15 de NOVIEMBRE – VIERNES –
32ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de la Sabiduría (13,1-9):
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y
fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están
a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que
tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales,
al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo.
Si,
fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su
Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y
actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la
magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el
ser.
Con
todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados,
buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras,
las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni
siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron
capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su
Dueño?
Palabra
de Dios
Salmo:
18,2-3.4-5
R/. El
cielo proclama la gloria de Dios
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la
obra de sus manos
el día al día le pasa el
mensaje,
la noche a la noche se
lo susurra. R/.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza
su pregón
y hasta los límites del
orbe su lenguaje. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como
sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre:
comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces
llegó el diluvio y acabó con todos.
Lo
mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban,
construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del
cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del
hombre.
Aquel
día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas;
si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot.
El
que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os
digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al
otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra
la dejarán.»
Ellos
le preguntaron:
«¿Dónde,
Señor?»
Él
contestó:
«Donde
se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Palabra
del Señor
1.
Se ha discutido ampliamente sobre el significado de este discurso de
Jesús a sus discípulos.
Se ha dicho que no podemos estar seguros
de que Jesús pronunció estas palabras, al menos tal como han llegado hasta
nosotros. Pero tampoco existe una razón
decisiva para asegurar que nunca Jesús dijo o pudo decir estas cosas, que, según parece, proceden de la fuente Q
(R. Schnackengurg).
Sea lo que sea de esta discusión, el
discurso sobre "los días del Hijo del Hombre" probablemente son una
añadidura de Lucas ante el retraso de la "venida inminente", que
nunca llegó, del Señor glorioso (J. A. Fitzmyer).
2.
Un problema importante, que se le planteó a la Iglesia naciente, sobre
todo en los últimos años del s. I, fue la inminente expectativa del fin de los
tiempos, la llamada "parusía" o
venida definitiva de Cristo el Señor. Lo
que
sería la realización de la salvación
definitiva.
Esta convicción estuvo muy presente en
algunas comunidades de la tradición de Pablo (Ef 4, 30; Col 3, 4) (J. Gnilka).
Lucas quiso dar algún tipo de
respuesta a los creyentes que vivían esta
experiencia de espera, que apremiaba, pero que
no llegaba.
3.
Estas situaciones de espera inminente del fin del mundo han sido
relativamente frecuentes en la historia de la Iglesia. Y es que la experiencia religiosa
se manifiesta, entre otras formas, en la ostentación de fenómenos prodigiosos, que rompen la normalidad de
lo cotidiano. Sin embargo, si algo queda en pie en este texto del evangelio de
hoy, es la insistencia de Jesús en que el Reino de Dios se hace presente en lo
diario, en lo cotidiano, en la normalidad de la vida
en su conjunto: la convivencia, el trabajo, el
descanso, el ejercicio de la propia
profesión.
Se trata, sencillamente, de vivir de
tal forma que la propia vida sea el reflejo y la expresión de cómo fue la
presencia de Jesús en su vida y entre las gentes de su tiempo.
San Alberto Magno
San
Alberto, apellidado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en la
Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las
disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino,
uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y
naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona,
esforzándose asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, pero al cabo
de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió
santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
San
Alberto nace en el seno de la noble familia de los Ingollstad en Lauingen,
Diócesis de Augsburgo en la Baviera Alemana en 1.206.
Desea
cursar la carrera de Leyes por lo que sus padres le envían primero a Bolonia,
que más tarde será cumbre de los estudios juristas; pasa más adelante a
Venecia, para terminar en Padua. En 1.223 conoce a su compatriota el Beato
Jordán de Sajonia que sucederá a Santo Domingo de Guzmán en el gobierno de la
Orden Dominicana. Queda prendado por la predicación y las cualidades de este
hombre; recibe la llamada de Dios y decide ingresar en la Orden de Predicadores
en 1.224. La oposición de su familia es frontal, pero él permanece fiel a su
decisión.
En
1.228 es enviado a su patria como profesor y enseña, primero en Colonia, con
posterioridad en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo y en la Sorbona
de París, donde tendrá como discípulo predilecto a Santo Tomás de Aquino.
Patrono
de los científicos: es un místico que descubre a Dios en el encanto de la
creación
En 1.248 le encontramos, de
nuevo, en Colonia dirigiendo el Estudio General de la Orden en esta ciudad. En
los años 1.254 a 1.257 es elegido Provincial de la Provincia de Teutonia. En
1.256 está en Roma y allí, con San Buenaventura, franciscano, defiende los
derechos de las Ordenes Mendicantes, frente a Guillermo de San Amor y otros
profesores, el derecho de enseñar en las Universidades de entonces. San Alberto
Magno es profesor en la Curia Pontificia.
Cuatro
años más tarde el Papa Alejandro IV le nombra Obispo y, a pesar de su
oposición, es consagrado Obispo de Ratisbona; organizó la Diócesis. A los dos
años, con nostalgia de su vida conventual dominicana, el Papa Urbano IV le
acepta la renuncia. De 1.261 al 1.263 es nombrado Predicador de la Cruzada y profesor
de la Curia Pontificia.
Destaca
San Alberto Magno por su capacidad, sagacidad y equilibrio en solucionar casos
conflictivos como el del Obispo de Wurzburgo con sus fieles. Su misión y su
campo es la enseñanza, la investigación por la que sigue dictando su sabiduría
en las Cátedras Wurzburgo, Estrasburgo y Lyon. Participa en el II Concilio de
Lyon, donde media para que sea reconocido como Rey de Alemania Rodolfo de
Augsburgo.
Fresco
de San Alberto Magno en Treviso (Italia)Fresco de San Alberto Magno en el
Seminario de Treviso (Italia)
En
1.279 se debilita física y mentalmente. Ese mismo año redacta su testamento y
muere, con serenidad y paz, sobre su mesa de trabajo. Era el 15 de noviembre de
1.280.
El
Maestro General de la Orden Dominicana, Humberto de Romans, nos ha dejado estas
pinceladas: "Era de buena talla y bien dotado de formas físicas. Poseía un
cuerpo formado con bellas proporciones y perfectamente moldeado para todas las
fatigas del servicio de Dios".
San
Alberto es Magno por la grandeza de su espíritu. Era un hombre abierto a lo
universal; escritor y profesor incansable. Como naturalista era un hombre de
vocación analítica y observador nato. En sus obras destacan afirmaciones tales
como: "Yo lo observé" "Yo hice el experimento" "Esto
me lo han referido pescadores o cazadores expertos".
Pero
es preciso destacar que San Alberto estudia, investiga, analiza todo en función
de la Santa Predicación; por eso utiliza tanto las Ciencias Naturales,
Biología, Botánica, Química, Zoología, Arqueología, como la Filosofía y la
Teología.
Semblanza
espiritual
San
Alberto es un científico, pero ante todo es un teólogo, observante y
mortificado, hombre de oración ininterrumpida. Pasa muchas noches en la
oración, amante de la Eucaristía: "Celebraba los Misterios Divinos con la
más grande pureza y el más ardiente amor".
Pero
San Alberto Magno es un místico que descubre a Dios en el encanto de la
creación. Y un místico mariano, con una sencilla y profunda devoción a la
Virgen María. Su amor a la Virgen es ingenuo y profundo a la vez.
Fue
canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1.931. Pio XII, en 1.941, lo
declara Patrono de los científicos. La gran gloria de San Alberto es sin duda
su discípulo Santo Tomás de Aquino
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