sábado, 8 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 DE MAYO – LUNES – 6ª - SEMANA DE PASCUA – B – SAN JUAN DE AVILA

 

 

 


10 DE MAYO – LUNES –

6ª - SEMANA DE PASCUA – B –

SAN  JUAN  DE  AVILA

 

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):

 

NOS hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.

El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.

Se bautizó con toda su familia y nos invitó:

«Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».

Y nos obligó a aceptar.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b

 

R/. El Señor ama a su pueblo

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey. R/.

 

Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes. R/.

 

Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas:

con vítores a Dios en la boca.

Es un honor para todos sus fieles. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Juan (15,26–16, 4a):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».

 Palabra del Señor

 

1.  La composición de este evangelio recoge, ante todo, el final del capítulo 15 del IV evangelio (Jn 15, 26), donde se repite la promesa de la venida del Espíritu (el Paráclito o abogado defensor), que dará a los discípulos la fortaleza necesaria, para mantenerse fieles a la misión que Jesús les ha encomendado. Y esta promesa “que es el final del capítulo 15” se une inmediatamente al comienzo del capítulo 16, que es la prolongación de la promesa que les hace Jesús. Pero una promesa que se va a realizar en unas condiciones extremadamente duras, que Jesús explica enseguida.

 

2.  Lo que se dice, al comienzo del cap. 16, se refiere a la persecución que tuvieron que sufrir los seguidores de Jesús durante la época posterior a la muerte de Jesús. Es un tema común en la literatura cristiana primitiva. Y refleja la experiencia dolorosa que tuvieron que sufrir las comunidades cristianas desde sus orígenes.

Y es que el Evangelio, vivido en serio y en su integridad, era como "un cuerpo extraño" en la cultura del Imperio.  Esto se refleja también en los evangelios sinópticos (Mt 24, 9-14; Mc 13, 9-13; Lc 21, 12-17). Cosa que ya había quedado    expresada en las tradiciones de la misión que les encomendó Jesús (Mt 10, 17-25; 5, 10-11; Lc 12, 1-12) (Jean Zumstein).

 

3.  Pero Jesús llega más lejos.  Porque    asegura que, a los testigos del Evangelio, los excomulgarán de las sinagogas. Es decir, esos testigos de Jesús tendrán que pasar por la dura vergüenza de verse expulsados de los centros propios de la religión. Y, lo que es más inconcebible, llegará el día en que a los testigos de Jesús se les matará, se les quitará la vida, pensando que así es cómo se le da culto a Dios (dókse latreían prosphé rein tóTheó). Es, literalmente, la ofrenda cultual a Dios, convertida en "culto asesino".

El día del Corpus de 1534, el emperador Francisco I, presidió la procesión del Santísimo por las calles de París; y con su propia mano fue prendiendo fuego a 25 hogueras en las que ardieron 25 herejes, para honrar así a su Divina Majestad. Semejante perversión brutal, se da a diario en   pequeñas cosas cotidianas, con más frecuencia de lo que imaginamos.  

Es la perversión radical de la religión.

 

SAN  JUAN  DE  AVILA

 


SAN JUAN DE ÁVILA

                                    (1499-1569)           

Presbítero y doctor de la Iglesia

Patrono del Clero Secular de España

 

Nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia 1499 y muere en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Desarrolló su actividad apostólica especialmente en el sur de España, por lo cual se le llama el Apóstol de Andalucía, promoviendo un profundo espíritu de renovación en la Iglesia en España.

No solo en vida, sino también después de su muerte, a través de sus cartas, pláticas, sermones y escritos, llenos de unción evangélica, influyó poderosamente en la historia de la espiritualidad española y universal.

En vísperas del Concilio de Trento, dirigió recomendaciones preciosas a diversos obispos sobre la reforma de la Iglesia.. En su retiro de Montilla oró y se entregó incansablemente a la escritura. Fue canonizado por Se anticipó a las decisiones tridentinas, fundando colegios para el clero (los futuros seminarios instituidos por Trento). San Ignacio de Loyola, san Francisco de Borja y santa Teresa de Jesús le consultaban y apreciabanPablo VI el 31 de mayo de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946.

 

 

      JUAN DE ÁVILA nació el día de la Epifanía, 6 de enero, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, entonces diócesis de Toledo), hijo único de unos padres muy cristianos y en muy buena posición económica y social. A los 14 años lo llevaron a estudiar Leyes a la Universidad de Salamanca, pero abandonó estos estudios al concluir el cuarto curso, decidió regresar al domicilio familiar para dedicarse a reflexionar y orar.

