lunes, 24 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE MAYO – MIERCOLES – 8ª – SEMANA DEL T. O. – B – SAN FELIPE NERI

 

 


 

26 DE MAYO – MIERCOLES –

8ª – SEMANA DEL T. O. – B –

SAN  FELIPE  NERI

 

    Lectura del libro del Eclesiástico36,1. 4-5a. 10-17

 

    Ten piedad de nosotros, sálvanos, Dios del universo, y muéstranos la luz de tu misericordia; infunde tu terror a todas las naciones. Para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.

    Renueva los prodigios, repite los portentos. Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente.

    Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sion de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Da una prueba de tus obras antiguas, cumple las profecías por el honor de tu nombre, recompensa a los que esperan en ti, y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos, por amor a tu pueblo, y guíanos por la vía de la justicia, y reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno.

 

Palabra de Dios.

 

     Salmo 78

        Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia.

    No recuerdes contra nosotros

las culpas de nuestros padres;

que tu compasión nos alcance pronto,

pues estamos agotados. R/

 

    Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,

por el honor de tu nombre;

líbranos y perdona nuestros pecados

a causa de tu nombre. R/

 

    Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:

con tu brazo poderoso,

salva a los condenados a muerte.

Nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,

te daremos gracias siempre,

cantaremos tus alabanzas

de generación en generación. R/

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,32-45):

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados.

Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder:

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.»

Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:

«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»

Les preguntó:

«¿Qué queréis que haga por vosotros?»

Contestaron:

«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»

Jesús replicó:

«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»

Contestaron:

«Lo somos.»

Jesús les dijo:

 «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

Jesús, reuniéndolos, les dijo:

«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

 

Palabra del Señor

 

       1.  Lo más fuerte que queda patente en este relato, es el contraste entre la conducta de Jesús y la conducta de los discípulos. Jesús va deprisa al fracaso y a la muerte. A los discípulos, mientras tanto, y estando, así las cosas, lo que les interesa y les preocupa es subir, asegurarse que ellos van a estar los primeros, que serán   los más importantes, para tener poder y mandar sobre los demás.

No puede ser mera casualidad que Marcos haya   organizado así el relato, uniendo la prisa de Jesús por llegar a la pasión, que le espera en Jerusalén, y la prisa de los discípulos por tener seguro un futuro de honor, poder y mando. Este contraste brutal, indignante, escandaloso, está en el centro del Evangelio. Es el centro del Evangelio.

Este Evangelio en el que conocemos, por medio de relatos breves, la "ontología" de Dios en la "ética" de Jesús.

 

2.  En la lectura y estudio de los evangelios, tenemos el peligro de que el árbol nos tape el bosque.    Analizamos cada palabra, cada frase, cada giro gramatical. Discutimos cada detalle, le damos la razón a un autor, se la quitamos a otro. Y, al final, nos quedamos sin saber dónde y en qué está el fondo del asunto y la enseñanza capital que Jesús nos dejó en cada relato y, sobre todo, en el conjunto del Evangelio.

Aquí, la cosa está clara: si Jesús es el que nos revela a Dios, el que nos da a conocer quién es Dios y cómo es Dios, lo que este relato nos dice es que Dios no es ni está en el poder y la gloria, sino en aquello y aquellos que el orden de este mundo excluye: en lo débil, lo pobre, lo injustamente tratado, lo simplemente     humano. Ahí y así es dónde y cómo encontramos a Dios, el Dios que nos reveló Jesús.

 

3.  Pues bien, siendo esto tan central y decisivo, la Iglesia -en muchos de sus dirigentes- ha tomado el camino de los Apóstoles y ha abandonado el camino que llevó a Jesús a la Pasión y a la muerte. Así las cosas, quienes leemos y queremos creer en el Evangelio no podemos seguir con los brazos cruzados. Si nos callamos o nos quedamos como estamos, nos hacemos cómplices del sufrimiento de las víctimas.

                   

SAN  FELIPE  NERI

 


 

Nació en Florencia en 1515; marchó a Roma y se dedicó al cuidado de los jóvenes; destacó en el camino de la perfección cristiana y fundó una asociación para atender a los pobres.

Ordenado sacerdote en 1551 fundó la Congregación del Oratorio, en la que se cultivaba ­especialmente la lectura espiritual, el canto y las obras de caridad. Brilló por sus obras de caridad con el prójimo, por su sencillez y su alegría. Murió en el año 1595.

 

“Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace”, decía San Felipe Neri, patrono de educadores y humoristas, así como fundador del Oratorio en Roma.

San Felipe Neri nació en Florencia (Italia) en 1515. Muy pronto quedó huérfano de madre, pero la segunda esposa de su padre fue para él y sus hermanos una verdadera mamá.

A los 17 años fue enviado a San Germano para que aprendiera de negocios y tuvo una experiencia mística que el Santo llamaría su “conversión”. Se fue a Roma sin dinero y sin proyecto alguno confiando en la Divina Providencia.

Obtuvo trabajo educando a los hijos de un aduanero florentino, quienes se portaban muy bien con la dirección de Felipe. En sus ratos libres se dedicaba a la oración. Más adelante realizó estudios de filosofía y teología, pero cuando se le abría una brillante carrera, abandonó los estudios y se entregó al apostolado.

En la Víspera de Pentecostés de 1544 pedía en oración los dones del Espíritu Santo cuando del cielo bajó un globo de fuego que se dilató en su pecho. San Felipe cayó al suelo pidiendo al Señor que se detenga, pero cuando recuperó plenamente la conciencia, tenía un bulto en el pecho del tamaño de un puño, que jamás le causó dolor.

Más adelante fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, conocida como la cofradía de los pobres. Fue ordenado sacerdote y ejerció el apostolado del confesionario varias horas al día. Con frecuencia caía en éxtasis en Misa y algunos llegaron a verlo levitando.

Organizó las conversaciones espirituales que solía terminar con la visita al Santísimo. El pueblo los llamaba los “oratorianos” porque se tocaba la campana para llamar a los fieles a rezar en su oratorio. Como quería irse de misionero a la India, San Juan Evangelista se le apareció y le dijo que su misión estaba en Roma.

Posteriormente inició la Congregación del Oratorio. La Virgen se le apareció y lo curó de una enfermedad de la vesícula. El Santo además tenía el don de la curación, de leer los pensamientos y de la profecía.

Al final de su vida, el 25 de mayo de 1595, día del Corpus Christi, San Felipe Neri estaba desbordante de alegría y no se le había visto tan bien en los últimos años. Confesó durante todo el día y recibió a los visitantes. Hacia la medianoche sufrió un ataque agudo y partió a la Casa del Padre.

San Felipe decía: “¿Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte, por qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?” Tras la autopsia, se reveló que el Santo tenía dos costillas rotas y que estaban arqueadas para dejar más sitio al corazón. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María en Vallicela.

 

                               

 

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