20 de NOVIEMBRE – MIÉRCOLES –
33ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Edmundo rey
Lectura
del segundo libro de los Macabeos (7,1.20-31):
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El
rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de
cerdo, prohibida por la Ley. Pero ninguno más admirable y digno de recuerdo que
la madre. Viendo morir a sus siete hijos en el espacio de un día, lo soportó
con entereza, esperando en el Señor.
Con
noble actitud, uniendo un temple viril a la ternura femenina, fue animando a
cada uno, y les decía en su lengua:
«Yo
no sé cómo aparecisteis en mi seno; yo no os di el aliento ni la vida, ni
ordené los elementos de vuestro organismo. Fue el creador del universo, el que
modela la raza humana y determina el origen de todo. Él, con su misericordia,
os devolverá el aliento y la vida, si ahora os sacrificáis por su ley.»
Antíoco
creyó que la mujer lo despreciaba, y sospechó que lo estaba insultando. Todavía
quedaba el más pequeño, y el rey intentaba persuadirlo, no sólo con palabras,
sino que le juraba que si renegaba de sus tradiciones lo haría rico y feliz, lo
tendría por amigo y le daría algún cargo. Pero como el muchacho no hacía ningún
caso, el rey llamó a la madre y le rogaba que aconsejase al chiquillo para su
bien.
Tanto
le insistió, que la madre accedió a persuadir al hijo; se inclinó hacia él y,
riéndose del cruel tirano, habló así en su idioma:
«Hijo
mío, ten piedad de mí, que te llevé nueve meses en el seno, te amamanté y crie
tres años y te he alimentado hasta que te has hecho un joven. Hijo mío, te lo
suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que
Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese
verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la
misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos.»
Estaba
todavía hablando, cuando el muchacho dijo:
«¿Qué
esperáis? No me someto al decreto real. Yo obedezco los decretos de la ley dada
a nuestros antepasados por medio de Moisés. Pero tú, que has tramado toda clase
de crímenes contra los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.»
Palabra
de Dios
Salmo:
16,1.5-6.8.15
R/. Al
despertar, Señor, me saciaré de tu semblante
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi
súplica,
que en mis labios no hay
engaño. R/.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis
pasos.
Yo te invoco porque tú
me respondes, Dios mío;
inclina el oído y
escucha mis palabras. R/.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas
escóndeme.
Pero yo con mi apelación
vengo a tu presencia,
y al despertar me
saciaré de tu semblante. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (19,11-28):
En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que
estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar
de un momento a otro.
Dijo,
pues:
«Un
hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y
volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro,
diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo."
Sus
conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar:
"No
queremos que él sea nuestro rey."
Cuando
volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el
dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El
primero se presentó y dijo:
"Señor,
tu onza ha producido diez."
Él
le contestó:
"Muy
bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás
autoridad sobre diez ciudades."
El
segundo llegó y dijo:
"Tu
onza, señor, ha producido cinco."
A
ése le dijo también:
"Pues
toma tú el mando de cinco ciudades."
El
otro llegó y dijo:
"Señor,
aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque
eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras."
Él
le contestó:
"Por
tu boca te condeno, empleado holgazán.
¿Conque
sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no
siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo
habría cobrado con los intereses."
Entonces
dijo a los presentes:
"Quitarle a éste la onza y dársela al que tiene diez."
Le
replicaron:
"Señor,
si ya tiene diez onzas."
"Os
digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que
tiene.'
Y a
esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi
presencia."»
Dicho
esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Palabra
del Señor
1.
Según el evangelio de Lucas, esta
parábola es la última enseñanza de Jesús antes de su entrada en
Jerusalén donde va a acabar su vida.
Este dato es importante para comprender la fuerza que tiene esta enseñanza de
Jesús. Es
paralelo de la parábola es la de "los
talentos" (Mt 25, 14-30). Aunque hay autores que no están de acuerdo en el
paralelismo de ambas parábolas, aunque
en la actualidad esa teoría está abandonada.
