6ª - SEMANA DE PASCUA – B
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SAN MATIAS APOSTOL
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
(1,15-17.20-26):
Uno de aquellos días, Pedro se puso en pie
en medio de los hermanos y dijo (había reunidas unas ciento veinte personas):
«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de
David, había predicho en la Escritura acerca de Judas, que hizo de guía a los
que arrestaron a Jesús. Era uno de nuestro grupo y compartía el mismo
ministerio.
En el libro de los Salmos está escrito:
"Que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella,"
y también: "Que su cargo lo ocupe otro." Hace falta, por tanto, que
uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los
que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que
Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión.»
Propusieron dos nombres: José, apellidado Barsabá, de sobrenombre
Justo, y Matías.
Y rezaron así:
«Señor, tú penetras el corazón de todos; muéstranos a cuál de
los dos has elegido para que, en este ministerio apostólico, ocupe el puesto que
dejó Judas para marcharse al suyo propio.» Echaron suertes, le tocó a Matías, y
lo asociaron a los once apóstoles.
Palabra
de Dios
Salmo: 112,1-2.3-4.5-6.7-8
R/. El Señor lo sentó con los príncipes de su pueblo
Alabad, siervos del Señor,
alabad
el nombre del Señor.
Bendito
sea el nombre del Señor,
ahora
y por siempre. R/.
De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado
sea el nombre del Señor.
El
Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su
gloria sobre los cielos. R/.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que
se eleva en su trono
y se
abaja para mirar
al
cielo y a la tierra? R/.
Levanta del polvo al desvalido,
alza
de la basura al pobre,
para
sentarlo con los príncipes,
los
príncipes de su pueblo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi
amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo
he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y
vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a
otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no
os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os
llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os
améis unos a otros.»
Palabra
del Señor
1. Por lo que dicen los discípulos, ellos mismos dan
a entender que no entendían a Jesús y sus palabras les resultaban oscuras o
quizá poco comprensibles. De ahí, sus dudas y oscuridades. A los
discípulos, que tuvieron el privilegio único de convivir con Jesús, se les
hacía oscura la fe, les asaltaban las dudas y no siempre veían con claridad lo
que debían hacer.
La experiencia de ellos es, en este punto,
también nuestra experiencia. La firmeza en la fe no consiste
en la claridad sin dudas, sino en la
búsqueda que supera las oscuridades.
2. La inseguridad de aquellos hombres en la fe se
puso en evidencia apenas se les presentó la primera dificultad seria. La pasión
de Jesús produjo inmediatamente la dispersión del grupo. Lo que provocó que
Jesús se sintiera abandonado y solo en la situación más dura y en el momento
decisivo.
3. Y, sin embargo, Jesús pudo afirmar con toda
razón: "no estoy solo". La presencia del Padre en su vida fue la
fuerza que le sostuvo. Es más, Jesús llega a decir
que les habla de su intimidad con el Padre "para que encontréis paz en
mí". Saber que el Padre jamás abandona, aunque uno sea
cobarde o traidor, es la fuente de paz que nunca falla.
SAN MATIAS
Fue
elegido por los apóstoles para ocupar el puesto de Judas, como testigo de la resurrección
del Señor. Así lo atestiguan los Hechos de los apóstoles (Hch 1,15-26).
San Matías es el apóstol póstumo de
Jesús, que se incorpora al grupo después de la Ascensión del Señor. De varios
apóstoles apenas sabemos más que el nombre. De Matías sólo sabemos su nombre y
su elección. Es el único apóstol no elegido por Jesús. San Matías el sustituto,
podíamos decir.
Después de la Ascensión de Jesús a los
cielos, los apóstoles, dóciles a su mandato, descendieron del monte Olivete y
se encerraron en el cenáculo. Jesús les había dicho que no se alejaran de
Jerusalén y que esperaran allí la venida del Espíritu Santo. Con los apóstoles
esperaban también algunas mujeres, y María la madre de Jesús.
Estaban encerrados. Orar era la única
actividad. Orar y esperar. No tenían fuerzas para más, hasta que les llegara el
aliento de lo alto. Sólo una iniciativa se tomó. Jesús había elegido doce
apóstoles y les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían
sobre doce tronos para regir las doce tribus de Israel. Y ahora faltaba un
hombre para un trono. Judas Iscariote había apostatado. Había que buscarle un
sustituto.
El número doce tenía un alto
significado místico en la Biblia. Doce como las doce fuentes de Elim. Como los
doce panes de la proposición. Como las doce puertas de la Jerusalén celestial.
Como los doce hijos de Jacob. Como los doce cimientos de la muralla de
Jerusalén. Como las doce piedras preciosas del pectoral sacerdotal: una
sardónica, un topacio y una esmeralda. Un rubí, un zafiro y un diamante. Un
ópalo, un ágata y una amatista. Un crisólito, un ónice y un jaspe. Doce, número
sagrado en Israel.
Los Hechos de los Apóstoles nos
ofrecen la primera alocución pontificia del primer Papa. Pedro se levantó y
dijo: "Hermanos míos, era preciso que se cumpliese lo que el Espíritu
Santo profetizó en la Escritura por boca de David acerca de Judas, el que guió
a los que prendieron a Jesús... En el libro de los Salmos está escrito: Que su
campamento quede desierto y no haya nadie que lo habite. Y también: Que otro
ocupe su cargo".
Luego continuó: "Hermanos, es
preciso que entre los que están en nuestra compañía desde el principio, es
decir, desde el bautismo de Juan hasta el día en que el Señor Jesús nos dejó
para subir a los cielos, escojamos uno para que sea testigo de su
resurrección".
Puestas estas condiciones, entre las
120 personas que allí se encontraban, dos hombres parecían cumplirlas
perfectamente. Y fueron presentados los dos: José, apellidado Barsabá, por
sobrenombre Justo, y Matías.
Había que encomendar la elección a
Dios. Y como se trataba de dos cosas buenas, siguiendo una costumbre de Israel,
recurrieron a la suerte también. Y rezaron así: "Señor, Tú que conoces los
corazones de los hombres, muéstranos a cuál de estos dos has elegido para
ocupar en el ministerio del apostolado el puesto dejado por Judas para irse a
su lugar. Echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías y fue uno
de los Doce".
Nada más dicen los Hechos de Matías.
Matías fue fiel a la elección. Algunos escritores antiguos nos lo presentan
predicando en Jerusalén, en Judea, en las orillas del Nilo y en Etiopía, hasta
sellar sus palabras con su sangre.
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