23 DE MAYO – DOMINGO
PENTECOSTES – B
Sta. JUANA ANTIDA
Lectura del libro de los Hechos de
los Apóstoles (2,1-11):
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.
De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba
fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de
cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos
que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban
todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que
cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros
hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia,
del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que
limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como
prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las
grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios
Salmo: 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34
R/.
Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra
Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus
criaturas. R/.
Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b-7.12-13):
Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los
miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también
Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos,
esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un
solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios
Secuencia
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos
y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús
repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor
DOMINGO DE PENTECOSTÉS.
Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete
En el famoso cuadro de El Greco sobre la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés, hay un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se
encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo
sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se
le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado
dudoso (a finales del siglo XVI, María Magdalena no gozaba de tan buena fama
como entre las feministas actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de
los Hechos, donde se habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos
concluir que la Magdalena representa a ciento siete.
- ¿Cómo se compagina esto con el relato del evangelio de Juan que leemos
hoy, donde Jesús aparentemente sólo otorga el Espíritu a los Once?
Una vez más nos encontramos con dos relatos distintos, según el mensaje que
se quiera comunicar. Pero es preferible comenzar por la segunda lectura, de la
carta a los Corintios, que ofrece el texto más antiguo de los tres (fue escrita
hacia el año 51).
La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13)
En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los
cristianos. - Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y
por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor
era el César). - Gracias al Espíritu existen en la comunidad
cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los
monopolizase casi todos). - Y, gracias al Espíritu, en la comunidad
cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni
las clases sociales (esclavos ni libres).
En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las
diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo
que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en
que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros.
La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11)
A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en
los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una
experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre
todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte
personas (cantidad simbólica: doce por diez). Al mismo tiempo, vincula
estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo
a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que
proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos
presentes.
La versión de Juan 20, 19-23
En este breve pasaje podemos distinguir cuatro momentos: el saludo, la
confirmación de que es Jesús quien se aparece, el envío y el
don del Espíritu.
El saludo es el habitual entre los judíos: “La paz esté con vosotros”. Pero en
este caso no se trata de pura fórmula, porque los discípulos, muertos de miedo
a los judíos, están muy necesitados de paz.
Esa paz se la concede la presencia de Jesús, algo que parece
imposible, porque las puertas están cerradas. Al mostrarles las manos y los
pies, confirma que es realmente él. Los signos del sufrimiento y la muerte, los
pies y manos atravesados por los clavos, se convierten en signo de salvación, y
los discípulos se llenan de alegría.
Todo podría haber terminado aquí, con la paz y la alegría que sustituyen al
miedo. Sin embargo, en los relatos de apariciones nunca falta un elemento
esencial: la misión. Una misión que culmina el plan de Dios:
el Padre envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. [Dada la escasez actual de
vocaciones sacerdotales y religiosas, no es mal momento para recordar otro
pasaje de Juan, donde Jesús dice: “Rogad al Señor de la mies que envíe
operarios a su mies”].
Todo termina con una acción sorprendente: Jesús sopla sobre los discípulos.
No dice el evangelista si lo hace sobre todos en conjunto o lo hace uno a uno.
Ese detalle carece de importancia. Lo importante es el simbolismo. En hebreo,
la palabra ruaj puede significar “viento” y “espíritu”. Jesús,
al soplar (que recuerda al viento) infunde el Espíritu Santo. Este
don está estrechamente vinculado con la misión que acaban de encomendarles. A
lo largo de su actividad, los apóstoles entrarán en contacto con numerosas
personas; entre las que deseen hacerse cristianas habrá que distinguir entre
quiénes pueden aceptadas en la comunidad (perdonándoles los pecados) y quiénes
no, al menos temporalmente (reteniéndoles los pecados).
Resumen
Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la
vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología,
con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo
cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de
la misa ayuda a rescatarla, aunque se le podría objetar una visión demasiado
intimista, en comparación con la eminentemente apostólica de Hechos y Juan.
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
El don de lenguas
«Y empezaron a hablar en diferentes lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en
saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas
extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata
de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada
uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida
para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso.
Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos
encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y
hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de
los ángeles»).
El primero es fácil de racionalizar. Los
primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos
otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para
transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando
no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a
Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como
un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo.
El segundo es más complejo. Lo conocemos a
través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que
era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que
consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría
estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de
Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños,
incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más
hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que
traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente
atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo
de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado
por el “profeta”).
Sin embargo, no es claro que esta
interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos
carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un
observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de
sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un
auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los
presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos.
Sta. JUANA ANTIDA
Virgen y Fundadora
de las Hermanas de la Caridad de Besanzón
Martirologio Romano: En Nápoles, en la Campania, santa
Juana Antida Thouret, virgen, donde en tiempo de la Revolución Francesa siguió
con algunas compañeras la vida religiosa interrumpida, y en Besanzón dio
comienzo a una nueva sociedad de Hermanas de la Caridad, dedicadas a asegurar
la formación civil y cristiana de la juventud, la atención a los niños
abandonados, a los pobres y a los enfermos, hasta que murió en el destierro,
aquejada de grandes tribulaciones (1826).
Fecha de canonización: Juana Antide Thouret fue beatificada por
Pío XI el 23 de Mayo de 1926 y canonizada el 14 de enero de 1934 por el mismo
pontífice.
La Congregación de las Hermanas de la Caridad de Besanzón tienen su origen
en la tradición Vicenciana, su fundadora había sido Hija de la Caridad. Juana
Antide Thouret nació el 17 de noviembre de 1765 en Sancey-le-Long, Francia.
A los 22 años entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San
Vicente de Paúl que armoniza oración, vida comunitaria y servicio a los pobres.
Durante la Revolución francesa, todas las Hijas de la Caridad de Francia se
dispersaron, regresando a sus lugares de origen, Juana intentó unirse a otros
grupos religiosos pero ninguno colmaba sus deseos.
Fue invitada a volver a Beçanson a comenzar el trabajo en la diócesis.
Aceptó la invitación y el 11 de abril de 1799 comenzó una pequeña escuela y un
comedor para los pobres. También visitaba a los enfermos y abrió un comedor
para los pobres. Empezaron a conocerse como Hermanas de la Caridad de Santa
Juana Antide Thouret, una comunidad internacional en la tradición vicenciana
(hijas de la caridad de San Vicente de Paúl). Esta herencia continúa hasta hoy
respondiendo a los gritos de los pobres.
Actualmente forman la comunidad unas 4.000 Hermanas extendidas en los cinco
continentes con gran variedad de servicios a los pobres.
La vida comunitaria, la Eucaristía, y el Misterio Pascual son elementos
claves en su vida.
En 1810 el rey de Nápoles las llamó después de fundar varias casas en
Francia, fue a Nápoles, y allí con varias Hermanas comenzando la fundación en
Italia. Juana murió en Nápoles el 24 de agosto de 1826.
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