20 DE MAYO – JUEVES –
7ª - SEMANA DE PASCUA – B –
San Bernardino de Siena
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (22,30;23,6-11):
En aquellos días, queriendo el tribuno
poner en claro de qué acusaban a Pablo los judíos, mandó desatarlo, ordenó que
se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo
presentó ante ellos.
Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra
saduceos y gritó: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan
porque espero la resurrección de los muertos.»
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y
saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay
resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo
esto.) Se armó un griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron
en pie, porfiando: «No encontramos ningún delito en este hombre; ¿y si le ha hablado
un espíritu o un ángel?»
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran
pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo
al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: «¡Ánimo!
Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en
Roma.»
Palabra
de Dios
Salmo: 15
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Protégeme, Dios mío, que me refugio en
ti;
yo
digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El
Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi
suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta
de noche me instruye internamente.
Tengo
siempre presente al Señor,
con
él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se
gozan mis entrañas,
y
mi carne descansa serena.
Porque
no me entregarás a la muerte,
ni
dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me
saciarás de gozo en tu presencia,
de
alegría perpetua a tu derecha. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(17,20-26):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los
ojos al cielo, oró, diciendo:
«Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que
crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre,
en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo
crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para
que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean
completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has
amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste
estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me
amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y
éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a
conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también
yo estoy con ellos.»
Palabra
del Señor
1. Si este evangelio se piensa despacio y a fondo, lo
que queda patente es algo que nos desconcierta. Jesús expresa aquí, en su
oración última con los suyos, su deseo supremo: el deseo por la
unidad. Unidad de Dios, unidad de Dios con Jesús, unidad de Dios y
de Jesús con toda la humanidad. Y digo que esto
nos desconcierta, porque la experiencia nos dice que las
religiones no nos unen, sino que nos separan y nos dividen.
Estamos, pues, ante un tema capital. Porque ya estamos demasiado
rotos, agotados, defraudados, por causa de tantas divisiones, separaciones,
enfrentamientos.
Los monoteísmos se han representado a Dios de tal manera, que,
al ser Uno, y muchos Unos, han terminado siendo los "dioses
excluyentes", que han generado violencia y muerte, relaciones destrozadas
y gentes divididas y enfrentadas hasta la muerte.
2. En el mundo antiguo, se impuso la aspiración por
la unidad (H. D. Betz). No la unidad de los sofistas, que se
reducía a la identidad consigo mismo. Sino la unidad que, desde
Sócrates, implica las exigencias de lo único que permanece y que se traduce en
"lo Uno como el Bien" (Platón). Hasta el punto de que es, en la
armonía de "lo Uno", donde se manifiesta lo divino (la Stoa) (K. H.
Bartels).
No se trata, en todo esto, de mera erudición. Se
trata de la constatación de los enormes problemas y peligros que
brotan de los "absolutos", como únicos y
además como excluyentes e intolerantes. De ahí al encanallamiento (con
buena conciencia), el paso es inevitable.
3. Se comprende la aspiración suprema de Jesús. Dios,
Jesús, los humanos, "que todos sean uno... que sean completamente uno...
para que el mundo crea". Es la unidad de Jesús con el Padre (Jn 10, 30;
17, 11. 21 ss). Y de ahí, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo
rebaño, un solo pastor (Ef 4, 5; Jn 10, 14-16).
Por supuesto, esta unidad se tiene que traducir en hechos
palpables. Pero - ¿es eso posible, dada la pluralidad de
religiones, culturas, nacionalismos, lenguajes...?
Hasta este momento, por lo menos, esto no se ha conseguido, ni
por la fuerza de la política y los ejércitos, ni por la insistencia de las
ideas. Entonces - ¿cómo?
Vamos al fondo del problema. Vamos, pues, al fondo de aquello en lo que todos los seres humanos coincidimos, en lo que todos somos iguales.
Todos coincidimos en lo
mínimamente humano: todos somos de carne y hueso (corporalidad)
y todos nos necesitamos unos a otros (alteridad). Sea cual sea la religión,
la cultura, la nacionalidad que cada cual tenga, todos necesitamos y deseamos
que las exigencias de nuestra corporalidad (salud y alimentación) y de nuestra
alteridad (amor) estén satisfechas.
Pues ahí, en eso, está Jesús, está Dios. Quien
traduce eso en Ética, ese es el que encuentra, en lo humano, a Dios.
San Bernardino de Siena
San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores,
quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a
las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús,
perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto
para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo,
en Italia.
Vida de San Bernardino de Siena
Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena, (hoy en región Toscana,
Italia), el año 1380.
Queda huérfano y es criado por una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas
de Dios. Componía altares e imitaba a los predicadores. De adolescente era se
cuidaba de hablar y actuar con pureza.
Cuando tenía 20 años hubo una gran peste en Italia que arrasó a Siena. Él y
otros jóvenes amigos suyos fueron al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que
acabó la epidemia.
A los 22 años lo dejó todo para entrar en la comunidad franciscana.
Tanto movía los corazones con su prédica que se cerraban las tiendas y hasta
las clases en la universidad para escucharle. Se convirtieron innumerables
pecadores que venían a él arrepentidos.
Entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por
toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos.
Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante
en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos
tratados de teología.
Propaga la devoción a la Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una
tablilla, mostrando la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en el medio, el
monograma IHS que el ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue
gran reformador de la Orden Franciscana.
No faltan las pruebas: El Papa Martín V lo suspende como predicador pero San
Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su situación.
Rechazó 3 episcopados, fundó más de 200 monasterios e intervino para traer
la paz entre dos bandos, los güelfos y los gibelinos.
A los 63 años se le apareció San Pedro Celestino que le avisa de su
muerte ya cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444
y seis años después es canonizado por el para Nicolás V.
Está sepultado en Aquila. Estuvo incorrupto y su ataúd sangró sin cesar
hasta que vino la paz entre los bandos que peleaban en la ciudad.
(Fuente: corazones.org)
Oración a San Bernardino de Siena
San Bernardino, que propagaste la
devoción al santísimo nombre de Jesús, danos un tierno amor al Redentor y obtén
para nosotros la protección contra los males respiratorios, con los cuales tú
mismo fuiste probado. Te lo pedimos por los méritos de Nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario