domingo, 17 de noviembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 18 de NOVIEMBRE – LUNES – 33ª – SEMANA DEL T. O. – C – DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO



18 de NOVIEMBRE – LUNES –
33ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura del primer libro de los Macabeos (1,10-15.41-43.54-57.62-64):

En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de la era seléucida.
Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos:
«¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!»
Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal. El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos los súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el Sábado.
El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno; quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real. Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.

Palabra de Dios

Salmo: 118,53.61.134.150.
155.158

R/. Dame vida, Señor, para que observe tus decretos

Sentí indignación ante los malvados,
que abandonan tu voluntad. R/.

Los lazos de los malvados me envuelven,
pero no olvido tu voluntad. R/.

Líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos. R/.

Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
están lejos de tu voluntad. R/.

La justicia está lejos de los malvados
que no buscan tus leyes. R/.

Viendo a los renegados, sentía asco,
porque no guardan tus mandatos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 35-43):

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:
«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo:
«Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó:
«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor

1.  La curación de este ciego queda recogida también por los otros dos sinópticos (Mc 10, 46-52; Mt 20, 29-36). Lo que indica que las comunidades
primitivas vieron en esta curación un   hecho especialmente significativo.
En el relato hay que destacar que el ciego llama a Jesús, por dos veces, con el título de "Hijo de David". Al atribuirle a Jesús este título, el ciego invoca al Mesías en cuanto rey nacionalista, el rey esperado por los grupos más fundamentalistas del judaísmo de entonces (Mt 9, 27; 12, 23;15, 22; 20, 30 s = Mc 10, 47 s = Lc 18, 38 ss; Mt 21, 9. 15; Mc 11, 10; Rom 1, 3; Ap 3, 7) (X. Leon-Dufour).

2.  El problema que presenta este relato está en que, a juicio de los evangelios, este "mesianismo" se presenta   personificado en un ciego. Es decir, los
primeros cristianos vieron, en quienes esperaban al "Mesías-Rey-Nacionalista, una postura de auténtica ceguera. Y una ceguera inmovilista, representa en el
hombre sentado, indigente y, por tanto, incapacitado para ver la realidad, ver su futuro, darse cuenta de lo que le conviene o le puede interesar.

3.  Pero, si todo lo dicho es cierto, no es   menos verdad que el ciego pidió con insistencia -y venciendo la resistencia de la gente- la curación que podía venir de Jesús.
Por otra parte, Jesús tenía experiencia de lo peligroso que era aquel   nacionalismo fanático e intolerante (Lc 4, 14-30). Era el nacionalismo que anteponía sus intereses a la curación de los que sufrían y a la liberación de los sometidos y esclavizados.
En el fondo, es el problema que   representa el hecho de mezclar religión y política. Cuando dos sentimientos, que entrañan "totalidad" en la vida de una   persona, se funden en un mismo y solo
sentimiento, el fundamentalismo ciega al   hombre religioso hasta llevarle a
comportamientos que pueden resultar peligrosos, para él mismo y para los
demás.  
Esto es lo que cura Jesús. La fe en Jesús es lo que puede curar este mal, en sí, incurable.

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO


Ya en el siglo XII se celebraba en la basílica vaticana de San Pedro y en la basílica de San Pablo, en la vía Ostiense, el aniversario de las respectivas dedicaciones, hechas por los santos papas Silvestre y Siricio en el siglo IV.
Esta conmemoración se extendió posteriormente a todo el rito romano. Del mismo modo que en el aniversario de la basílica de Santa María la Mayor (el día 5 de agosto) se celebra la maternidad de la Santísima Virgen, así hoy son honorados los dos principales apóstoles de Cristo.

La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.
La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.
La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.
Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Ángel y Bernini. Su hermosura es impresionante.
Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).
La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".
Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario