5 de NOVIEMBRE – MARTES –
31ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,5-16a):
Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero
cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son
diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es
la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose
a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el
que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con
empeño; el que reparte la limosna, con agrado.
Que
vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como
buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a
uno mismo.
En
la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid
constantemente al Señor, Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la
tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los
santos; practicad la hospitalidad.
Bendecid
a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad
alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no
tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.
Palabra
de Dios
Salmo: 130,1.2.3
R/.
Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi
capacidad. R/.
Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos
de su madre. R/.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:
«¡Dichoso
el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús
le contestó:
«Un
hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete
mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está
preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro.
El
primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame,
por favor."
Otro
dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame,
por favor."
Otro
dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado
volvió a contárselo al amo.
Entonces
el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:
"Sal
corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los
lisiados, a los ciegos y a los cojos."
El
criado dijo:
"Señor,
se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio."
Entonces
el amo le dijo:
"Sal
por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la
casa."
Y
os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»
Palabra
del Señor
1.
Se sabe que la costumbre del banquete era una tradición importante en la
literatura, en la sociedad y en la religiosidad del judaísmo, tanto en la
cultura del segundo templo, como en el judaísmo rabínico del tiempo de Jesús
(Josef Martin, S. Stein).
Por eso se sabe que, en esta tradición
del banquete, los judíos compartían las costumbres grecorromanas de las comidas. Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que
los banquetes tenían una significación social de primera importancia en las
sociedades mediterráneas del s. I.
Concretamente, era clásica la
diferenciación, en la organización de la mesa y la comida, la distinción entre
los (los "amigos") y (los que se veían copio "la gente de la tierra", los
extraños) (D. E. Smith).
2.
Hay que tener muy presentes estos datos para comprender la enseñanza de
esta parábola.
En ella, Jesús enseña que la convivencia
social, que él proyecta, está pensada de forma que, de ella, se excluyen a sí
mismos los que tienen sus intereses centrados en los propios negocios y
ganancias: sus fincas, sus bueyes, sus amores y consiguientemente en sí mismos. De esos,
ninguno entra en el banquete.
Por el contrario, quienes entran son
"los extraños", "la gente de la tierra", que, en concreto
son: los vagabundos de los caminos, los desinstalados, los caminantes de la
vida, las pobres gentes sin propiedades y sin seguridad social alguna. Hoy
diríamos excluidos son los emigrantes y
miles de personas que huyen del hambre, de la guerra, de tantos peligros de
cárcel y de muerte.
3.
La Iglesia, que tenemos, se parece
muy poco a lo que pensó Jesús. Está
demasiado alejada de aquel proyecto
desconcertante que Jesús representó en esta parábola. El principio-base es el
contraste entre los instalados y gente de orden frente a los desheredados. No es que Jesús quiera una Iglesia de gentes
extravagantes. No es eso, seguramente,
Einstein, Gandhi, Martin Luther King
o Mons. Romero se parecían más a los "extraviados" que entraron en el
banquete, que los prestigiosos cardenales
de la Curia Romana y los reconocidos
eclesiásticos o mandatarios políticos con los que el Vaticano está de
acuerdo y a los que, en cualquier caso, prefiere.
La cosa está clara: el banquete eclesiástico
y el banquete evangélico se parecen muy poco.
Santa Ángela de la Cruz
Santa Ángela de la Cruz Guerrero González
María de los Ángeles Guerrero González nació en Sevilla el 30 de
enero de 1846 y murió también allí el 2 de marzo de 1932. Humilde religiosa
española, fundó la congregación religiosa llamada Compañía de las Hermanas de
la Cruz dedicada a ayudar a los pobres y a los enfermos.
Fue canonizada en Madrid por san Juan Pablo II el 4 de mayo de
2003.
Ángela
Guerrero González, Sor Ángela de la Cruz, Madre de los pobres, nació el 30 de
enero de 1846 en Sevilla en el seno de una familia sencilla. Sus padres,
Francisco Guerrero y Josefa González, tuvieron catorce hijos, pero sólo seis
llegaron a mayores de edad a causa de la terrible mortalidad infantil, aún
persistente durante todo el s. XIX.
Sus
padres eran—hasta la exclaustración de los religiosos en 1836—los cocineros del
Convento de los Padres Teatinos de Sevilla. Su padre murió pronto. Sin embargo,
la madre llegara a ver la obra de su hija, y las Hermanitas de la Cruz la
llamaran con el dulce nombre de "la abuelita" y quedaran admiradas de
las muchas virtudes que florecían en el jardín de su alma. Ella supo
trasplantarlas al jardín del alma de su hija Ángela. Se dice que un día, siendo
aún muy pequeña, desapareció y todos la buscaron. Todos menos su madre que
enseguida adivinó donde estaba: en la iglesia. Allí la encontraron rezando y
recorriendo los altares. Ya mayor dirá: "Yo, todo el tiempo que podía, lo
pasaba en la iglesia, echándome bendiciones de altar como hacen las
chiquillas".
Por
carecer de recursos, apenas puede aprender a leer y escribir. Ángela, que
crecía en un piadoso ambiente familiar, pronto daría cumplidas pruebas de
bondad natural. Ya de joven, nadie osaba hablar mal o pronunciar blasfemias en
su presencia. Si hablaban algo menos puro, al verla llegar, decían, cambiando
de conversación: "Callad, que viene Angelita".
Ángela
necesita trabajar desde los doce años para ayudar a su familia, cuando apenas
ha tenido ocasión de asistir a la escuela: en el taller de calzado de doña
Antonia Maldonado, en la calle del Huevo, trabajó durante algún tiempo como
zapatera. Dña. Antonia estaba encantada de ella y exhortaba a las demás a que
la imitaran. Hacia rezar el rosario y rendían más que antes.
El
Padre Torres Padilla era muy amigo de la familia donde trabajaba como zapatera.
Le habían hablado de la maravilla de aquella joven.
De
1862 a 1865, Ángela, que asombra por sus virtudes a cuantos la conocen, reparte
su jornada entre su casa, el taller, las iglesias donde reza y los hogares
pobres que visita. En 1865 se cierne una oleada de cólera sobre Sevilla que
azota a las familias pobres hacinadas en los "corrales de vecindad".
Ángela se multiplica para poder ayudar a estos hombres, mujeres y niños
castigados tan duramente por la miseria. Y en ese mismo año pone en
conocimiento de su confesor, el padre Torres, su voluntad de "meterse a
monja". Cuenta ahora con diecinueve años.
Quiso
entrar en las Carmelitas Descalzas del barrio de Santa Cruz de Sevilla, aunque
no la admitieron por temor a que no pudiera soportar los duros menesteres del
convento en su cuerpo menudo y débil.
Después
ingresó en las Hermanas de la Caridad. Llegó a vestir el hábito, pero hubo de
salir del convento al enfermar. Viendo que no podía ser monja en el convento,
se dijo a si misma: "Seré monja en el mundo" e hizo los Votos
religiosos. Un billete de 1º de noviembre de 1871 nos revela que "María de
los Ángeles Guerrero, a los pies de Cristo Crucificado" promete vivir
conforme a los consejos evangélicos: ya que le ha fallado ser monja en el
convento, será monja fuera. Dos años más tarde, Ángela pone en manos del doctor
Torres Padilla unas reflexiones personales en las que se propone, no vivir
siguiendo a Jesús con la cruz de su vida, sino vivir permanentemente clavada en
ella junto a Jesús. De ahora en adelante se llamará Ángela de la Cruz.
Ángela
comienza a afirmarse en una idea que le ha venido con fuerza: "hay que
hacerse pobre con los pobres".
En
invierno de 1873 Ángela formula votos perpetuos fuera del claustro, y por el
voto de obediencia queda unida al padre Torres. Pero su mente y su corazón
inquietos comienzan a "reinar" en una idea que continuamente le
asalta: formar la "Compañía de la Cruz". Obstinada en su empeño el 17
de enero de 1875 comienza a trazar su proyecto, que, como toda obra noble, se
verá colmado por el éxito, más ante los ojos de Dios que ante los ojos de los
hombres.
Ángela
ha encontrado tres compañeras: Josefa de la Peña, una terciaria franciscano
"pudiente", que ha decidido dar el paso que su contacto con los
pobres le está pidiendo; Juana María Castro y Juana Magadán, dos jóvenes
pobres, sencillas y buenas. Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento":
un cuartito con derecho a cocina en la casa número 13 de la calle San Luis, y
desde allí organizan su servicio de asistencia a los necesitados a lo largo del
día y de la noche. Poco después se trasladan al número 8 de la calle Hombre de
Piedra, y comienzan a adquirir notable consistencia en el clima religioso de
Sevilla. Estrenan hábito y sus compañeras comienzan a llamarle
"Madre", cuando aún no se ha borrado de su rostro la primavera de la
niñez. Entre duras penitencias y mortificaciones, fieles a la causa de los
pobres, consiguen obtener en 1876 la admisión y bendición del Cardenal Spinola.
Todo
el resto de su vida estaría marcado por el signo doliente de la Cruz, pero
también por la felicidad de quien se siente "luz en el mundo mostrando una
razón para vivir". La Compañía va a crecer, y con ella el agradecimiento
del pueblo sevillano y de todos los rincones de Andalucía a donde llega el
espíritu de Sor Ángela. Como afirma José María Javierre en su preciosa obra
Madre de los pobres: 'Que yo sepa, es el único caso en el mundo. Existe una
ciudad donde pronunciáis el nombre de una persona y todos los habitantes,
todos, sonríen: -Era buena, era una santa."
La
siguen bastantes jóvenes y mayores que quieren imitar a Sor Ángela y seguir su
mismo género de vida. Todos caben en sus casas. La austeridad será nota
distintiva de sus casas. Roma da aprobación a su Obra.
Fallecimiento
Falleció
el 2 de marzo de 1932 como consecuencia de un accidente cerebrovascular,
personas de todas las clases sociales rindieron homenaje a la hoy Santa que,
por privilegio del Gobierno de la Segunda República Española, fue sepultada en
la cripta de la Casa Madre en Sevilla.
Dos
días después el Ayuntamiento republicano de la ciudad de Sevilla, presidido por
el alcalde don José González Fernández de Labandera, decidió por unanimidad que
constase en acta el sentimiento de la Corporación por la muerte de la religiosa
y decidió se rotulase con su nombre la entonces llamada calle Alcázares, donde
estaba y continúa el convento. Esta decisión tiene gran importancia, si tenemos
en cuenta las ideas anticlericales imperantes en la época.
Canonización
El
Papa Juan Pablo II la beatificó el 5 de noviembre de 1982. El 20 de diciembre
de 2002, la Iglesia reconoció oficialmente su santidad, al aprobar el milagro
que le había sido atribuido, la curación, científicamente inexplicada, de un
niño que sufría una obstrucción de la arteria central de la retina del ojo
derecho y recuperó repentinamente la visión. Fue canonizada por Juan Pablo II
el 4 de mayo de 2003 en la madrileña Plaza de Colón, con el nombre de Santa
Ángela de la Cruz.
El 7
de mayo de 2003, el cuerpo incorrupto de la Santa es trasladado desde la Casa
Madre hasta la Catedral de Sevilla, donde presidió los actos en su honor, por
la Canonización. Una gran multitud se concentró a su paso, adornándose los
templos y calles del recorrido para la ocasión.
En
2012, la Compañía de la Cruz tiene más de cincuenta conventos, 700 hermanas y
unas 50 novicias que realizan el noviciado en Sevilla. Los países donde se
encuentra son España, Argentina e Italia. En España en las comunidades
autónomas de Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Comunidad Valenciana,
Castilla y León, Castilla La Mancha y Galicia.
Oración
a Santa Ángela de la Cruz
Dios de toda bondad, que iluminaste a Santa
Ángela virgen, con la sabiduría de la cruz, para que reconociese a tu Hijo
Jesucristo en los pobres y enfermos abandonados, y los sirviese como humilde
esclava, concédenos la gracia que te pedimos por su intercesión, en esta novena.
Así también, inspira en nosotros el deseo de
seguir su ejemplo, abrazando cada día nuestra propia cruz, en unión con Cristo
crucificado y sirviendo a nuestros hermanos con amor.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, Hijo
tuyo y Señor nuestro.
Amén.
(Fuente: hermandades-de-sevilla.org y wikipedia)
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