10 DE MAYO – LUNES –
6ª - SEMANA DE PASCUA – B –
SAN JUAN DE AVILA
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):
NOS hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día
siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del
distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde
pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación
con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural
de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba
escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía
Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi
casa».
Y nos obligó a aceptar.
Palabra de Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/. El Señor ama a su pueblo
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (15,26–16, 4a):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de
la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros
daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la
sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará
que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a
mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que
yo os lo había dicho».
1. La composición de este evangelio recoge, ante todo, el final
del capítulo 15 del IV evangelio (Jn 15, 26), donde se repite la promesa de la
venida del Espíritu (el Paráclito o abogado defensor), que dará a los
discípulos la fortaleza necesaria, para mantenerse fieles
a la misión que Jesús les ha encomendado. Y esta promesa “que es el final del capítulo 15” se une inmediatamente al comienzo del capítulo 16, que es la prolongación de la promesa que les hace Jesús. Pero una promesa que se va a realizar en unas condiciones
extremadamente duras, que Jesús explica enseguida.
2. Lo que se dice, al comienzo del cap. 16, se refiere a la
persecución que tuvieron que sufrir los seguidores de Jesús durante la época
posterior a la muerte de Jesús. Es un tema común en
la literatura cristiana primitiva. Y refleja la experiencia dolorosa que
tuvieron que sufrir las comunidades cristianas desde sus orígenes.
Y es que el Evangelio, vivido en serio y en su integridad, era como
"un cuerpo extraño" en la cultura del Imperio. Esto se
refleja también en los evangelios sinópticos (Mt 24, 9-14; Mc 13, 9-13; Lc 21,
12-17). Cosa que ya había quedado expresada en las
tradiciones de la misión que les encomendó Jesús (Mt 10, 17-25; 5, 10-11; Lc
12, 1-12) (Jean Zumstein).
3. Pero Jesús llega más
lejos. Porque asegura que, a los testigos del
Evangelio, los excomulgarán de las sinagogas. Es decir, esos testigos de Jesús
tendrán que pasar por la dura vergüenza de verse expulsados de los centros propios
de la religión. Y, lo que es más inconcebible, llegará el día en que a los
testigos de Jesús se les matará, se les quitará la vida, pensando que así es
cómo se le da culto a Dios (dókse latreían prosphé rein tóTheó). Es,
literalmente, la ofrenda cultual a Dios, convertida en "culto
asesino".
El día del Corpus de 1534, el emperador Francisco I, presidió la procesión del Santísimo por las calles de París; y con su propia mano fue prendiendo fuego a 25 hogueras en las que ardieron 25 herejes, para honrar así a su Divina Majestad. Semejante perversión brutal, se da a diario en pequeñas cosas cotidianas, con más frecuencia de lo que imaginamos.
Es la perversión radical de la religión.
SAN JUAN DE AVILA
SAN JUAN DE ÁVILA
(1499-1569)
Presbítero y doctor de la Iglesia
Patrono del Clero Secular de España
Nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia 1499 y muere en Montilla
(Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Desarrolló su actividad apostólica
especialmente en el sur de España, por lo cual se le llama el Apóstol de
Andalucía, promoviendo un profundo espíritu de renovación en la Iglesia en
España.
No solo en vida, sino también después de su muerte, a través de sus cartas,
pláticas, sermones y escritos, llenos de unción evangélica, influyó
poderosamente en la historia de la espiritualidad española y universal.
En vísperas del Concilio de Trento, dirigió recomendaciones preciosas a
diversos obispos sobre la reforma de la Iglesia.. En su retiro de Montilla oró
y se entregó incansablemente a la escritura. Fue canonizado por Se anticipó a
las decisiones tridentinas, fundando colegios para el clero (los futuros
seminarios instituidos por Trento). San Ignacio de Loyola, san Francisco de
Borja y santa Teresa de Jesús le consultaban y apreciabanPablo VI el 31 de mayo
de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero secular español el 2 de julio de
1946.
JUAN DE ÁVILA nació el día de la Epifanía, 6 de
enero, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real, entonces diócesis de Toledo), hijo
único de unos padres muy cristianos y en muy buena posición económica y social.
A los 14 años lo llevaron a estudiar Leyes a la Universidad de Salamanca, pero
abandonó estos estudios al concluir el cuarto curso, decidió regresar al
domicilio familiar para dedicarse a reflexionar y orar.
