1 - DE JUNIO –MARTES –
9ª – SEMANA DEL T. O. – B –
San Justino mártir
Lectura del libro de Tobías (2,9-14):
Yo, Tobías, la noche de Pentecostés,
cuando hube enterrado el cadáver, después del baño fui al patio y me tumbé
junto a la tapia, con la cara destapada porque hacía calor; yo no sabía que en
la tapia, encima de mí, había un nido de gorriones; su excremento caliente me
cayó en los ojos, y se me formaron nubes.
Fui a los médicos a que me curaran; pero
cuanto más ungüentos me daban, más vista perdía, hasta que me quedé
completamente ciego. Estuve sin vista cuatro años.
Todos mis parientes se apenaron por mi
desgracia, y Ajicar me cuidó dos años, hasta que marchó a Elimaida. En aquella
situación, mi mujer Ana se puso hacer labores para ganar dinero. Los clientes
le daban el importe cuando les llevaba la labor terminada. El siete de marzo,
al acabar una pieza y mandársela a los clientes, éstos le dieron el importe
íntegro y le regalaron un cabrito para que lo trajese a casa. Cuando llegó, el
cabrito empezó a balar.
Yo llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde viene ese cabrito? ¿No será robado?
Devuélveselo al dueño, que no podemos comer nada robado.»
Ana me respondió:
«Me lo han dado de propina, además de la
paga.»
Pero yo no la creía y, abochornado por su
acción, insistí en que se lo devolviera al dueño.
Entonces me replicó:
«¿Y
dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya ves lo que te
pasa!»
Palabra de Dios
Salmo: 111,1-2.7-8.9
R/. El corazón del justo está firme en el Señor
Dichoso el que teme al Señor
y ama de corazón sus
mandatos.
Su linaje será
poderoso en la tierra,
la descendencia del
justo será bendita. R/.
No temerá la malas noticias,
su corazón está firme
en el Señor.
Su corazón está
seguro, sin temor,
hasta que vea
derrotados a sus enemigos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios
de Herodes, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no
te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que
enseñas el camino de Dios sinceramente. ¿Es lícito pagar impuesto al César o
no? ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó:
«¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un
denario, que lo vea.»
Se lo trajeron.
Y él les preguntó:
«¿De quién es esta cara y esta inscripción?»
Le contestaron:
«Del César.»
Les replicó:
«Lo que es del César pagádselo al César, y
lo que es de Dios a Dios.»
Se quedaron admirados.
Palabra del Señor
1. Este relato tiene una actualidad muy importante, porque toca
directamente el tema de la "corrupción", que es causa de tanto
escándalo y de tanto sufrimiento.
La Iglesia primitiva le dio importancia a este episodio, ya que lo repiten
los tres sinópticos (Mc 12, 17; Mt 22, 21; Lc 20, 25). Se sabe que, en tiempos
de Jesús, Palestina estaba ocupada y dominada por Roma. Y el
Imperio sacaba todo el dinero, que podía, mediante los impuestos, que
oprimían a la gente, sobre todo a los pobres. De ahí, la importancia del
impuesto que había que pagar a los romanos. - ¿Debían los cristianos
pagarlo, sí o no?
2. Todo esto es lo que se suele decir sobre este pasaje de los
evangelios. Sin embargo, la explicación que hoy más se va imponiendo, entre los
entendidos
en estos temas, es que la
instrucción de Jesús no tiene nada que ver con el dinero o la moneda como
tal. Lo que aquí se expresa es un mandamiento global, que abarca la
vida entera: sed honrados en vuestros deberes fiscales con el poder civil. Pero
sed igualmente honrados y ejemplares cuando se trata de "devolver" a
Dios todo lo que le debemos.
3. Tengamos presente que el verbo apodidomi, que el evangelio
pone aquí en imperativo, significa devolver. Dios se ha "humanizado"
en cada ser humano. Lo que Dios nos manda es que le devolvamos lo que le
debemos, dándole a cada ser humano lo que le debemos a
Dios: respeto, bondad, sinceridad...
