martes, 26 de noviembre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 de NOVIEMBRE – JUEVES – 34ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Santiago de la Marca, Presbítero Franciscano






28 de NOVIEMBRE – JUEVES –
34ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la profecía de Daniel (6,12-28):

En aquellos días, unos hombres espiaron a Daniel y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios.
Entonces fueron a decirle al rey:
«Majestad, ¿no has firmado tú un decreto que prohíbe hacer oración, durante treinta días, a cualquier dios o cualquier hombre fuera de ti, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?»
El rey contestó:
«El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas.»
Ellos le replicaron:
«Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni al decreto que has firmado, sino que tres veces al día hace oración a su Dios.»
Al oírlo, el rey, todo sofocado, se puso a pensar la manera de salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol hizo lo imposible por librarlo.
Pero aquellos hombres le urgían, diciéndole:
«Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, un decreto o edicto real es válido e irrevocable.»
Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones.
El rey dijo a Daniel:
«¡Que te salve ese Dios a quien tú veneras tan fielmente!»
Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso, y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, para que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel. Luego el rey volvió a palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir. Madrugó y fue corriendo al foso de los leones.
Se acercó al foso y gritó afligido:
«¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras tan fielmente?»
Daniel le contestó:
«¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho nada, porque ante él soy inocente, como tampoco he hecho nada contra ti.»
El rey se alegró mucho y mandó que sacaran a Daniel del foso. Al sacarlo, no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Luego mandó el rey traer a los que habían calumniado a Daniel y arrojarlos al foso de los leones con sus hijos y esposas.
No habían llegado al suelo, y ya los leones los habían atrapado y despedazado.
Entonces el rey Darlo escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra:
«¡Paz y bienestar! Ordeno y mando que en mi imperio todos respeten y teman al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo que permanece siempre. Su reino no será destruido, su imperio dura hasta el fin. Él salva y libra, hace signos y prodigios en el cielo y en la tierra. Él salvó a Daniel de los leones.»

Palabra de Dios

Salmo: Dn 3,68.69.70.71.72.73.74

R/. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Rocíos y nevadas,
bendecid al Señor. R/.

Témpanos y hielos,
bendecid al Señor. R/.

Escarchas y nieves,
bendecid al Señor. R/.

Noche y día,
bendecid al Señor. R/.

Luz y tinieblas,
bendecid al Señor. R/.

Rayos y nubes,
bendecid al Señor. R/.

Bendiga la tierra al Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,20-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción.
Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo.
Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje.
Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

Palabra del Señor

1.  Es muy dudoso que Jesús pronunciase este discurso tal y como aquí quedó recogido por el evangelio de Lucas (J. A. Fitzmyer).
Este es un punto en el que los estudiosos de este evangelio están generalmente de acuerdo.  Lo más razonable es pensar que, si este evangelio, redactó así el presunto discurso de Jesús, eso se debe a que el tema de la destrucción de Jerusalén por las legiones de Roma, en la guerra del año 70, se asociaba (en aquel tiempo) con el tema del fin del mundo. 
Por lo visto, había mucha gente que pensaba que el fin de Jerusalén era como el fin del mundo.

2.  De todas formas tampoco parece que este discurso del evangelio de Lucas sea una composición literaria redactada después de los acontecimientos de la guerra del año 70. Porque esa guerra   nos es bien conocida por el historiador judío Flavio Josefo.
Y, sin embargo, el texto de Lucas no recoge aquí datos muy importantes de lo que realmente ocurrió en aquella contienda. Parece, pues, que esto, que se escribió antes de la destrucción de Jerusalén, lo que nos viene a decir es que Jesús habló del tema tal como aquí se indica, por más que lo hiciera con otras palabras.

3.  Por lo tanto, Jesús vio claramente que la ruina de Jerusalén, de su Templo,
de aquella religión y de aquellas gentes, todo eso era inevitable. Era algo que se veía venir.
Pero Jesús no termina ni se queda en una visión negativa y pesimista de tantas desgracias. Jesús ve en todo eso el comienzo de la liberación.
Es importante tener siempre una   visión positiva de las cosas y del futuro,
incluso cuando las previsiones razonables   producen la impresión de que todo se hunde. 
El optimismo de Jesús tiene que   alimentar nuestra visión positiva de la vida.

San Santiago de la Marca, Presbítero Franciscano



Predicador incansable

De este santo, cuyo nombre está unido al de San Bernardino de Siena y al de San Juan de Capistrano, que lo acompañó en sus peregrinaciones apostólicas por Europa, tenemos muchas noticias: unas nos la refiere él mismo y otras el humilde fraile laico, Venancio de Fabriano, que lo acompañó constantemente desde 1463.

Santiago de la Marca, cuyo nombre de pila era Domingo Gangali, nació en Monteprandone (Ascoli Piceno) en 1394. Quedó huérfano de padre siendo todavía muy niño, y a los siete años fue enviado a apacentar las ovejas; asustado por la continua presencia de un lobo misterioso, que más tarde él llamará ángel de Dios y no lobo como parecía abandonó el rebaño y huyó a Offida acogido por un sacerdote familiar suyo.

Siguió los estudios de derecho civil en Perusia; llegó a ser notario. Después se estableció en Florencia, en donde fue elegido alcalde. Regresó a las Marcas por asuntos familiares, se detuvo en Asís y aquí, después de un coloquio con el prior de Santa María de los Ángeles, resolvió entrar a formar parte de la familia franciscana.

Hizo su profesión religiosa el 1 de agosto de 1416 y seis años después, ya sacerdote, fue encargado de la predicación, ocupación que abarcaría toda su vida hasta la muerte, el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles.

Durante más de medio siglo recorrió Europa oriental y centro septentrional no sólo para predicar el nombre de Jesús (tema constante de sus homilías, siguiendo el ejemplo de su maestro San Bernardino), sino también para cumplir delicadas misiones encomendadas por los Papas Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III.

Este gran caminador parecía que sólo se detenía el tiempo necesario para fundar un nuevo convento o para restablecer la observancia de la genuina regla franciscana en los ya existentes. Los últimos 18 años de su vida los pasó casi todos predicando en las varias regiones de Italia. Se encontraba en Aquila cuando murió San Bernardino de Siena, en 1444, y a los seis años pudo presenciar en Roma su solemne canonización. Lo seguía devotamente fray Venancio, quien nos cuenta que durante una misión predicada en Lombardía le propusieron a fray Santiago la elección para obispo de Milán; pero el humilde fraile no aceptó. Fray Venancio, después de la muerte del maestro, escribió una Vida en la que narra los muchísimos milagros que hizo en vida y después de la muerte.

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