3 de NOVIEMBRE – DOMINGO –
31ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de la Sabiduría (11,22–12,2):
Señor,
el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza,
como gota de rocío mañanero
sobre la tierra.
Pero te
compadeces de todos, porque todo lo puedes
y pasas por alto los pecados
de los hombres para que se arrepientan.
Amas a
todos los seres
y no aborreces nada de lo
que hiciste; pues, si odiaras algo, no lo habrías creado.
¿Cómo
subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, o ¿cómo se conservaría, si tú no lo
hubieras llamado?
Pero tú
eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida.
Pues tu
soplo incorruptible está en todas ellas.
Por eso
corriges poco a poco a los que caen, los reprendes y les recuerdas su pecado, para
que, apartándose del mal, crean en ti, Señor.
Palabra
de Dios
Salmo:
144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
R/.
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
V/. Te ensalzaré, Dios mío, mi
rey;
bendeciré tu nombre por
siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por
siempre jamás. R/.
V/. El Señor es clemente y
misericordioso,
lento a la cólera y rico en
piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus
criaturas. R/.
V/. Que todas tus criaturas te
den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de
tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
V/. El Señor es fiel a sus
palabras,
bondadoso en todas sus
acciones.
El Señor sostiene a los que
van a caer,
endereza a los que ya se
doblan. R/.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,11–2,2):
Hermanos:
Oramos
continuamente por vosotros, para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación
y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la
fe. De este modo, el nombre de nuestro Señor Jesús será glorificado en vosotros
y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
A
propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él,
os rogamos, hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por
alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor
estuviera encima.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):
EN aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En
esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién
era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de
estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque
tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel
sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja,
porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se
dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver
esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha
entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero
Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira,
Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a
alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús
le dijo:
«Hoy ha
sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Palabra
del Señor
El extraño caso del
explotador que se convierte.
El
protagonista del evangelio de hoy es un jefe de publicanos y rico. Este término
no sugiere al lector actual del evangelio el odio y desprecio que sentía el
pueblo judío hacia los miembros de esta profesión, que trabajaban al servicio
de los romanos y oprimían al pueblo con el cobro de los impuestos. El antiguo
publicano no tiene nada que ver con el banquero actual. Pero el odio que
suscitan los banqueros en mucha gente desde hace unos años ayuda a entender el
evangelio más que una larga exposición histórica sobre los publicanos. Sobre
todo, cuando el banquero se ha enriquecido, mientras quienes depositaron su
dinero en el banco lo han perdido todo o casi todo.
¿Mandamos a
todos los ricos al infierno?
Hasta ahora,
en su evangelio, Lucas no se ha limitado a defender a los pobres y a
anunciarles un futuro definitivo mejor. Ha criticado también con enorme dureza
a los ricos. Ha puesto en boca de María, en el Magníficat, unas palabras más
propias de una anarquista que de una monja de clausura, cuando alaba a Dios
porque
«derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a
los ricos.»
Y Jesús se muestra aún más duro en el Discurso de la llanura (equivalente
al Sermón del Monte de Mateo):
«¡Ay de vosotros,
los ricos, porque recibís vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que ahora
estáis saciados, porque pasaréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque
lloraréis y haréis duelo! (Lc 6,24-25).
El ejemplo más claro del rico que llora y
hace duelo es el de la parábola del rico y Lázaro, que no podrá disfrutar de
una eternidad feliz.
¿Significa
esto que ningún rico puede salvarse? El episodio del rico que pretende seguir a
Jesús, aunque al final desiste porque no es capaz de renunciar a su riqueza,
demuestra que un rico puede salvarse si observa los mandamientos (Lc 18,18-23).
¿Qué ocurre
cuando se trata de un rico explotador? La respuesta la da Lucas en
el evangelio de hoy.
El ejemplo de
Zaqueo (Lc 19,1-10)
1. Jesús no
le pide a Zaqueo que lo invite a comer, le dice que quiere
alojarse en su casa. Se trata de algo mucho más personal. Cuando Jesús continúe su camino,
seguirá presente en la casa y la vida de Zaqueo.
2. La
conducta de Jesús resulta escandalosa. Esta vez no
escandaliza a fariseos y escribas, a seglares piadosos y teólogos rancios, sino
a todos sus seguidores y partidarios, que han aplaudido hasta
ahora sus críticas a los ricos.
3. La
diferencia entre Jesús y sus partidarios radica en la
forma de considerar al jefe de publicanos. Mientras Jesús lo considera una
persona y lo llama por su nombre («Zaqueo, baja…»), sus partidarios lo
desprecian («un pecador»). Ellos se dejan guiar por una ideología que
condena al rico, mientras que Jesús se guía por la fe («también Zaqueo es
hijo de Abrahán») y por su misión de buscar y salvar al que se ha perdido.
La historia de Zaqueo recuerda las parábolas del hijo pródigo y de la oveja y
la moneda perdidas.
4. La
conducta de Zaqueo supone un cambio radical y muy duro. Sin que Jesús le exija nada, por pura iniciativa, da a los pobres la mitad
de sus bienes y está dispuesto a restituir cuatro veces si se ha aprovechado de
alguno. Y esto es lo que Lucas pretende enseñar: incluso un rico
hipotéticamente injusto puede convertirse y salvarse; pero no basta invitar a
Jesús a comer, debe darse un cambio profundo en su vida, con repercusiones en
el ámbito económico.
5.
Finalmente, la conducta de Jesús con Zaqueo trae a la memoria el refrán castellano: «más moscas se atraen con una gota
de miel que con un barril de hiel». Jesús podía haber criticado y condenado a
Zaqueo. Sus seguidores lo habrían aplaudido una vez más. Y Zaqueo habría
seguido explotando al pueblo.
Un texto
precioso (Sabiduría 11,22-12,2)
La primera lectura
es un excelente complemento al evangelio. Muchos piensan que el Dios del
Antiguo Testamento es un ser cruel y justiciero, enemigo despiadado del
pecador. Quien lea este texto tendrá que cambiar de idea: la actitud de Dios es
la misma que la de Jesús con Zaqueo.
Señor, el
mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío
mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo
lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los
hombres, para que se arrepientan. Amas a todos
los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa,
no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses
querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges
poco a poco a los que caen, les recuerdas su
pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
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