11 DE MAYO – MARTES –
6ª - SEMANA DE PASCUA – B –
San Evelio mártir
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (16,22-34):
EN aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los
magistrados ordenaron que les arrancaran y que los azotaran con varas; después
de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los
vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra
y les sujetó los pies en el cepo.
A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los
presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron
los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos
se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de
la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los
presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo:
«No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí».
El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los
pies de Pablo y Silas; los sacó fuera y les preguntó:
«Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
Le contestaron:
«Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».
Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa.
A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las
heridas, y se bautizó en seguida con todos los suyos; los subió a su casa, les
preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Señor, tu derecha me salva
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre
por tu misericordia y tu lealtad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (16,5-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde
vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón.
Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me
voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una
justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una
justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el
príncipe de este mundo está condenado».
Palabra del Señor
1. Tuvo que ser dolorosa la despedida de
los discípulos y Jesús. Porque no cabe duda de que, entre Jesús y los
discípulos se había creado una relación profunda, fuerte. Pero no era cuestión
solo de amistad. Es que, además de la "amistad", allí
había una vinculación de "fe" y, sobre todo, de
"seguimiento" de los discípulos en relación con Jesús.
Aquellos hombres veían en Jesús la imagen de Dios, la cercanía de Dios, la
presencia de Dios. Allí se produjo un fenómeno de unión y experiencia religiosa
tan fuerte, que aquello fue el punto de partida de un movimiento humano espiritual que aún perdura, que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que sigue vivo en todos los rincones del mundo.
2. Pero, aun siendo tan fuerte aquel vínculo de amistad y de fe,
Jesús les dice que "les conviene" que él se vaya, que él se quite de
en medio. Porque, si Jesús se queda en este mundo, eso representaría que, en
esta tierra nuestra, habría (y seguiría habiendo) un hombre genial, excelso,
profético... Pero, por muy excelso que fuera, siempre estaría localizado en un
solo lugar. Mientras que, al irse Jesús, al morir, entregó el Espíritu (Jn 19,
30) y cuando resucitó lo volvió a entregar (Jn 20, 22).
Ahora bien, el Espíritu nunca está limitado a un solo lugar. Todo lo
contrario, el Espíritu es una fuerza de libertad y expansión, que se derramó
sobra toda carne (Hech 2, 17; cf. Joel 3, 1).
Es decir, está y estará en todo ser mortal. Esto es más importante que la
presencia física de Jesús en esta tierra.
3. Pero el hecho es más profundo. Y más genial.
Dios, mediante la Encarnación, se ha "humanizado". Es
decir, se ha hecho presente en "lo humano'. Por eso, sin duda,
Jesús dijo que nos conviene su ausencia material. Porque lo que nos interesa a los mortales es su presencia de encarnación por la fuerza del
Espíritu.
- ¿Qué quiere decir esto?
Que Jesús está presente en cada ser humano, en todo ser
humano. Por eso, donde hay humanidad, allí está Jesús: Lo que
hicisteis con uno de estos, a mí me lo hicisteis (Mt 25, 40).
A Jesús lo tenemos con nosotros, y nos relacionamos con él, constantemente y sin darnos cuenta de que la humanización de la convivencia es nuestra constante divinización.
San Evelio mártir
Mártir romano que, a pesar de estar relacionado con la familia de Nerón, se
atrevió a profesar el cristianismo en presencia misma del Emperador.
Fue decapitado en Pisa.
Según la leyenda, Evelio era consejero del emperador Nerón y estuvo presente
en el proceso de san Torpetes y viendo la confesión de la fe y como salió
milagrosamente incólume de varias pruebas y tormentos, quedó impresionado y
“creyó en Cristo”.
Dejó la corte de Nerón y huyó a Roma, pero aquí fue arrestado y decapitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario