9 DE MAYO -DOMINGO–
6ª - SEMANA DE PASCUA – B –
San Gregorio Ostiense
Lectura del libro de los Hechos
de los Apóstoles (10,25-26.34-35.44-48):
Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus
pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:
«Levántate, que soy un hombre como tú.»
Pedro tomó la palabra y dijo:
«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica
la justicia, sea de la nación que sea.»
Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos
los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y
proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con
Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también
sobre los gentiles.
Pedro añadió:
«¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu
Santo igual que nosotros?»
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara
unos días con ellos.
Palabra de Dios
Salmo: 97,1.2-3ab.3cd-4
R/. El Señor revela a las naciones su salvación
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Juan (4,7-10):
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios.
Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo
a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros
pecados.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo
lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os
he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo
que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a
otros.»
Palabra del Señor
Dios nos ha amado.
Amémonos unos a otros.
La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.
Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª
lectura)
La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta
entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro
del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la
cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se
han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.
En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión:
ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo,
conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se
niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la
voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por
impuro».
Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y
mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres
hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a
visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede
considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día
siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de
Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.
Indico
algunos detalles interesantes:
1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo
importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la
justicia.
2) “cayó el
Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras.” La venida
del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en
los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la
grandeza de Dios.
3) -¿Se puede
negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que
nosotros?
El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir
el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla
donde quiere y cuando quiere».
La
conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de
la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta.
Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros.
Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado
posterior entre los paganos.
Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)
La carta de Juan justifica el mandato de amarnos
mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.
Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a
Dios, porque Dios es amor.
Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la
pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente
bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la
carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y
ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación
por nuestros pecados».
La «víctima de propiciación» era el animal
que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur),
el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras
ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas
carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de
círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la
única víctima decisiva: su propio hijo.
Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No
espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la
primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la
segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.
En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)
En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios.
En el evangelio, el protagonista es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto
de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos.
(¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje
famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).
Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy
curioso. Cuando era estudiante escuché este comentario del P. Lyonnet: «Fijaos
en lo que dice la 1ª carta de Juan: “Si tanto nos ha amado Dios…”
Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin
embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos
a otros”».
Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es
mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.»
Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he
amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o
pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil
es amar al prójimo.
San Gregorio Ostiense
Gregorio Ostiense, obispo († c. a. 1044). Abad del monasterio de san Cosme y
san Damián, en Roma. Obispo de Ostia. Vivió varios años en España como legado
papal.
Vida de San Gregorio Ostiense
Son bastante confusas las noticias que tenemos sobre este santo muy venerado
en las tierras de La Rioja y Navarra.
Se le conoce como abad del monasterio de san Cosme y san Damián, en Roma.
El papa Juan XVIII lo hace obispo de Ostia y luego lo eleva al cardenalato,
pasando a ser Bibliotecario Apostólico, puesto que mantuvo durante cuatro
papados. Participa en el gobierno de la Iglesia, tomando parte en asuntos
arduos y complicados de política exterior al tiempo que procura no descuidar el
ministerio pastoral.
Parece ser que vino a España en la primera mitad del siglo XI, como Legado
papal ante las Cortes de Burgos y Pamplona. Muy probablemente tuvo que ver su
envío desde Roma con las cuestiones relativas a la organización eclesiástica de
España en una coyuntura en la que se hacía muy necesaria la determinación de
los límites de las diócesis que era origen y fuente de numerosos conflictos y
no sólo por interferencias de jurisdicción episcopal, sino también por la
pertenencia a distintos soberanos. Ello conllevaba negociaciones con los reyes
y con los obispos interesados, y para esa labor hacía falta un hombre con tacto
político y gran sentido eclesial.
Era asunto difícil y espinoso por los muchos intereses que encerraba era la
delimitación de la diócesis de Valpuerta cuya extensión perteneció en gran
parte a la desaparecida diócesis visigoda de Calahorra y que llegó a perdurar
hasta el 1086, después de la muerte del santo, fecha en que quedó incorporada a
Burgos (Campus Castellae) que absorbió en torno a sí a todos los obispados
circundantes.
También en el sur de Pamplona, en torno a Nájera, erigen los reyes Santa
María la Real como panteón real. Ya había aparecido la figura del Nagalensis o
Navarensis o Nazarensis episcopus desde el 925, abarcando las fronteras
diocesanas hasta territorios que interfieren Valpuerta y Alava, amén de ocupar
toda la Rioja, donde habían proliferado, durante los tres siglos de dominación
musulmana, y con la ilusión de ser cada una la continuidad de Calahorra, las
diócesis de Albelda, Castella Vetus, San Millán de la Cogolla y Nájera, cuya
historia constituye una verdadera maraña, complicada aún más todavía por la
presencia de prelados auxiliares u honorarios hasta que se reconquistó
Calahorra, en el 1046, y recuperó su antigua capitalidad, aglutinando a las
mencionadas.
No siempre dieron buen fruto, o el fruto apetecido, las negociaciones del
Legado, pero sí que pudieron hacerse sin discordias entre los reyes y sin
enfrentamientos entre los obispos y, desde luego, sentaron las bases para que
la obra trascendiera al gestor.
Gregorio no olvidó nunca lo principal de su persona, el ejercicio del
ministerio sacerdotal. Predicó en Calahorra y Logroño entre otras poblaciones
de la Rioja y Navarra, destacando en sus pláticas la necesidad de conversión y
penitencia. Parece ser que esta fue la ocasión en que santo Domingo de la
Calzada vivió algún tiempo en su compañía, sirviéndole de paje.
Se cuenta que en cierta ocasión libró los campos riojanos de una plaga de
animalitos, y por eso le invocan los agricultores de una manera especial contra
la langosta.
Vivió alrededor de cinco años en España.
Agotado y enfermo se retiró a Logroño donde parece que murió alrededor del
año 1044; pero su cuerpo se venera en la iglesia de san Gregorio de Pinave,
entre Viana y Logroño.
https://www.santopedia.com/
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