Con el propósito de hacerse sacerdote y marchar después como misionero a las
Indias, en 1520 realizó estudios de Artes y Teología en la prestigiosa
Universidad de Alcalá. Recibida la ordenación de presbítero en 1529, celebró la
primera Misa solemne en la parroquia de su pueblo. Como ya habían muerto sus
padres, para festejar el acontecimiento invitó a su mesa a doce pobres y
decidió vendar su cuantiosa fortuna procedente de las minas de plata que poseía
la familia y darlo todo a los más necesitados. A continuación, marchó a Sevilla
para esperar el momento de embarcar hacia Nueva España (México).
Mientras tanto se dedicó a la predicación en la ciudad y en las localidades
cercanas. Allí se encontró con el sacerdote amigo Fernando de Contreras, mayor
que él y prestigioso catequista, a quien había conocido cuando éste se
doctoraba en Alcalá. Entusiasmadamente por el modo de predicar del joven
sacerdote Ávila, consiguió que el Arzobispo hispalense le hiciera desistir de
su idea de ir a América para quedarse en Andalucía, donde urgía consolidar la
fe de los creyentes después de siglos de dominación musulmana. Juan de Ávila permaneció
en Sevilla, compartiendo casa, pobreza y vida de oración con Fernando de
Contreras y, a la vez que se dedicaba asiduamente a la predicación y a la
dirección espiritual de personas, continuó estudios de Teología en el Colegio
Santo Tomás de Sevilla.
Pero sus éxitos apostólicos se vieron pronto nublados por una denuncia a la
Inquisición, acusado de haber sostenido algunas doctrinas sospechosas. Mientras
tuvo lugar el proceso, entre 1531 y 1533 quedó recluido en la cárcel. Allí se
dedicó asiduamente a la oración, y durante esta dura situación recibió la
gracia de penetrar con singular profundidad en el misterio del amor de Dios y
el gran “beneficio” hecho a la humanidad por Jesuscristo nuestro Redentor. En
adelante será éste el eje de su vida espiritual y uno de los temas centrales de
su actividad evangelizadora. En la cárcel escribió la primera versión de su
obra más conocida, el tratado de vida espiritual (Audi, filta), dedicado a doña
Sancha Carrillo, una distinguida joven a quien seguía orientando
espiritualmente después de su clamorosa conversión.
Emitida la sentencia absolutoria en 1533, continuó predicando con notable
éxito ante el pueblo de y las autoridades, pero prefirió trasladarse a Córdoba,
diócesis en la que quedó incardinado, y donde conoció a su discípulo, amigo y
primer biógrafo, el dominico Fray Luis de Granada. Poco después, en 1536, fijó
su residencia en Granada, donde también continuó estudios y comienza a figurar
con el título de Maestro.
Viviendo muy pobremente y dedicándose a la oración y a la predicación, fue
centrando su interés en mejorar la formación de quienes se preparaban para el
sacerdocio, para lo que fundó Colegios mayores y menores, que después de
Trento, habrían de convertirse en seminarios conciliares. Para el Maestro de
Ávila, la reforma de Iglesia, que cada vez consideraba más necesaria, pasaba
por la mayor santidad de clérigos, religiosos y fieles.
Sonadas conversiones como las del Marqués de Llombat, que llegó a ser san
Francisco de Borja, o la de Juan Cidad -san Juan de Dios- y, sobre todo, su
dedicación a la gente sencilla junto con la fundación de los niños y jóvenes,
jalonan la vida del Maestro de Ávila. Fundó incluso una Universidad, la de
Baeza (Jaén), que durante siglos fue un destacado referente para la cualificada
formación de los sacerdotes.
Después de recorres Andalucía y parte de Extremadura orando y predicando, ya
enfermo, en 1554 se retiró definitivamente a Montilla (Córdoba), donde ejerció
su apostolado a través de abundante correspondencia y perfiló algunas de sus
obras. Además de un catecismo o Doctrina cristiana en verso para que lo
cantaran los niños y evangelizaran así a los mayores, el Maestro de Ávila es
autor del conocido Tratado del amor de Dios, del Tratado sobre el sacerdocio y
de otros escritos menores.
Aquejado de fortísimos dolores, con un Crucifijo entre las manos y
acompañado de sus discípulos y amigos, el Maestro de Ávila entregó su alma al
Señor en su humilde casa de Montilla en la mañana del 10 de mayo de 1569. Santa
Teresa de Jesús, al enterarse de la noticia, no dudó en exclamar: lloro porque
pierde la Iglesia de Dios una gran columna.
En 1623 se instruyó en la archidiócesis de Toledo su Causa de canonización.
El papa Benedicto XIV aprobó y elogió su doctrina y escritos en 1742. El 4 de
abril de 1894 León XIII lo beatificó. En 1946 fue nombrado patrono del clero
secular de España por Pío XII y Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Fue
proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto a Santa
Hildegarda de Bilden, por el papa Benedicto XVI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario