25 DE MAYO – MARTES –
8ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Santa María Magdalena de Pazzi
Lectura del libro del Eclesiástico (35,1-12):
Quien observa la ley multiplica las ofrendas, quien guarda los mandamientos
ofrece sacrificios de comunión.
Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de harina,
quien da limosna ofrece sacrificios de alabanza.
Apartarse del mal es complacer al Señor, un sacrificio de expiación es
apartarse de la injusticia.
No te presentes ante el Señor con las manos vacías, pues esto es lo que
prescriben los mandamientos.
La ofrenda del justo enriquece el altar, su perfume sube hasta el Altísimo.
El sacrificio del justo es aceptable, su memorial no se olvidará.
Glorifica al Señor con generosidad, y no escatimes las primicias de tus
manos.
Cuando hagas tus ofrendas, pon cara alegre y paga los diezmos de buena
gana.
Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con generosidad, según tus
posibilidades.
Porque el Señor sabe recompensar y te devolverá siete veces más.
No trates de sobornar al Señor, porque no lo aceptará; no te apoyes en
sacrificio injusto. Porque el Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio
de las personas.
Palabra de Dios
Salmo: 49,5-6.7-8.14.23
R/. Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«Escucha, pueblo mío, voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
—yo soy Dios, tu Dios—.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí». R/.
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
«El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,28-31):
En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o
hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no
reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y
madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.
Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».
Palabra del Señor
1. La afirmación segura, que hace Pedro:
"lo hemos dejado todo", y eso lo hemos hecho "para seguirte", indica obviamente
una convicción de orgullo.
Un orgullo que contrasta con el
miedo y el abandono del joven rico. Un orgullo, además, que queda más destacado
en el relato paralelo de Mateo, donde se añade: ¿Qué, pues, recibiremos? (19,
27). Y conste que seguramente Pedro hacía aquí también de portavoz de los
demás apóstoles.
2. Los que hemos entrado en los seminarios, en los conventos, en
instituciones apostólicas, hacemos algo que se considera como un acto y se
toma una decisión de enorme generosidad. De eso no
cabe duda. Pero no todo es trigo limpio en estos casos. Ni en tantos otros que,
de la manera que sea, afectan a la vida de quienes decimos que creemos en el Evangelio y lo tomamos en serio.
Porque, en los estratos más
hondos de la propia conciencia, llevamos lacras y manchas, que seguramente
jamás nos atrevemos a reconocer que están ahí, en nuestra propia intimidad.
"Ser importantes", "salir del anonimato",
"llegar a ser algo" en la vida, "mandar sobre otros",
"tener una vida asegurada y con dinero", ¡qué sé yo!
3. Jesús le dijo a Pedro (y a los demás, de entonces y de ahora)
que no le iba a faltar nada. Pero que, además de
tenerlo todo, le esperaban también persecuciones.
¿Por qué? Muy sencillo: el que "lo deja todo", no está
atado a nada. Si es verdad que lo deja todo, sin duda que se
queda completamente libre: para pensar, para
decir, para tomar decisiones. Y es evidente que una persona así es temible. Las
trampas y los tramposos de la vida se basan en el miedo de los que prefieren
vivir sujetos, atados, pero seguros. Por eso abundan tanto los canallas.
Santa María Magdalena de Pazzi,
Maestra de Novicias
Nació en Florencia en 1566; educada en la piedad y
admitida en la Orden carmelitana, llevó una vida oculta de oración y de
abnegación, pidiendo constantemente por la reforma de la Iglesia. Además,
dirigió por el camino de la perfección a muchas de sus hermanas de religión.
Dios la enriqueció con múltiples dones y murió en el año 1607.
Martirologio Romano: Santa María Magdalena de
Pazzi, virgen de la Orden de Carmelitas que, en la ciudad de Florencia, en la
Toscana, llevó una vida de oración abnegadamente escondida en Cristo, rezando
con empeño por la reforma de la Iglesia. Distinguida por Dios con muchos dones,
dirigió de un modo excelente a sus hermanas hacia la perfección. (1607)
Fecha de canonización:
28 de abril de 1669 por el Papa Clemente IX
La familia de Pazzi, a cuyo
nombre está unida la famosa conjuración contra el gran duque de Médici, en
tiempos de nuestra santa, era todavía de las más importantes de Florencia.
Catalina de Pazzi (María Magdalena es el nombre que asumió la santa carmelita
el día de su profesión religiosa) nació en 1566, en un siglo rico de
acontecimientos en la historia civil y religiosa de Italia y caracterizado por
el florecimiento excepcional de grandes santos.
También María Magdalena de
Pazzi participó en la situación histórica y social de su tiempo escribiendo
cartas muy valientes al Papa, a los cardenales, a los obispos y a los
príncipes, señalando las causas de los males que afligían a la Iglesia, que
ella atribuía a las deficiencias espirituales de los cristianos y de sus
pastores. Este es uno de los lados maravillosos de la santa, asociada a la
pasión de Cristo con los estigmas y otros fenómenos místicos como las visiones,
los éxtasis, los arrobamientos, durante los cuales trataba de difíciles
cuestiones teológicas.
Tres hermanas, encargadas
por el director espiritual, transcribían las revelaciones de Sor María
Magdalena. El libro, titulado Contemplaciones y redactado de ese modo tan
excepcional es considerado como un importante tratado de teología mística, y al
mismo tiempo nos revela el itinerario espiritual de la santa, que a los 18 años
había entrado al más austero convento florentino, el de las carmelitas.
Desde muy niña, Catalina de
Pazzi se mostró más inclinada a la devoción que a la vida cómoda de su tiempo.
Efectivamente, tuvo el privilegio, en ese tiempo muy raro, de hacer la primera
Comunión a la edad de diez años.
Después de darle el adiós
al mundo y de haber cambiado nombre, Sor María Magdalena fue dócil instrumento
de la gracia divina, atravesando todos los estadios de la experiencia mística,
desde las audacias de la contemplación hasta las torturantes pruebas de la
noche de los sentidos, en la oscuridad abismal de la aridez espiritual, que
duró cinco años, durante los cuales fue probada en la fe, en la esperanza y en
la caridad. Y, finalmente, en Pentecostés de 1590, su espíritu quedó nuevamente
sumergido por la brillante luz del éxtasis, fortaleciéndose para la nueva
prueba sucesiva, la del dolor físico.
Martirizada en el cuerpo
por llagas dolorosísimas, cuando el dolor se hacía insoportable, Sor María
Magdalena, que había sido nombrada maestra de novicias, hallaba la fuerza para
repetir las palabras que se convirtieron en el lema de su vida: Pati, non mori,
sufrir y no morir. Murió el 25 de mayo de 1607, en el convento de Santa María de los Ángeles, en Florencia.
Fue canonizada el 28 de
abril de 1669 por el Papa Clemente IX.
Fuente: Catholic.net
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