lunes, 31 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 2- DE JUNIO –MIERCOLES – 9ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Marcelino y San Pedro, mártires

 



2- DE JUNIO –MIERCOLES –

9ª – SEMANA DEL T. O. – B –

         San Marcelino y San Pedro, 

mártires

    Lectura del libro de Tobías (3,1-1a.16-17a):

 

   En aquellos días, profundamente afligido, sollocé, me eché a llorar y empecé a rezar entre sollozos:

    «Señor, tú eres justo, todas tus obras son justas; tú actúas con misericordia y lealtad, tú eres el juez del mundo.

    Tú, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues por mis pecados, mis errores y los de mis padres, cometidos en tu presencia, desobedeciendo tus mandatos.

    Nos has entregado al saqueo, al destierro y a la muerte, nos has hecho refrán, comentario y burla de todas las naciones donde nos has dispersado. Sí, todas tus sentencias son justas cuando me tratas así por mis pecados, porque no hemos cumplido tus mandatos ni hemos procedido lealmente en tu presencia. Haz ahora de mí lo que te guste. Manda que me quiten la vida, y desapareceré de la faz de la tierra y en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir, después de oír ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo me libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu rostro, Señor, porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y escuchando tales ultrajes.»

    Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, el de Ecbatana de Media, tuvo que soportar también los insultos de una criada de su padre; porque Sara se había casado siete veces, pero el maldito demonio Asmodeo fue matando a todos los maridos, cuando iban a unirse a ella según costumbre.

    La criada le dijo:

    «Eres tú la que matas a tus maridos. Te han casado ya con siete, y no llevas el apellido ni siquiera de uno. Porque ellos hayan muerto, ¿a qué nos castigas por su culpa? ¡Vete con ellos! ¡Que no veamos nunca ni un hijo ni una hija tuya!»

    Entonces Sara, profundamente afligida, se echó a llorar y subió al piso de arriba de la casa, con intención de ahorcarse.

    Pero lo pensó otra vez, y se dijo:

    «¡Van a echárselo en cara a mi padre! Le dirán que la única hija que tenía, tan querida, se ahorcó al verse hecha una desgraciada. Y mandaré a la tumba a mi anciano padre, de puro dolor. Será mejor no ahorcarme, sino pedir al Señor la muerte, y así ya no tendré que oír más insultos.»

    Extendió las manos hacia la ventana y rezó. En el mismo momento, el Dios de la gloria escuchó la oración de los dos, y envió a Rafael para curarlos.

 

Palabra de Dios

          

    Salmo: 24,2-3.4-5ab.6-7bc.8-9

 

    R/. A ti, Señor, levanto mi alma

 

   Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,

que no triunfen de mí mis enemigos;

pues los que esperan en ti no quedan defraudados,

mientras que el fracaso malogra a los traidores. R/.

      

    Señor, enséñame tus caminos,

instrúyeme en tus sendas:

haz que camine con lealtad;

enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

 

   Recuerda, Señor,

que tu ternura y tu misericordia son eternas;

acuérdate de mí con misericordia,

por tu bondad, Señor. R/.

 

   El Señor es bueno y es recto,

y enseña el camino a los pecadores;

hace caminar a los humildes con rectitud,

enseña su camino a los humildes. R/.

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,18-27):

       

    En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:

    «Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano."    Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.

    Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»

    Jesús les respondió:

    «Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"?

    No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»

 

Palabra del Señor

 

    1.  Este extraño episodio nos resulta difícil de entender. Entre otras razones, por el caso que los saduceos le plantean a Jesús.   Este caso se explica por la antiquísima "ley del levirato" (del latín levir, "cuñado"). Una ley, propia de culturas muy antiguas, que pretendía perpetuar el nombre del marido y, sobre todo, asegurar la propiedad familiar, como derecho del varón y sus descendientes. En la historia bíblica se encuentra el caso de Tamar (Gen 38) y de Rut (rt 2, 20; 3, 12). Era, por tanto, una "ley machista", que ponía en evidencia la desigualdad de derechos del hombre y de la mujer.         

 

2.  Pero el fondo del problema, que plantea este relato, se refiere a la resurrección. Los saduceos no creían en eso.   Pensaban que con la muerte se acababa la vida definitivamente. Hay que tener en cuenta que los saduceos eran el partido político de los más ricos. Y también de los que dominaban el culto y los cargos de mando en el Templo (J. Jeremías).

Las personas y los grupos que tienen un alto nivel de vida y gozan de riquezas, normalmente, no creen nada más que en esta vida y sus disfrutes. Con eso se consideran satisfechos.                  

 

3.  Jesús les desmonta su argumentación. Y les dice, en su cara, que "están muy equivocados".  Jesús afirma con fuerza la fe y la esperanza en la resurrección. Con la muerte no se acaba la vida. O sea, lo que debe regir nuestras vidas es la esperanza en la promesa de Jesús, no la seguridad que nos da el dinero, las cuentas corrientes bien dotadas, los bienes que posee la familia, la diócesis o la orden religiosa. Todo eso nos lleva derechos a vivir en el engaño. Y a perder la verdadera esperanza.

 

San Marcelino y San Pedro, 

mártires

 


 Nos ha dejado noticias de su muerte el papa san Dámaso, que las oyó de boca del mismo verdugo. El martirio tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano (284-305).

Fueron decapitados en un bosque, pero sus cuerpos fueron trasladados y sepultados en el cementerio llamado Ad duas lauros, en la vía Labicana, donde después de la paz de Constantino se erigió una basílica.

 

Marcelino y Pedro se encuentran entre los santos romanos que se conmemoran en el canon I de la misa. Marcelino era un prominente sacerdote en Roma durante el reinado de Diocleciano, mientras que Pedro, según se afirma, era un exorcista. Debido a un error de lectura del Hieronymianum, se había llegado a la conclusión de que otros mártires perecieron con ellos, en número de cuarenta y cuatro, y así lo consignaba el anterior Martirologio Romano, lo que fue enmendado en el actual. Un relato muy poco digno de confianza sobre su pasión, declara que ambos cristianos fueron aprehendidos y arrojados en la prisión, donde tanto Marcelino como Pedro mostraron un celo extraordinario en alentar a los fieles cautivos y catequizar a los paganos, para obtener nuevas conversiones, como la del carcelero Artemio, con su mujer y su hija.

 

De acuerdo con la misma fuente de información, todos fueron condenados a muerte por el magistrado Sereno o Severo, como también se le llama. Marcelino y Pedro fueron conducidos en secreto a un bosquecillo que llevaba el nombre de Selva Negra, para que nadie supiera el lugar de su sepultura y se les cortó la cabeza. Sin embargo, el secreto se divulgó, tal vez por medio del mismo verdugo que posteriormente se convirtió al cristianismo.

 

Dos piadosas mujeres, Lucila y Fermina, exhumaron los cadáveres y les dieron conveniente sepultura en la catacumba de San Tiburcio, sobre la Vía Labicana, no sin recoger antes algunas reliquias. El papa Dámaso, autor del epitafio para la tumba de los dos mártires, declaró que siendo niño, se enteró de los pormenores de su ejecución por boca del propio verdugo. El emperador Constantino mandó edificar una iglesia sobre la tumba de los mártires y quiso que ahí fuera sepultada su madre, Santa Elena. En el año de 827, el Papa Gregorio IV hizo donación de los restos de estos santos a Eginhard, antiguo hombre de confianza de Carlomagno, para que las reliquias fueran veneradas en los monasterios que había construido o restaurado; por fin, los cuerpos de los mártires descansaron en el monasterio de Seligenstadt, a unos veintidós kilómetros y medio de Francfort.

 

Todavía se conservan los relatos donde se registraron minuciosamente todos los detalles de los milagros que tuvieron lugar durante aquella famosa traslación. La prueba de que en la Roma antigua se rendía mucho culto a estos dos santos, está en que abundan inscripciones para conmemorarlos, como ésta: «Sáncte Petr (e) Marcelline, suscipite vestrum alumnum» (Sanos Pedro y Marcelino, recibid a vuestro alumno).

 

 


domingo, 30 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 1 - DE JUNIO –MARTES – 9ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Justino mártir

 



 


        1 - DE JUNIO –MARTES –

9ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Justino mártir

        

    Lectura del libro de Tobías (2,9-14):

 

    Yo, Tobías, la noche de Pentecostés, cuando hube enterrado el cadáver, después del baño fui al patio y me tumbé junto a la tapia, con la cara destapada porque hacía calor; yo no sabía que en la tapia, encima de mí, había un nido de gorriones; su excremento caliente me cayó en los ojos, y se me formaron nubes.

    Fui a los médicos a que me curaran; pero cuanto más ungüentos me daban, más vista perdía, hasta que me quedé completamente ciego. Estuve sin vista cuatro años.

    Todos mis parientes se apenaron por mi desgracia, y Ajicar me cuidó dos años, hasta que marchó a Elimaida. En aquella situación, mi mujer Ana se puso hacer labores para ganar dinero. Los clientes le daban el importe cuando les llevaba la labor terminada. El siete de marzo, al acabar una pieza y mandársela a los clientes, éstos le dieron el importe íntegro y le regalaron un cabrito para que lo trajese a casa. Cuando llegó, el cabrito empezó a balar.

    Yo llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado? Devuélveselo al dueño, que no podemos comer nada robado.»

    Ana me respondió:

    «Me lo han dado de propina, además de la paga.»

    Pero yo no la creía y, abochornado por su acción, insistí en que se lo devolviera al dueño.

    Entonces me replicó:

     «¿Y dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya ves lo que te pasa!»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 111,1-2.7-8.9

 

    R/. El corazón del justo está firme en el Señor

 

   Dichoso el que teme al Señor

y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra,

la descendencia del justo será bendita. R/.

 

   No temerá la malas noticias,

su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor,

hasta que vea derrotados a sus enemigos. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,13-17):

 

   En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta.

    Se acercaron y le dijeron:     «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?»

    Jesús, viendo su hipocresía, les replicó:

    «¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.»

    Se lo trajeron.

    Y él les preguntó:

    «¿De quién es esta cara y esta inscripción?»

    Le contestaron:

    «Del César.»

    Les replicó:

    «Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.»

    Se quedaron admirados.

 

Palabra del Señor

 

1.  Este relato tiene una actualidad muy importante, porque toca directamente el tema de la "corrupción", que es causa de tanto escándalo y de tanto sufrimiento.

La Iglesia primitiva le dio importancia a este episodio, ya que lo repiten los tres sinópticos (Mc 12, 17; Mt 22, 21; Lc 20, 25). Se sabe que, en tiempos de Jesús, Palestina estaba ocupada y dominada por Roma.   Y el Imperio sacaba todo el dinero, que podía, mediante los impuestos, que oprimían a la gente, sobre todo a los pobres. De ahí, la importancia del impuesto que había que pagar a los romanos.  - ¿Debían los cristianos pagarlo, sí o no?

 

2.  Todo esto es lo que se suele decir sobre este pasaje de los evangelios. Sin embargo, la explicación que hoy más se va imponiendo, entre los entendidos

en estos temas, es que la instrucción de Jesús no tiene nada que ver con el dinero o la moneda como tal.  Lo que aquí se expresa es un mandamiento global, que abarca la vida entera: sed honrados en vuestros deberes fiscales con el poder civil. Pero sed igualmente honrados y ejemplares cuando se trata de "devolver" a Dios todo lo que le debemos.

 

3.  Tengamos presente que el verbo apodidomi, que el evangelio pone aquí en imperativo, significa devolver. Dios se ha "humanizado" en cada ser humano. Lo que Dios nos manda es que le devolvamos lo que le debemos, dándole a cada ser humano lo que le debemos a Dios:  respeto, bondad, sinceridad...

