares y poemas, representaciones teatrales, la
pintura y la escultura la imagen de este Santo "el más popular y conocido
de toda Europa".
Un
historiador ha contado en Francia 3.667 parroquias dedicadas a él y 487 pueblos
que llevan su nombre. Un buen número hay también en Alemania, Italia y España.
Es simpático el párrafo en que Don Quijote enseña a Sancho la imagen de San
Martín y le explica el caso de la capa.
Martín
vivía feliz en Ligugé. Pero Tours se había quedado sin obispo. Un día del año
371, fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo
grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la
catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se
declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar. Establece
cerca, para su humilde residencia, el monasterio de Marmoutiers, centro misionero
de donde saldrán San Patricio y San Paulino de Nola. Desde allí parte para sus
agotadoras correrías apostólicas, durante 35 años, por toda la Galia. Nada le
retiene. Acusa a emperadores, reprime a los herejes, defiende a los débiles y a
los condenados a muerte, realiza innumerables milagros, y entre ellos se le
atribuye la resurrección de varios muertos. Su fama es indescriptible. Es
llamado "el apóstol de las Galias" nadie hizo tanto como él por
Francia católica y San Gregorio de Tours le invoca como "Patrón especial
del mundo entero".
Tan
intensos viajes apostólicos, tanta obra de caridad, hasta vaciarse totalmente,
agotaron sus fuerzas físicas. Se veía morir. Sus discípulos le piden que no les
deje huérfanos. Martín contestó: "Señor, si aún soy necesario, no rehúso
el trabajo. Sólo quiero tu voluntad". La liturgia comenta: "¡Oh feliz
varón, que ni temió morir, ni recusó la vida”!
Los
discípulos querían colocarle más cómodo. "Dejadme así, les dijo, mirando
al cielo, para dirigir mi alma en dirección hacia Dios". El demonio no
dejaba de importunarle. "¿Qué haces ahí, gritó Martín, bestia sanguinaria?
No hay nada en mí que te pertenezca, maldito. El seno de Abrahán me
espera". Y entregó su alma a Dios. Era el 8 de noviembre del año 397.
Martín
fue un asceta, un apóstol, un hombre de oración, muy influyente en toda la
espiritualidad medieval. Su faceta principal, la caridad. El gesto de Amiens,
dar media capa, fue superado, cuando siendo obispo, entregó su túnica entera a
un mendigo gesto menos conocido. Sus mismos milagros, como los de Cristo,
fueron milagros de caridad. Pasó haciendo el bien.
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