Con el propósito de hacerse sacerdote y marchar después como misionero a las Indias, en 1520 realizó estudios de Artes y Teología en la prestigiosa Universidad de Alcalá. Recibida la ordenación de presbítero en 1529, celebró la primera Misa solemne en la parroquia de su pueblo. Como ya habían muerto sus padres, para festejar el acontecimiento invitó a su mesa a doce pobres y decidió vendar su cuantiosa fortuna procedente de las minas de plata que poseía la familia y darlo todo a los más necesitados. A continuación, marchó a Sevilla para esperar el momento de embarcar hacia Nueva España (México).

Mientras tanto se dedicó a la predicación en la ciudad y en las localidades cercanas. Allí se encontró con el sacerdote amigo Fernando de Contreras, mayor que él y prestigioso catequista, a quien había conocido cuando éste se doctoraba en Alcalá. Entusiasmadamente por el modo de predicar del joven sacerdote Ávila, consiguió que el Arzobispo hispalense le hiciera desistir de su idea de ir a América para quedarse en Andalucía, donde urgía consolidar la fe de los creyentes después de siglos de dominación musulmana. Juan de Ávila permaneció en Sevilla, compartiendo casa, pobreza y vida de oración con Fernando de Contreras y, a la vez que se dedicaba asiduamente a la predicación y a la dirección espiritual de personas, continuó estudios de Teología en el Colegio Santo Tomás de Sevilla.

Pero sus éxitos apostólicos se vieron pronto nublados por una denuncia a la Inquisición, acusado de haber sostenido algunas doctrinas sospechosas. Mientras tuvo lugar el proceso, entre 1531 y 1533 quedó recluido en la cárcel. Allí se dedicó asiduamente a la oración, y durante esta dura situación recibió la gracia de penetrar con singular profundidad en el misterio del amor de Dios y el gran “beneficio” hecho a la humanidad por Jesuscristo nuestro Redentor. En adelante será éste el eje de su vida espiritual y uno de los temas centrales de su actividad evangelizadora. En la cárcel escribió la primera versión de su obra más conocida, el tratado de vida espiritual (Audi, filta), dedicado a doña Sancha Carrillo, una distinguida joven a quien seguía orientando espiritualmente después de su clamorosa conversión.

Emitida la sentencia absolutoria en 1533, continuó predicando con notable éxito ante el pueblo de y las autoridades, pero prefirió trasladarse a Córdoba, diócesis en la que quedó incardinado, y donde conoció a su discípulo, amigo y primer biógrafo, el dominico Fray Luis de Granada. Poco después, en 1536, fijó su residencia en Granada, donde también continuó estudios y comienza a figurar con el título de Maestro.

Viviendo muy pobremente y dedicándose a la oración y a la predicación, fue centrando su interés en mejorar la formación de quienes se preparaban para el sacerdocio, para lo que fundó Colegios mayores y menores, que después de Trento, habrían de convertirse en seminarios conciliares. Para el Maestro de Ávila, la reforma de Iglesia, que cada vez consideraba más necesaria, pasaba por la mayor santidad de clérigos, religiosos y fieles.

Sonadas conversiones como las del Marqués de Llombat, que llegó a ser san Francisco de Borja, o la de Juan Cidad -san Juan de Dios- y, sobre todo, su dedicación a la gente sencilla junto con la fundación de los niños y jóvenes, jalonan la vida del Maestro de Ávila. Fundó incluso una Universidad, la de Baeza (Jaén), que durante siglos fue un destacado referente para la cualificada formación de los sacerdotes.

Después de recorres Andalucía y parte de Extremadura orando y predicando, ya enfermo, en 1554 se retiró definitivamente a Montilla (Córdoba), donde ejerció su apostolado a través de abundante correspondencia y perfiló algunas de sus obras. Además de un catecismo o Doctrina cristiana en verso para que lo cantaran los niños y evangelizaran así a los mayores, el Maestro de Ávila es autor del conocido Tratado del amor de Dios, del Tratado sobre el sacerdocio y de otros escritos menores.

Aquejado de fortísimos dolores, con un Crucifijo entre las manos y acompañado de sus discípulos y amigos, el Maestro de Ávila entregó su alma al Señor en su humilde casa de Montilla en la mañana del 10 de mayo de 1569. Santa Teresa de Jesús, al enterarse de la noticia, no dudó en exclamar: lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna.

En 1623 se instruyó en la archidiócesis de Toledo su Causa de canonización. El papa Benedicto XIV aprobó y elogió su doctrina y escritos en 1742. El 4 de abril de 1894 León XIII lo beatificó. En 1946 fue nombrado patrono del clero secular de España por Pío XII y Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Fue proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto a Santa Hildegarda de Bilden, por el papa Benedicto XVI.

 

 

 

                               

 

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