Hay que dar a la autoridad civil lo que se nos exige para ser buenos ciudadanos. Pero igualmente le tenemos que devolver a Dios lo mucho (todo), que le debemos.  En el trato y convivencia con los otros.

 

San Justino mártir

 

Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).

 

 

Vida de San Justino mártir

 

San Justino nació en Naplusa, la antigua Siquem, en Samaria, a comienzos del siglo Il. Si lo que él mismo nos narra tiene valor autobiográfico y no es —como pretenden algunos— mera ficción literaria, se habría dedicado desde joven a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica, peripatética, pitagórica y platónica, hasta que, insatisfecho de todas ellas, un anciano le llamó la atención sobre las Escrituras de los profetas, "los únicos que han anunciado la verdad". Esto, junto a la consideración del testimonio de los cristianos que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe, le llevó a la conversión.

 

Más adelante Justino pasa a Roma, donde funda una especie de escuela filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año 165.

 

Se conocen los títulos de una decena de obras de Justino: de ellas sólo se han conservado dos Apologías (que quizás no son sino dos partes de una misma obra), y un Diálogo con un judío, por nombre Trifón.

 

Tanto por la extensión de sus escritos como por su contenido, Justino es el más importante de los apologetas. Es el primero que de una manera que pudiéramos decir sistemática intenta establecer una relación entre el mensaje cristiano y el pensamiento helénicos predeterminando en gran parte, bajo este aspecto, la dirección que iba a tomar la teología posterior.

 

La aportación más fundamental de Justino es el intento de relacionar la teología ontológica del platonismo con la teología histórica de la tradición judaica, es decir, el Dios que los filósofos concebían como Ser supremo, absoluto y transcendente, con el Dios que en la tradición semítica aparecía como autor y realizador de un designio de salvación para el hombre.

 

En el esfuerzo por resolver el problema de la posibilidad de relación entre el Ser absoluto y transcendente y los seres finitos, las escuelas derivadas del platonismo habían postulado la necesidad del Logos en función de intermediario ontológico: la idea se remonta al «logos universal» de Heraclito, y viene a expresar que la inteligibilidad limitada del mundo es una expresión o participación de la inteligibilidad infinita del Ser absoluto.

 

Justino, reinterpretando ideas del evangelio de Juan, identifica al Logos mediador ontológico con el Hijo eterno de Dios, que recientemente se ha manifestado en Cristo, pero que había estado ya actuando desde el principio del mundo, lo mismo en la revelación de Dios a los patriarcas y profetas de Israel, que en la revelación natural por la que los filósofos y sabios del paganismo fueron alcanzando cada vez un conocimiento más aproximado de la verdad.

 

De esta forma Justino presenta al cristianismo como integrando, en un plan universal e histórico de salvación, lo mismo las instituciones judaicas que la filosofía y las instituciones naturales de los pueblos paganos. Así intenta resolver uno de los problemas más graves de la teología en su época: el de la relación del cristianismo con el Antiguo Testamento y con la cultura pagana. Ambas son praeparatio evangelica, estadio inicial y preparatorio de un plan salvífico, que tendrá su consumación en Cristo.

 

Sin embargo, al identificar Justino al Logos con el mediador ontológico entre el Dios supremo y trascendente y el mundo finito, a la manera en que era postulado de los filósofos, introduce una concepción que inevitablemente tenderá hacia el subordinacionismo y, finalmente, hacia el arrianismo. Cuando Justino afirma que el Dios supremo no podía aparecerse con su gloria trascendente a Moisés y los profetas, sino sólo su Logos, implícitamente afirma que el Logos no participa en toda su plenitud de la gloria de Dios y que es en alguna manera inferior a Dios.

 

Los escritos de Justino son también importantes en cuanto nos dan a conocer las formas del culto y de la vida cristiana en su tiempo, principalmente en lo que se refiere a la celebración del bautismo y de la eucaristía.

 

(Fuente: mercaba.org