Se trata de la misma parábola.
Lo que ocurre es que Lucas destaca más
un dato capital.
2.
Este dato es la enorme crueldad del "hombre noble", que es el
protagonista de la parábola. Y es
decisivo tener presente esta condición de maldad o crueldad terrible del dueño
que reparte su dinero para luego exigir que le rindan cuentas de las ganancias.
Lo que importa aquí es caer en la
cuenta de que la enseñanza de esta parábola, al igual que en la versión de
Mateo, no es urgir la responsabilidad ante el juicio de Dios, sino advertir del
peligro enorme que representa el miedo a Dios.
3.
En efecto, la ruina del que guardó el dinero en un pañuelo, para
devolverlo al dueño, estuvo precisamente en eso: en que el miedo lo paralizó y
anuló su capacidad de rendimiento y productividad.
El miedo que le tuvo al dueño fue su
perdición. Jesús llegó a Jerusalén con esta convicción. Es el mejor
testamento que nos dejó el Señor.
San Edmundo rey
Comenzó a gobernar sobre los anglos del Este cuando sólo tenía
quince años, en el 855. Habiéndolo tomado prisionero los daneses, propusiéronle
que abandonase su religión a lo que se negó resueltamente. En consecuencia, fue
azotado y muerto a flechazos, el año 870.
Vida de San Edmundo
rey
Offa es rey de Estanglia. Un buen día decide pasar el último
tramo de su vida haciendo penitencia y dedicándose a la oración en Roma.
Renuncia a su corona a favor de Edmundo que a sus catorce años es coronado rey,
siguiendo la costumbre de la época, por Huberto, obispo de Elman, el día de la
Navidad del año 855.
Pronto da muestras de una sensatez que no procede sólo de la
edad. Es modelo de los buenos príncipes. No es amigo de lisonjas; prefiere el
conocimiento directo de los asuntos a las proposiciones de los consejeros; ama
y busca la paz para su pueblo; se muestra imparcial y recto en la
administración de la justicia; tiene en cuenta los valores religiosos de su
pueblo y destaca por el apoyo que da a las viudas, huérfanos y necesitados.
Reina así hasta que llegan dificultades especiales con el
desembarco de los piratas daneses capitaneados por los hermanos Hingaro y Hubba
que siembran pánico y destrucción a su paso. Además, tienen los invasores una
aversión diabólica a todo nombre cristiano; con rabia y crueldad saquean,
destruyen y entran al pillaje en monasterios, templos o iglesias que encuentran
pasando a cuchillo a monjes, sacerdotes y religiosas. Una muestra es el saqueo
del monasterio de Coldinghan, donde la abadesa santa Ebba fue degollada con
todas sus monjas.
Edmundo reúne cómo puede un pequeño ejército para hacer frente
a tanta destrucción, pero no quiere pérdidas de vidas inútiles de sus súbditos
ni desea provocar la condenación de sus enemigos muertos en la batalla.
Prefiere esconderse hasta que, descubierto, rechaza las condiciones de
rendición por atentar contra la religión y contra el bien de su gente. No
acepta las estipulaciones porque nunca compraría su reino a costa de ofender a
Dios. Entonces es azotado, asaeteado como otro san Sebastián, hasta que su
cuerpo parece un erizo y, por último, le cortan la cabeza que arrojan entre las
matas del bosque.
Sus súbditos buscaron la cabeza para enterrarla con su cuerpo,
pero no la encuentran hasta que escuchan una voz que dice: "Here", es
decir, "aquí".
Este piadosísimo relato tardío colmado de adornos literarios
en torno a la figura del que fue el último rey de Estanglia exaltan, realzan y
elevan la figura de Edmundo hasta considerarlo mártir que, por otra parte,
llegó a ser muy popular en la Inglaterra medieval. Sus reliquias se conservaron
en Bury Saint Edmunds, en West Sufflok, donde en el año 1020 se fundó una gran
abadía.
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