Hay que dar a la autoridad civil lo que se nos exige para ser buenos
ciudadanos. Pero igualmente le tenemos que devolver a Dios lo mucho
(todo), que le debemos. En el trato y convivencia con los otros.
San Justino mártir
Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió
íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo, la cual
confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus
escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en
favor de la religión cristiana, fue conducido ante el prefecto Rústico y, por
confesar que era cristiano, fue condenado a la pena capital (c. 165).
Vida de San Justino mártir
San Justino nació en Naplusa, la antigua Siquem, en Samaria, a comienzos del
siglo Il. Si lo que él mismo nos narra tiene valor autobiográfico y no es —como
pretenden algunos— mera ficción literaria, se habría dedicado desde joven a la
filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica,
peripatética, pitagórica y platónica, hasta que, insatisfecho de todas ellas,
un anciano le llamó la atención sobre las Escrituras de los profetas, "los
únicos que han anunciado la verdad". Esto, junto a la consideración del
testimonio de los cristianos que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe,
le llevó a la conversión.
Más adelante Justino pasa a Roma, donde funda una especie de escuela
filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año 165.
Se conocen los títulos de una decena de obras de Justino: de ellas sólo se
han conservado dos Apologías (que quizás no son sino dos partes de una misma
obra), y un Diálogo con un judío, por nombre Trifón.
Tanto por la extensión de sus escritos como por su contenido, Justino es el
más importante de los apologetas. Es el primero que de una manera que
pudiéramos decir sistemática intenta establecer una relación entre el mensaje
cristiano y el pensamiento helénicos predeterminando en gran parte, bajo este
aspecto, la dirección que iba a tomar la teología posterior.
La aportación más fundamental de Justino es el intento de relacionar la
teología ontológica del platonismo con la teología histórica de la tradición
judaica, es decir, el Dios que los filósofos concebían como Ser supremo,
absoluto y transcendente, con el Dios que en la tradición semítica aparecía
como autor y realizador de un designio de salvación para el hombre.
En el esfuerzo por resolver el problema de la posibilidad de relación entre
el Ser absoluto y transcendente y los seres finitos, las escuelas derivadas del
platonismo habían postulado la necesidad del Logos en función de intermediario
ontológico: la idea se remonta al «logos universal» de Heraclito, y viene a
expresar que la inteligibilidad limitada del mundo es una expresión o
participación de la inteligibilidad infinita del Ser absoluto.
Justino, reinterpretando ideas del evangelio de Juan, identifica al Logos
mediador ontológico con el Hijo eterno de Dios, que recientemente se ha
manifestado en Cristo, pero que había estado ya actuando desde el principio del
mundo, lo mismo en la revelación de Dios a los patriarcas y profetas de Israel,
que en la revelación natural por la que los filósofos y sabios del paganismo
fueron alcanzando cada vez un conocimiento más aproximado de la verdad.
De esta forma Justino presenta al cristianismo como integrando, en un plan universal
e histórico de salvación, lo mismo las instituciones judaicas que la filosofía
y las instituciones naturales de los pueblos paganos. Así intenta resolver uno
de los problemas más graves de la teología en su época: el de la relación del
cristianismo con el Antiguo Testamento y con la cultura pagana. Ambas son
praeparatio evangelica, estadio inicial y preparatorio de un plan salvífico,
que tendrá su consumación en Cristo.
Sin embargo, al identificar Justino al Logos con el mediador ontológico entre
el Dios supremo y trascendente y el mundo finito, a la manera en que
era postulado de los filósofos, introduce una concepción que inevitablemente
tenderá hacia el subordinacionismo y, finalmente, hacia el arrianismo. Cuando
Justino afirma que el Dios supremo no podía aparecerse con su
gloria trascendente a Moisés y los profetas, sino sólo su Logos,
implícitamente afirma que el Logos no participa en toda su plenitud de la
gloria de Dios y que es en alguna manera inferior a Dios.
Los escritos de Justino son también importantes en cuanto nos dan a conocer
las formas del culto y de la vida cristiana en su tiempo, principalmente en lo
que se refiere a la celebración del bautismo y de la eucaristía.
(Fuente: mercaba.org
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