17 DE MAYO – LUNES –
7ª - SEMANA DE PASCUA – B –
SAN PASCUAL BAILON
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (19,1-8):
MIENTRAS Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso.
Allí encontró unos discípulos y les preguntó:
«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?».
Contestaron:
«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo».
Él les dijo:
«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?».
Respondieron:
«El bautismo de Juan».
Pablo les dijo:
«Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que
creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús».
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les
impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en
lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del
reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.
Palabra de Dios
Salmo: 67,2-3.4-5ac.6-7ab
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
cómo se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios. R/.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su nombre;
su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (16,29-33):
EN aquel tiempo, aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes
todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios».
Les contestó Jesús:
«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado,
en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy
solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis
la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al
mundo».
Palabra del Señor
1. El autoengaño inconsciente, o sea vivir engañado sin tener conciencia
de ello, es uno de los peligros más
fuertes que tenemos las personas creyentes o religiosas. Por la sencilla razón de que las creencias y las experiencias
religiosas son siempre sentimientos íntimos y
subjetivos. Y, sobre todo, porque la religiosidad es siempre una experiencia
cuya verdad y objetividad no se puede jamás verificar.
En cuanto que el término de tal experiencia es Dios, al que no conocemos y
con el que no podemos hablar directamente. Si en la vida corriente, cualquiera
se puede engañar a sí mismo, ¡cuánto más en este tipo de experiencias, que siempre entrañan su buena dosis de misterio o de posible alucinación!
2. Esto justamente es lo que les ocurrió a los discípulos de
Jesús en el relato que aquí se nos presenta. Cuando aquellos
discípulos aseguraban que Jesús hablaba claro y se sentían seguros en su compañía, entonces exactamente es cuando Jesús les dice: "ha llegado la hora en que todos me vais a
dejar solo".
O sea, cuando los discípulos se sentían más seguros, es cuando Jesús les
dice que todos van a ser unos cobardes
ante el peligro que les puede amenazar.
3. Los discípulos vivían engañados porque no les había llegado
el momento de la
prueba. Seguramente, hasta entonces no se habían sentido amenazados,
no se habían visto en peligro. Pero, en cuanto llega el peligro y les amenaza
el miedo, abandonan a Jesús.
Es fácil pensar que se sigue a Jesús mientras el presunto seguimiento
da seguridad, vida en paz, reconocimiento y buen nombre. La
verdad del discipulado se comprueba en el peligro, cuando se siente amenazado,
cuando puede perder su imagen, su seguridad, su vida en paz y sosiego. Es fácil sentirse bien en las instituciones
religiosas cuando la institución proporciona seguridad
económica y prestigio personal.
Seguir creyendo y en la lucha, cuando todo eso se pierde, eso ya es otro
asunto. Y muy duro, por cierto. Seguir a Jesús en la inseguridad económica,
social, familiar, profesional, etc. es cosa dura.
Seguramente lo más duro que hay en la vida.
SAN PASCUAL BAILON
Religioso - (año 1592)
Nace en el año 1540 en Torrehermosa, perteneciente al reino de Aragón, donde
ejerce el humilde oficio de pastor. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores,
y sobresalió por su devoción a la Virgen y por su amor a la eucaristía.
Murió en Villarreal de los Infantes, cerca de Valencia, el 17 de mayo de
1592. Fue canonizado por Alejandro VIII en 1690. León XIII lo nombró patrono
de las Asociaciones y Congresos eucarísticos por el breve apostólico
Providentissimus, el 28 de noviembre de 1897.
VIDA
Le pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua (del año
1540). Nació en Torre Hermosa, Aragón, España.
Es el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.
Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28
será hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el
dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le
podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a
la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a
ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo
Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar
la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito
Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el
templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia. Un día otros
pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de
rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de andar
descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas
se pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los escasos dineros que
le pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se había comido.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los
franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción,
pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el
devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le
encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Stma.
Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes:
portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre
un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día,
cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de
rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches
pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a
dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas
antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí
el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba cada día el mayor número de misas que le era posible y trataba de
demostrar de cuantas maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y a María.
Un día un humilde religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual danzando
ante un cuadro de la Stma. Virgen y diciéndole: "Señora: no puedo
ofrecerte grandes cualidades, porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza
campesina en tu honor". Pocos minutos después el religioso aquel se
encontró con el santo y lo vio tan lleno de alegría en el rostro como nunca
antes lo había visto así. Cuando los padres oyeron esto, unos se rieron, otros
se pusieron muy serios, pero nadie comentó nada.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el
sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas
almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras
sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios
concede a los humildes".
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que
atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó:
"¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el
cielo", y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar:
"¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le
hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían
matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor". Llegado a Francia,
descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y
lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual
que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal
manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron
capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo
que dice la S. Biblia que sintieron los apóstoles cuando los golpearon por
declararse amigos de Jesús: "Una gran alegría por tener el honor de sufrir
por proclamarse fiel seguidor de Jesús".
Lo primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al templo y allí
se quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús Sacramentado.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí
se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Había
recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso amor por Jesús
Sacramentado.
Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba
a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de
Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad,
Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la
esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el
Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la
Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y
preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en
la Santa Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto
plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de
la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración
que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a
Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo
tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Por 200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San Pascual
oyeron unos misteriosos golpecitos. Nadie supo explicar por qué pero todos
estaban convencidos de que eran señales de que este hombre tan sencillo fue un
gran santo. Y los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el
Papa lo declaró santo en 1690.
El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos
Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.
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