jueves, 27 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 28 DE MAYO – VIERNES – 8ª – SEMANA DEL T. O. – B – San Germán de París

 

 


       28 DE MAYO – VIERNES –

8ª – SEMANA DEL T. O. – B –

San Germán de París

 

    Lectura del libro del Eclesiástico (44,1.9-13):

 

   Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará.

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b

 

    R/. El Señor ama a su pueblo

 

    Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey. R/.

 

   Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes. R/.

 

   Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca;

es un honor para todos sus fieles. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Marcos (11,11-26):

 

   Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.

    Entonces le dijo:

    «Nunca jamás coma nadie de ti.»

    Los discípulos lo oyeron.

    Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo.

    Y los instruía, diciendo:

    «¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos" Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.»

    Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz.

    Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús:

    «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.»

    Jesús contestó:

    «Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tirate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.»

 

Palabra del Señor

 

 1.  Después de su entrada en Jerusalén, montado en un borrico, lo primero que relata el evangelio de Marcos es el famoso incidente del templo. El relato es sobrio y rápido. Pero es un relato con una fuerza y una actualidad que mucha gente no imagina. No se trata de la "purificación" del templo, sino de la "supresión" del templo.  En realidad, desde entonces, los cristianos no volvieron a tener templos hasta el siglo IV.

O sea, pasaron 300 años sin "lugares sagrados". Los cristianos de tiempos del Imperio se reunían en casas. Y sabemos que Jesús le dijo a una mujer samaritana que había llegado la hora de adorar a Dios, no en sitios determinados, sino "en espíritu y verdad" (Jn 4, 21-23).

Y es que, cuando la religión se sirve de "lo sagrado" para ganar dinero, un templo es una cueva de bandidos.  Los privilegios económicos, que obtiene la Iglesia, a costa de "lo sagrado", son un robo.

 

2.  El segundo incidente, que se nos recuerda en esta narración, es la maldición de la higuera, que se secó de inmediato.  - ¿Por qué?   Porque en ella había "apariencia" de hojas con su color verde pero allí no había "frutos" que pudieran alimentar a un ser humano.  Por eso el tema de los frutos, que cada cual produce, es capital en la mentalidad de Jesús.

 Al cristiano se le conoce por los frutos que produce (Mt 7, 16 par, Lc 6, 44, par). Y los frutos son lo que se hace en bien de los demás, lo que nos hace más felices o simplemente lo que nos quita el hambre, como le ocurrió al propio Jesús.

 

3.  El tercer dato importante de este episodio es lo de "la fe que traslada montañas".

Esta afirmación, así, no la dijo nunca Jesús. Cuando Jesús les habló a los discípulos de la eficacia de la oración, no se refería a cualquier montaña, si "a este monte" (to órei toúto).  - ¿De qué monte hablaba Jesús?  Se ha discutido si se podía referir al Monte de los Olivos o al Monte del Templo.  

Viniendo desde Betania, el monte que se veía delante era sin duda alguna, el del Templo (Joel Marcus, S. E. Dowd, W. R. Telford).

       Lo que desemboca en una conclusión tremenda: la fe firme en Jesús acaba con el templo, con "lo sagrado", con el monte sobre el que se levanta.

A Dios lo encontramos, no ya en "lo sagrado", sino en "lo humano", lo verdaderamente humano.


San Germán de París


En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de París y, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas.

 

 

Vida de San Germán de París

 

 

Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros.

Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.

Su pariente de Lazy -con quien vive durante 15 años- es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.

Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.

Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más -y curioso- es cuando el obispo, celoso -que de todo hay- por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.

El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.

Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París -el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto-, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.

El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo -y se veneran- en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.

 

(Fuente: archimadrid.es)

 

                               

 


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